Mario Caballero
Entristece el bajo nivel del debate político que prevalece en el país. En lugar de que se hable de los temas que más interesan a los mexicanos nos inundan con fruslerías y frivolidades. Aunque, en honor a la verdad, esto refleja el nivel de nuestra clase política actual, que parece estar más preocupada por alimentar su egolatría y fomentar sus intereses personales que por atender el interés colectivo.
Lo traigo a colación por el circo que se armó en la Cámara de Diputados en días recientes, en que los legisladores de todos los bandos partidistas se dieron hasta con la cubeta por el hecho de que el presidente de la Cámara, Santiago Creel, se impuso a que elementos de la banda de guerra no entraran armados al pleno durante la ceremonia del aniversario de la Constitución.
La decisión del panista acaloró los ánimos de los legisladores de Morena, que no sólo manifestaron su molestia en su contra con sendos descalificativos e improperios, llamándolo incluso “apátrida”, sino además le pidieron su destitución. Sí, se levantaron de sus respectivas curules para exigir voz en cuello que la Mesa Directiva del Congreso de la Unión quedara acéfala.
No se entienda esto como una defensa a ultranza de Santiago Creel, pero el caso es que la razón y la ley le asisten. De acuerdo con el Artículo 26 del Reglamento de la Cámara de Diputados indica que queda prohibida la entrada a cualquier persona armada y que el presidente de la Mesa Directiva tendrá las facultades de solicitar su salida.
Y es que estos militares, miembros de la Sedena, llegaron al Congreso para rendir los honores a la bandera portando fusiles FX-05 calibre 5.56 milímetros, que posee una cadencia de fuego de 760 a 900 disparos por minuto.
Empero, ¿importaba hacer tanto escándalo por algo tan nimio, tan insignificante, tanto así que llenara las primeras planas de la prensa nacional? Obviamente no. Pero así sucedió.
¿QUÉ PASÓ CON LO IMPORTANTE?
Para vergüenza suya lo digo: con esta actuación los legisladores de Morena exhibieron su ignorancia, su autoritarismo y, en suma, su incapacidad para entender y respetar el Reglamento de la Cámara para la que ellos mismos son miembros y que en consecuencia están obligados a observar sin respingos ni protestas.
Peor todavía, si no pueden cumplir con la normatividad que en parte regula su comportamiento legislativo, ¿qué esperanza hay de que actúen con la dignidad que exigen sus responsabilidades y que propongan un debate a la altura de las necesidades del país? Escasa es la respuesta.
Sin lugar a dudas, México sería un mejor país si nuestros congresistas entablaran debates sustanciales, si cuestionaran lo pertinente en lugar de lo superficial, si alzaran la voz para pedir cuentas, señalar errores, criticar los abusos de poder y, mejor todavía, para proponer soluciones a las miles problemáticas de la nación.
¿Por qué no debaten lo importante?
Todos los diputados, sea del partido que sean, le harían un favor al país si debatieran lo trascendental.
Por ejemplo, cuestionar los resultados de la estrategia de seguridad, que hasta octubre de 2022 arrojaba la cifra de más de 135 mil homicidios. Sí, utilizar la tribuna de la Cámara para pedirle respuestas a la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Ícela Rodríguez, de cómo piensa frenar la violencia en México, donde matan a una persona cada 15 minutos, asesinan a 12 mujeres cada día y el narcotráfico se apodera a pasos agigantados del territorio nacional.
En lugar de hacer un aquelarre por la banda de guerra que quiso entrar armada al pleno del recinto legislativo y pedir la renuncia del presidente de la Mesa Directiva, por qué no mejor exigen la destitución del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quien es responsable del peor manejo que se haya hecho de la pandemia en todo el mundo y que por ello fallecieron más de 300 mil mexicanos, aunque cálculos de la Organización Mundial de la Salud dicen que la cifra de muertos por covid podría ser el doble.
Es más, si en verdad se creen representantes del pueblo y adalides de la Cuarta Transformación, ¿por qué no piden que en todos los hospitales públicos del país haya medicamentos y personal suficiente? ¿Por qué no hacen uso de sus facultades para criticar los desatinos y pésimos resultados de Pemex y CFE? ¿Por qué no piden que las autoridades electorales sancionen conforme a la ley las campañas anticipadas de las llamadas “corcholatas” presidenciales?
No, eso no les interesa traerlo a la mesa, debatirlo, cuestionarlo. Y no importa del partido que sean nuestros flamantes diputados, si el tema no les favorece en lo personal y grupal ni siquiera lo mencionan, ni por mero error. Qué vergüenza.
Lo suyo es politizar, escandalizar hasta por lo más vano, recoger los temas que más interesan en Palacio Nacional para fomentarlo o censurarlo según les convenga.
No hay propuestas, ni iniciativas de ley que pretendan mejorar el status quo, ni planteamientos de solución a los diversos problemas que la sociedad presenta en sectores como la seguridad, salud, educación y obra pública.
EN TODOS LADOS
¿Sabe qué es lo más triste? Que esta situación se extiende a todos los rincones del gobierno.
Ahí tenemos, verbigracia, lo ocurrido durante la ceremonia conmemorativa del 106 aniversario de la Promulgación de la Constitución, llevada a cabo en el Teatro de la República, donde un alto funcionario del gabinete presidencial desacreditó en redes sociales a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, mediante la publicación de una foto en la que se ve sentada a la ministra mientras todo el auditorio aplaude de pie al presidente López Obrador al llegar al presídium y en el homenaje a la bandera.
Sin embargo, la foto no refleja la verdad. Fue tomada un segundo antes de que la ministra Piña se levantara de su asiento para rendir homenaje al lábaro patrio. Pero fue utilizada para decir que ella no atendió el protocolo y tacharla de irrespetuosa. Lo cual no es cierto. Ponerse de pie para aplaudirle al presidente no es parte de ningún protocolo, sino de una vieja usanza política para demostrarle sumisión y pleitesía al Ejecutivo. Una barbaridad.
Y así como pasa en las altas esferas del poder, también ocurre en los distintos recintos legislativos locales del país.
COMPÓRTENSE COMO LO QUE SON
Basta ya de payasadas. Lo que el país requiere, y lo sabemos todos desde hace muchos años, es una verdadera representación de los intereses del pueblo. Legisladores que hagan la chamba de proponer y legislar por el bien común. Funcionarios que hagan política en aras de mejorar los accesos a una mejor calidad de vida, una mejor educación, mejores servicios de salud y seguridad, no politiquería.
Por favor, señores políticos, pónganse a trabajar en lugar de estar dando espectáculos tan repugnantes como gritonear porque un diputado no dejó entrar soldados armados al Congreso o porque una ministra no se haya puesto de tapete ante el poder presidencial.
Queremos resultados, no circos de la peor calaña. Compórtense como lo que son o deberían ser: funcionarios de un Estado que debe proveernos de bienestar a todos los ciudadanos. Más de 129 millones de mexicanos se los agradecerían.
@_MarioCaballero