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Viene una tormenta económica. Después, social y política

Plaza Cívica

Fernando Núñez de la Garza Evia

Como si los efectos económicos de la pandemia no hubiesen sido suficientes, mucho indica que estamos ante una recesión económica mundial. Los estímulos fiscales, el alza en el precio de los energéticos y el cierre de regiones enteras por el COVID-19 en China son solo algunas de sus causas. Sin embargo, el alza de tasas de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense ha puesto al mundo especialmente de cabeza, augurando mayor inestabilidad mundial. México lo ha evitado, aunque a un costo significativo.

El mundo se encuentra en una espiral inflacionaria no vista desde los ochentas y nunca experimentada por la generación millennial. Ante ello, la Reserva Federal estadounidense ha subido continuamente sus tasas de interés, con repercusiones vastas alrededor del mundo. Cuando el 60% del comercio internacional se realiza en dólares, las repercusiones de un dólar más caro se verán en países que no podrán pagar sus deudas en dólares; negocios que terminarán en bancarrota por insolvencia crediticia; y alzas de interés para evitar fuga de capitales y devaluación de monedas, provocando mayor estancamiento económico. La llamada estanflación está aquí, y detrás de ella viene descontento social e inestabilidad política.

Ya comienza la agitación alrededor del mundo. Las causas son multifactoriales, pero la política monetaria de Estados Unidos juega un papel trascendental. El presidente de Sri Lanka huyó y el palacio de gobierno fue incendiado por turbas multitudinarias, hartas de la corrupción de sus élites. Una ola feminista atraviesa en medio de la teocracia iraní, cuestionando los códigos morales impuestos por la Revolución Islámica de 1979. Las peores protestas sociales en décadas sucedieron en Panamá, un país conocido por tener pocos conflictos sociales. Veinte millones de personas están al borde de la hambruna en el Cuerno de África, mientras se recrudece el conflicto bélico entre Etiopía y Eritrea. Y en República Checa protestan masivamente ante el aumento en el costo de vida, mientras que la extrema derecha hace incursiones importantes en Italia y Suecia. Y, ¿qué ha pasado en México?

Lo que ha salvado al presidente López Obrador de protestas sociales es su gran olfato político. AMLO sabe que si algo provoca la toma de calles es el alza repentina y considerable en el precio de la energía y, más especialmente, de la gasolina: ahí está el gasolinazo de 2017 en México y las protestas alrededor del mundo. Aunado a lo anterior, su política social altamente personalizada, a base de efectivo y sin rendición de cuentas alguna les da un colchón a muchas familias mexicanas. Sin embargo, todo lo anterior representa muy mala política pública: alrededor de 430 mil millones de pesos se han usado para subsidiar la gasolina, un subsidio claramente regresivo que beneficia más a los que más tienen. Ese dinero tan necesario se ha dejado de invertir en rubros esenciales como educación, salud, justicia y seguridad, todos con lastres considerables. Y, por ello, la población mexicana desaprueba al presidente en política pública, pero, finalmente, aprueba su persona, visible en sus relativamente altos grados de aprobación.

“Utilizaría dos palabras para describir el estado del mundo actual: incertidumbre e inestabilidad”, dijo el secretario-general de las Naciones Unidas, António Guterres. De acuerdo a algunos expertos, estamos ante la primera deflación mundial, provocada por una carrera en el alza de tasas de interés a nivel global. Y aunque en México hemos librado las protestas sociales, las políticas públicas implementadas ya nos están mordiendo. Cuando el carismático líder se retire a su rancho en Tabasco, el hechizo se romperá, y entonces veremos.

@FernandoNGE

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