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Gral. Sandoval, historia, pasado y presente

Razones

Jorge Fernández Menéndez

Tuve la suerte de tener la que fue la única entrevista, larga, de fondo, que hicimos para radio, prensa y televisión durante ese sexenio, en 2001, con el secretario de la Defensa Nacional en la administración Fox, el general Ricardo Clemente Vega García, fallecido luego de una larga enfermedad, el martes pasado.

En ella, cuando comenzaban las labores de una comisión de la Verdad sobre los hechos del pasado, muy similar a la que se puso en marcha en esta administración, el Gral. Vega me dijo, y esa declaración provocó en su momento mucho revuelo mediático, que ya teníamos que olvidar el pasado, que teníamos que mirar hacia el presente y el futuro. No le decía para ignorar la historia, sino para explicar que no podíamos estar ajustando cuentas con el pasado continuamente, mirando hacia atrás sin poder ver el futuro. Tenía razón y esta misma semana, en el evento realizado en el campo militar nro. 1, el Gral. Luis Crescencio Sandoval, ofreció un discurso que me recordó mucho a aquella entrevista con su antecesor, el Gral. Vega García.

El discurso del secretario de la Defensa tiene una doble y triple lectura, está dirigido hacia la institución militar, hacia el propio poder y hacia la sociedad y no niega las miradas hacia el pasado que identifica bien, no con el ajuste de cuentas, sino con la comprensión de la historia real. Comenzó hablando del campo militar nro. 1, recordando que es parte fundamental de la infraestructura militar del ejército mexicano, no lo dijo, pero lo dio a entender, un campo de detención. Recordó lo ocurrido entre 1965 y 1990 pero también los más de cien años de cercanía del ejército con el pueblo, de donde surge este ejército (y esa es una, la más importante, diferencia de nuestro ejército respecto a cualquier otro de América latina).

Señaló que el artículo 89 de la Constitución otorga al presidente de la república el mando sobre las fuerzas armadas “para preservar la seguridad interior y nacional del país” y que las fuerzas armadas están subordinadas al poder civil. Aceptó que el Estado “adoptó medidas” que buscaron garantizar en esos años “la seguridad, el orden constitucional y el estado de derecho”, pero también que “determinadas acciones” se alejaron de “la legalidad y la humanidad” que deben tener como norma.

En ese contexto, reconoció el esfuerzo de los elementos militares, que en ocasiones pagaron, pagan, con la incapacidad física y la vida. Informó de la inclusión de los familiares de los militares caídos en los mecanismos de reconciliación adoptados (donde hasta ahora están solo los familiares de miembros organizaciones armadas enfrentadas entonces con el Estado mexicano) y la inscripción de los militares muertos en acción en el muro del monumento a los caídos por su servicio a la patria.

Este es un recuento de lo dicho por el Gral. Sandoval. Me parecen notables varias cosas. Primero, destacar que no hubo, como no hay hoy, una política autónoma, dictatorial, como hubo en aquellos años en muchos países de la región, del ejército respecto al poder civil. Las políticas las dictó el Estado mexicano y sus representantes civiles. Muchas veces lo hicieron saltando la institucionalidad de las fuerzas armadas, pero legándoles la responsabilidad política. Estoy pensando en el batallón Olimpia en el 68 y en el doble rasero que aplicó la administración Echeverría en muchos temas relacionados.

No lo dijo el secretario de la Defensa, pero se desprende del discurso: los grupos armados desafiaron a un Estado mexicano sin duda autoritario, pero que no era ni una dictadura ni rompía con las formas constitucionales. Nuestras guerrillas de aquellos años no fueron movimientos de masas porque partieron, en muchos sentidos, de la inspiración en otros movimientos armados que sí tenían plena justificación social e histórica. No era así en nuestro caso.

Más allá de eso, como sucedió con distintos grupos, en forma notable con la Liga 23 de septiembre, esas organizaciones fueron también infiltradas y manipuladas por organismos civiles del Estado mexicano (lo investigamos en profundidad en el libro Nadie Supo Nada, la verdadera historia del asesinato de Eugenio Garza Sada, Grijalbo, 2020). En esa lucha se tomaron “determinadas acciones” alejadas de la “legalidad y la humanidad”, pero también se sufrieron agresiones del mismo tipo.

En su discurso el Gral. Sandoval reivindica, y eso es clave en aquel y en el actual contexto, a sus caídos, los incluye en los mecanismos de reconciliación y los inscribe como lo que son, hombres y mujeres caídos en el servicio. No es un gesto menor, todo lo contrario. Sin ese gesto, sin esa decisión y reconocimiento, nunca se llegará a la reconciliación que se propone.

Regreso a lo dicho por el Gral. Vega García, en aquella entrevista de hace ya 20 años: no podemos seguir mirando siempre al pasado tratando de ajustar inútilmente cuentas con él. Eso no quiere decir ignorar la historia, al contrario, hay que conocerla para aprender de ella, pero para mirar hacia el presente y el futuro sin dogmatismos. En el momento y la narrativa política actual, el discurso del Gral. Sandoval supera visiones estrechas y sienta posición. A algunos lo les gustó porque quieren ver sólo un rostro de la realidad, pero esa misma realidad, en aquellos años y hoy también, se debe comprender que es polifacética.

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