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Juan Eduardo Martínez Leyva

En la mitología latina antigua, como en la egipcia y otras, los relatos sobre la trayectoria diaria o anual del sol ocupaban un lugar importante. Los ritos asociados a los mitos solares tenían como finalidad básica propiciar que dicha trayectoria no se interrumpiera al atravesar el abismo de la noche, el inframundo, o la prueba estacional de los solsticios. Los animaba el temor a que la luz del sol se extinguiera en esos lances.

Fueron los romanos los que establecieron que el día comienza a la media noche. Con ello fijaron una diferencia con otros pueblos primitivos que tenían como referencia para marcar el inicio la puesta del sol, la hora del medio día o la salida del sol. Este criterio se impuso primero en las sociedades dominadas por los romanos y se extendió como algo normal hasta nuestros días.

Según Georges Dumézil en el tomo tercero de su monumental obra titulada Mito y Epopeya, dedicada a las historias romanas, la razón de dividir la noche en dos partes tiene un origen mítico-religioso. Los romanos creían que la primera parte de la noche era mala. El inicio de la oscuridad se percibía amenazante porque significaba el ocaso del sol, pero a partir de la media noche se iniciaba la gestación del nuevo. Ahí empezaba el día porque el niño sol ya estaba en el vientre de la buena Noche. Al parir, la buena Noche dejaba en manos de la diosa Aurora a su hijo y ésta se encargaba de introducirlo en el mundo nuevamente. Las auroras anuncian el nacimiento recurrente del astro luminoso.

La diosa Aurora era conocida por los latinos como Mater Matuta. De aquí seguramente deriva el vocablo matutino y muchos otros asociados con esta diosa romana. La fiesta de la Matralia se realizaba en su honor cada 11 de junio, pocos días antes del solsticio de verano. Es probable, dice Dumézil, que las fiestas rituales en esta fecha tuvieran el propósito de alentar a las auroras, reforzar su ánimo y su voluntad porque después del solsticio retrasaban su llegada, se volvían cada día más perezosas.

En esa misma fecha se festejaba en Roma a la diosa Fortuna, los templos de ambas diosas en la ciudad incluso eran contiguos. Dumézil señala que es sorprendente la coincidencia porque ambas tenían atributos opuestos. Escribe: no se trata de que una es maternal y fiel en tanto que la otra es apasionada y caprichosa, sino que Mater Matuta parece actuar valiéndose de ocasiones y auxilios discretos, utilizando como medio el carácter y el pensamiento del hombre al que favorece, inmunizándolo contra toda forma de soberbia. En cambio, Fortuna deja a su favorito expuesto a la ebriedad del poder o incluso los predispone a los delirios del orgullo.

Ser maternal, protectora, justa, inteligente y luminosa eran los atributos de Mater Matuta. Algunos políticos romanos se encomendaban a ella antes de iniciar una batalla política o militar. Se sabe que Servio Tulio (578-534 a.C.) y Marco Furio Camilo (445-365 a.C) eran devotos de la diosa de la mañana. Dumézil dedica algunos capítulos a analizar la relación de Camilo con Mater Matuta.

En la Historia de Roma Camilo se destaca por haber sido un tribuno que en diferentes ocasiones fue nombrado dictador por el senado, con el fin de encabezar la defensa militar del pueblo. Cuando había una grave amenaza Camilo era investido con poderes plenipotenciarios y facultades especiales para dirigir una guerra de defensa o ataque. En todas las ocasiones Camilo cumplió con éxito el encargo y al final de cada una de ellas se retiraba a sus labores cotidianas que no tenían que ver con el ejercicio del poder.

La primera vez que Camilo fue llamado para aplacar la rebelión de los veyenses, solicitó los favores de Apolo, Juno, y formuló el compromiso de construir un templo en honor de Mater Matuta, de salir victorioso de la toma de la ciudad etrusca de Veyes. A partir de ahí se construyó la leyenda de que la diosa de la mañana había adoptado al héroe romano como su favorito. Plutarco, el historiador, contribuyó a la creación de esta leyenda épica y al mito de la asociación del héroe con la diosa. Afirmó que Camilo gozó de su protección hasta la muerte. Se contaba que en la guerra contra los galos de Breno el dictador tuvo una epifanía al vencer al enemigo justo en la aurora. La “victoria en la aurora”, le reveló la ayuda divina. En el simbolismo mítico, las luchas que protagonizaba serían el equivalente épico del astro al que introduce y protege cada mañana Aurora. La gesta de Camilo señala que no perdería ninguna batalla si éstas eran ejecutadas al alba, aún cuando se prolongaran durante más tiempo. El astuto guerrero sabía que tenía todas las de ganar por las mañanas.

Tito Livio, un historiador romano anterior a Plutarco, contrariamente a los forjadores de la gesta mítica de Camilo, no aceptaba que existiera un vínculo particular entre el hombre y la deidad. En la descripción de la intervención de este personaje en la historia, cuenta los hechos, pero nunca se refiere a las victorias mañaneras del héroe ni a fantasía mitológica alguna.

Tanto Plutarco como Tito Livio coinciden en las cualidades personales del líder romano que fue nombrado cinco veces dictador con el fin de resolver los problemas acuciantes y recurrentes de la Roma de su tiempo. Su carácter mesurado, su “loable conversión al liberalismo”, la inteligencia, la experiencia, la moderación, la racionalidad que lo llevaba a hacer una justa ponderación de los riesgos y la evaluación de las ventajas que presenta una situación determinada, la definición de las estrategias de guerra de manera prudente. Todo lo anterior explica el rotundo éxito que tuvo y el invaluable servicio que le brindó a su pueblo. No fue ciertamente su predilección por pelear sólo por las mañanas lo que lo convirtieron en un gobernante necesario como se cuenta en el supersticioso relato épico-mitológico.   

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