(segunda parte de cuatro)
Michael Roberts
China no podrá crecer tan rápido como antes, ya que la población activa está disminuyendo y habrá un aumento insuficiente en la productividad del trabajo para compensarlo. He tratado extensamente en publicaciones anteriores estas afirmaciones de los expertos occidentales de que la disminución de la población en edad de trabajar de China y su tasa de crecimiento decreciente de la productividad implican que comenzará a fallar. Los argumentos son débiles y erróneos. De hecho, incluso con parámetros occidentales ajustados (A) del crecimiento de la productividad laboral durante el período del COVID, China lo ha hecho mucho mejor que la «dinámica» EEUU.
A largo plazo, el FMI pronostica que China crecerá a una tasa débil del 5 % anual. Pero esa tasa seguiría siendo más del doble de rápida que la de EEUU, y más de cuatro veces más rápida que el resto del G7, y eso suponiendo que no haya crisis en las economías del G7 en los próximos cinco años.
El otro argumento de los analistas occidentales es que China no podrá crecer a un ritmo razonable a menos que cambie de ser una economía de alto ahorro, alta inversión y orientada a las exportaciones a ser una economía capitalista tradicional dirigida por el consumidor como existe en la mayoría de las principales economías capitalistas, particularmente en los Estados Unidos y el Reino Unido. La razón habitual de este punto de vista es que las tasas de consumo personal son demasiado bajas en China y esto frenará el crecimiento impulsado por la demanda.
Por ejemplo, esta es la opinión de Chen Zhiwu, profesor de finanzas y economía chinas en la Universidad de Hong Kong. Chen argumenta que, bajo Xi, se han dejado de lado las principales reformas favorables al sector privado y una economía liderada por el consumidor. «Las 60 reformas habrían ampliado en gran medida el papel del consumo y las iniciativas privadas», dice. «Sin embargo, la agenda de reformas orientadas hacia al mercado se ha dejado de lado en gran medida… lo que ha dado lugar a un papel más importante del estado y un papel más reducido del sector privado». Según Chen, esto significará que la economía de China se estancará a partir de ahora.
Otro importante e influyente analista occidental, Michael Pettis, que tiene su sede en Shanghái, utiliza un argumento similar, a saber, que lo que empujará a China hacia un estancamiento similar al japonés es la incapacidad de expandir el consumo personal y continuar aumentando la inversión a través del crecimiento de la deuda. No es casualidad, en mi opinión, que ambos analistas provengan del sector financiero.
Y, sin embargo, ¿cómo puede alguien afirmar que las economías maduras «dirigidas por el consumidor» del G7 han tenido éxito a la hora de lograr un crecimiento económico constante y rápido, o que los salarios reales y el crecimiento del consumo han sido más fuertes allí? De hecho, en las economías capitalistas del G7 el consumo no ha logrado impulsar el crecimiento económico y los salarios se han estancado en términos reales en los últimos diez años, mientras que los salarios reales en China se han disparado.
Esta es la cuestión esencial. El consumo está aumentando mucho más rápido en China que en el G7 porque la inversión es mayor. Uno sigue a la otra; no es un juego de suma cero. La opinión de Pettis es un análisis keynesiano simplista que ignora incluso la opinión de Keynes de que es la inversión la que hace crecer una economía, con el consumo siguiéndola, no viceversa.
Y no todo el consumo tiene que ser «personal»; más importante es el «consumo social», es decir, los servicios públicos como la salud, la educación, el transporte, la comunicación y la vivienda; no solo los automóviles y los electrodomésticos. El aumento del consumo de servicios sociales básicos no se tiene en cuenta en los índices de consumo personal. China también tiene un largo camino por recorrer de consumo social, pero está muy por delante de sus pares de mercados emergentes en muchas áreas sociales y no tan lejos de las principales economías del G7, que comenzaron más de 100 años antes. Me remito a los economistas de Citibank en su reciente estudio en profundidad de la economía china. «En otras palabras, es muy posible que la economía china ofrezca mayores oportunidades de consumo sin que el consumo sea un objetivo específico de su política». «el ingreso disponible de los hogares ha estado creciendo más rápido que el PIB en términos reales en los últimos años (excepto 2016), una tendencia que probablemente se mantendrá en el futuro. Al mismo tiempo, el desbloqueo de los efectos de la riqueza debería ayudar al consumidor».
El verdadero desafío para el futuro económico de China es cómo evitar que gran parte de su inversión vaya a áreas improductivas como las finanzas y la propiedad inmobiliaria, que ha llevado a serios problemas. Y también de qué manera se deben manejar las crecientes contradicciones entre el estado y el sector capitalista en China en el tercer mandato de Xi.
II- Propiedad, deuda y prosperidad común
La razón por la que los analistas occidentales son tan escépticos sobre el modelo chino es que parten de un modelo económico diferente de crecimiento. Están convencidos de que China solo puede ser «éxito» (¡como las economías del G7!) si su economía depende de la inversión rentable de las empresas privadas en un «mercado libre». Y, sin embargo, la evidencia de los últimos 40 e incluso 70 años es que un modelo económico de planificación dirigido por el estado como el de China ha tenido mucho más éxito que sus pares de «economía de mercado» como la India, Brasil o Rusia, e incluso el G7.
Las lecciones del colapso financiero global y la Gran Recesión de 2009, la Larga Depresión resultante hasta 2019 y el impacto económico de la caída de la pandemia son que la introducción de una producción más capitalista con fines de lucro no sostendrá el crecimiento económico y ciertamente no producirá «prosperidad común». La verdadera pregunta es si esa inversión produce nuevo valor o se desperdicia en consumo improductivo, por ejemplo, especulación inmobiliaria y financiera y gasto militar.
Y en este tema, es el gran sector capitalista de China el que amenaza la prosperidad futura de China. El verdadero problema es que en los últimos diez años (e incluso antes) los líderes chinos han permitido una expansión masiva de la inversión improductiva y especulativa por parte del sector capitalista de la economía. En el impulso de construir suficientes casas e infraestructura para el fuerte aumento de la población urbana, los gobiernos centrales y locales dejaron la tarea a los promotores privados. En lugar de construir casas para alquilar, optaron por la solución de «mercado libre» de los promotores privados que construyen casas para vender. Por supuesto, había que construir las casas, pero como señaló el presidente Xi más tarde, «las casas son para vivir, no para especular».
Beijing quería casas y los funcionarios locales querían ingresos. Los proyectos de vivienda capitalistas ayudaron a lograr ambos. Pero el resultado fue un gran aumento en los precios de la vivienda en las principales ciudades y una expansión masiva de la deuda. De hecho, el sector inmobiliario ha alcanzado ahora más del 20% del PIB de China. El sector de la propiedad privada de China está ahora compuesto por empresas «zombieas», al igual que el 15-20% de las empresas de las principales economías capitalistas. La pregunta es si las autoridades chinas van a permitir que estas empresas quiebren. Los gobiernos locales están tratando de garantizar que las casas prometidas por compañías constructoras como Evergrande a 1,8 millones de chinos se construyan asumiendo ellos los proyectos, mientras muchos promotores inmobiliarios quiebran.
No va a haber un colapso financiero en China. Eso se debe a que el gobierno controla las palancas financieras del poder: el banco central, los cuatro grandes bancos comerciales estatales, que son los bancos más grandes del mundo, y los llamados «bancos malos», que absorben los préstamos malos, así como los grandes administradores de activos, que son la mayoría de las empresas más grandes. El gobierno puede ordenar a los cuatro grandes bancos que cambien préstamos en mora por participaciones en el capital y olvidarlas. Puede decirle al banco central, el Banco Popular de China, que haga lo que sea necesario. Puede decirle a los administradores de activos estatales y a los fondos de pensiones que compren acciones y bonos para apuntalar los precios y financiar a las empresas. Puede decirles a las empresas de activos del estado que compren deudas incobrables a los bancos comerciales. Puede hacer que los gobiernos locales absorban los proyectos inmobiliarios hasta terminarlos. Así que hay que descartar una crisis financiera porque el estado controla el sistema bancario.
El desorden inmobiliario actual es una señal de que la economía china está cada vez más influenciada por el caos y los caprichos del sector basado en los beneficios. Al igual que en las economías capitalistas de Occidente, la rentabilidad del sector capitalista de China ha disminuido.
Y es el sector privado el que peores resultados ha tenido durante el COVID y después. Las ganancias en el sector capitalista han estado disminuyendo. Los beneficios acumulados de las empresas industriales de China en los primeros ocho meses de 2022 cayeron un 1,4 % en comparación con 2021, ya que los altos precios de las materias primas y las interrupciones de la cadena de suministro debido a las restricciones por el COVID-19 continuaron reduciendo los márgenes e interrumpiendo la actividad de las fábricas. Pero las ganancias de las empresas industriales estatales aumentaron un 14 %, mientras que las del sector privado cayeron un 9 %. Solo el sector estatal sigue creciendo. Esto es lo que también sucedió en la crisis financiera mundial de 2008-9, que China evitó al expandir la inversión estatal para reemplazar a un sector capitalista «vacilante».
El sector capitalista ha aumentado su tamaño e influencia en China, junto con la desaceleración del crecimiento del PIB real, la inversión y el empleo, incluso bajo Xi. Un estudio reciente encontró que el sector privado de China ha crecido no solo en términos absolutos, sino también en relación a las empresas más grandes del país, medido por los ingresos o (para las que cotizan en bolsa) por el valor de mercado, desde un nivel muy bajo, cuando el presidente Xi fue confirmado como el principal dirigente en 2010, hasta ser una parte significativa hoy. Las empresas estatales todavía dominan entre las empresas más grandes en términos de ingresos, pero su preeminencia se está erosionando.