Ana Laura Romero Basurto
Dedicado al Dr. Eduardo Ramírez Aguilar, por demostrar que el mayor valor de un líder no es el poder, sino la firme convicción de hacer lo correcto, aun cuando el camino sea solitario y el costo personal, alto.
Actuar con integridad, cuando todo invita a ceder, es el sello de una voluntad incorruptible. En tiempos de confusión y conveniencia, son pocos los que se atreven a sostener la verdad sin dobleces, sin máscaras, sin miedo. Este poema, la senda justa, inspirado en la tradición moral de la poesía victoriana, rinde homenaje a quien ha decidido vivir —y gobernar— con principios, incluso cuando hacerlo implica exponerse con dignidad al juicio del tiempo y de la historia.
Porque en una época donde lo fácil tiende a imponerse sobre lo correcto, actuar con rectitud es, sin duda, un acto de valentía. La integridad no siempre es visible ni celebrada; sin embargo, es en el silencio de nuestras decisiones donde se forja el verdadero carácter. Este poema es un recordatorio de que hacer lo correcto —aunque cueste— siempre será la senda más noble.
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La Senda Justa
Camina recto, aunque el mundo yerre,
aunque la turba ría al traicionar;
la senda justa es firme como el hierro
y sólo el alma honesta la sabrá andar.
No temas ser la voz que se levanta
cuando el silencio sirve al opresor;
mejor sangrar por causa limpia y santa
que prosperar sin honra ni pudor.
Haz lo correcto, aunque el precio duela,
aunque tu nombre olviden al pasar;
la luz del bien no pide recompensa,
se enciende sola y no se ha de apagar.
Pues hay virtud en quien, por noble empeño,
resiste solo y fiel al corazón;
el tiempo calla, pero el alto sueño
lo guardan Dios y el juicio de razón.
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Hacer lo correcto no siempre será el camino más cómodo, ni el más celebrado. A menudo exige renuncias, firmeza, y una voluntad que no se doblega ante las presiones o las conveniencias del momento. Pero es precisamente en esos actos callados y firmes donde se escribe —con dignidad— la historia verdadera de los pueblos.
Hoy más que nunca, Chiapas necesita mujeres y hombres que elijan lo justo, que resistan la tentación del atajo, y que entiendan que gobernar también es un acto de conciencia. Porque, como enseñaba Marco Aurelio, “la verdadera fuerza no está en dominar lo que ocurre, sino en gobernar nuestra respuesta”. Y responder con integridad… es lo que transforma el presente y honra el futuro.