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Juan Manuel Asai

Elon Musk, el hombre más rico del mundo, irrumpió a tambor batiente en el quehacer nacional. El anuncio de que Tesla, su armadora de coches eléctricos, abrirá una mega planta en México, específicamente en Santa Catarina, Nuevo León, marca un antes y un después en la ya larga y fructífera historia de manufactura de autos en el país.

Antes de formalizar su desembarco, Musk tuvo un ligero forcejo con el presidente López Obrador al que venció sin mayor problema. Ambos tienen egos descomunales y un síndrome mesiánico peligroso, pero Musk tiene más de 187 mil millones de dólares, por lo que está acostumbrado a hacer lo que se le pega la gana en cualquier lugar del mundo, como se confirma con su reciente capricho de comprar la red social Twitter por 40 mil millones de dólares.

Es una buena noticia la llegada de Tesla a México. Catapulta el prestigio del país como armador de autos de nivel mundial y generará miles de empleos bien pagados. El gobierno recolectará impuestos y el litio tendrá una salida natural para la elaboración de las baterías de los autos de Tesla, una marca de la que escucharemos hablar hasta en la sopa, aunque las posibilidades de que un mexicano de clase media compre uno de esos autos es remota.

Elon Musk es una celebridad global. Su imagen aparece todos los días en las secciones de finanzas de los diarios del mundo, pero también en los pasquines por su atolondrada vida sentimental que incluye diez hijos con diferentes parejas y romances mediáticos con chicas de Hollywood, incluido uno del que todos nos enteramos de la peor manera con Amber Heart, tan bella como tóxica, ex esposa de Johnny Depp.

Elon nació en Pretoria, Sudáfrica, todavía en los tiempos de la segregación racial en una familia acomodada de la minoría blanca de ese país. A los 30 años ya era, por méritos propios, millonario. Estudió Economía y Física, dos asignaturas que marcan su carrera como emprendedor con la mira puesta, no exagero, en el infinito y más allá.

Musk conquistará Marte

Lo digo porque el otro gran negocio de Musk son las naves espaciales. SpaceX es pionera en la conquista del espacio por parte de la iniciativa privada, no de gobiernos, con todo lo que eso implica. Será la herramienta de Musk para colonizar el planeta Marte, o al menos eso es lo que dice y viendo lo que ha conseguido en la Tierra hay que darle por lo menos el beneficio de la duda.

Así como la prensa está encandilada con su genio, hay otros que destacan su lado oscuro, como ser un trabajador obsesivo que suele dormir en su oficina, un jefe explotador que vigila los minutos que pasan sus empleados en el baño y que lejos de ser el capitalista del renacimiento tecnológico del Siglo XXI, es un falso profeta con demasiado poder. El hecho, sin embargo, es que es el ariete en la lucha contra el calentamiento global a través de su declarada guerra contra los combustibles fósiles.

Contra lo que pudiera pensarse, Musk no fundó la empresa de autos eléctricos Tesla, que por cierto lleva ese nombre en honor de otro genio de la física, Nikola Tesla, que a finales del siglo XIX hizo contribuciones revolucionarias a la generación de electricidad por vías alternas. La empresa, decía, ya estaba en marcha cuando Musk llegó a sus oficinas entonces en California y le inyectó 6.5 millones de dólares, la cambió a Texas y asumió la presidencia. Ha tenido años buenos y otros no tanto, pero como ya se estableció, sin asomo de duda, que el futuro de la industria automotriz es eléctrico, y no de gasolina, la idea del futuro promisorio les da confianza a los inversionistas.

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