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Plaza Cívica

Fernando Núñez De La Garza Evia

Existen características básicas en todo buen líder. Por el contrario, hay rasgos esenciales en todo mal líder. Las malas políticas públicas implementadas durante el actual gobierno federal no han de sorprender ya que su dirigente, el presidente de la República, tiene atributos personales que hacen imposible la buena conducción del país.

Mentiras. De acuerdo a la consultora Spin, en sus casi mil mañaneras López Obrador ha dicho casi 100 mil mentiras, 94 en promedio por conferencia. De acuerdo a la misma consultora, el mandatario mexicano ya superó en cantidad de mentiras a… Donald Trump. Así, resulta imposible analizar correctamente las circunstancias en un ambiente tan fantasioso.

Maniqueísmo. El presidente ve la realidad como una lucha entre buenos y malos, sin puntos medios. Como él es el bueno, todo lo que diga y decida tiene que ser bueno. Por el contrario, todos aquellos que se opongan a su voluntad tienen que abrigar malas intenciones, estar corrompidos, ser literalmente malos. Sin embargo, las personas y la realidad resultan mucho más complejas.

No busca consejo. El presidente no toma consejo de nadie, no escucha a nadie. No hay procesos racionales de toma de decisiones. Como declaró José Agustín Ortiz Pinchetti, personaje cercano a AMLO, a Proceso: “Sí, confío en su instinto político. Prácticamente nunca lo vi, antes de tomar una decisión, solicitar consejo o acuerdo de sus colaboradores”. No obstante, resulta fundamental escuchar otros puntos de vista.

Comenzar todo de nuevo. Se debe destruir todo lo construido en el pasado, porque como todos los antecesores eran corruptos, todo lo construido estaba necesariamente corroído. Es el pensamiento revolucionario a ultranza: destruir todo para construir completamente de nuevo. Aquí, reformar, hacer cambios graduales, construir sobre lo bien construido, no existe.

Quitarles valor moral a los oponentes. Los rivales políticos del presidente no son eso, rivales políticos, sino enemigos. Los priva de valor moral y, por lo tanto, resulta imposible sentarse con ellos a negociar y acordar. Como diría el ex académico y funcionario estadounidense, Henry Kissinger: sustraerles valor moral a los oponentes políticos es el primer paso a la tiranía.

De la idiosincrasia provienen las políticas públicas, y más en una presidencia que concentra tanto poder como la actual. Como la idiosincrasia es fundamentalmente incorrecta, las políticas públicas –y el rumbo del país– son esencialmente inadecuadas. Y ante los cambios tan bruscos de timón, enderezar al país será trabajo arduo en los años por venir.

@FernandoNGE

fnge2@hotmail.com

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