Un cáncer llamado Nepotismo

Puntos Fiscales

José Luis León Robles                                      

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Muy buenos días distinguidos lectores, agradeciendo como siempre su preferencia a esta su columna, tomando en cuenta el tema de la llamada reforma constitucional que busca erradicar el nepotismo, esperando que cuando entre en vigor se cumpla y no sea más que una letra muerta. El nepotismo ha sido una práctica recurrente en la política mexicana, consolidando dinastías de poder a lo largo de la historia. A pesar de los intentos por erradicarlo, aún no se ha logrado erradicar, y vaya que se ha intentado en todos los movimientos políticos. Hoy la noticia es que la presidenta Claudia Sheinbaum celebró la aprobación de la reforma contra el nepotismo, que ella misma impulsó ante el Congreso, marcando un nuevo intento por frenar esta arraigada costumbre en la política mexicana, sin embargo, en la ruin y desesperada forma de no respetar dicha ley legisladores de su propio movimiento y senadores del Partido Verde Ecologista de México aplazaron su puesta en marcha hasta el 2030. Ante esta falta de congruencia política de ciertos personajes que se oponen a la ley para consumar sus aspiraciones personales, es una cultura de la tranza que viene desde el siglo XX, por ejemplo, desde el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), se le acusó de favorecer a su familia, con la asignación de puestos en la administración pública.  No obstante, fue con José López Portillo (1976-1982) cuando esta práctica alcanzó niveles considerados extremos: nombró a su hermana Margarita como directora de Radio, Televisión y Cinematografía, y a su hijo, José Ramón López Portillo, como su secretario particular. Con la llamada llegada del neoliberalismo, el nepotismo no desapareció, sino que adoptó nuevas formas. Los expresidentes Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari privilegiaron la tecnocracia, aunque los lazos familiares siguieron marcando el rumbo del país. Un caso emblemático fue el de Raúl Salinas de Gortari, hermano del entonces presidente, quien amasó una fortuna millonaria a través de negocios gubernamentales y fue encarcelado por el delito de corrupción. Incluso, el Doctor Ernesto Zedillo, intentó proyectar una imagen de tecnócrata, alejado del favoritismo, sin embargo, favoreció a excompañeros del ITAM y de la Universidad de Yale en su gabinete, consolidando una nueva forma de nepotismo basada en redes académicas, o sea no familiares directos, pero sí de círculos académicos por no decir círculos de amiguismo. Como se dice coloquialmente, el Pan tampoco cantó mal las rancheras, con la llegada a la Presidencia, en el año 2000, se esperaba una ruptura con las prácticas del pasado en la administración pública. Sin embargo, el nepotismo continuó. En el gobierno del Calderón, familiares y allegados ocuparon cargos públicos clave. Después regresa el nuevo PRI, con Enrique Peña Nieto (2012-2018) trajo consigo escándalos de corrupción y favoritismo. Se acuerda de su “esposa”, Angélica Rivera, estuvo envuelta en el escándalo de la “Casa Blanca”, una lujosa residencia vinculada a contratistas del gobierno. Además, el Grupo Atlacomulco, del cual Peña Nieto formaba parte, ha sido acusado de mantener redes de poder basadas en el nepotismo durante décadas. Y del Actual partido político en el poder, pues nada más y nada menos que familiares y amigos de los hijos del ex presidente López Obrador ocuparon diferentes puestos en el gobierno federal. Sobresalen, entre ellos cuatro primos, familiares de la primera esposa del presidente, Rocío Beltrán, en la SEP, el IMSS, la Semarnat y la CFE por citar algunos casos. Queda por demás claro que todos los políticos sea del partido que sea a todos les interesa el poder y el dinero público, en beneficio de sus allegados, y por lo menos la actual mandataria federal lleva una buena propuesta legal constitucional que al parecer no es bien visto por su propio partido político. Si el creador nos lo permite nos estaremos leyendo en esta su columna.

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