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Roy Gómez

En este domingo del Tiempo XII ordinario, el evangelio de Jesús sigue instruyendo a los suyos, o sea a nosotros, a los que venimos cada domingo a escucharle o le buscamos por medio de las escrituras. La semana pasada nos dijo como el hecho de seguirle podría acarrearnos problemas y que ante eso nos mantuviéramos fieles, porque nosotros valemos más que los gorriones. Eso nos decía la semana pasada. Pues bien, ahora abundando un poco más en la idea, nos enseña que la opción por él, por Jesús, debe ser total. La fidelidad a Jesús no puede estar supedita por otras fidelidades humanas. Con Jesús no sirven las medias tintas, ni las indecisiones, ni las ambigüedades. La exigencia del seguimiento es fuerte, nos compromete hasta lo más profundo de nosotros mismos.

En este tiempo de calor, cuando a uno le cuesta hasta pensar, esta palabra del Señor, nos puede sonar a demasiado exigente, y es posible que así sea. Esta exigencia se manifiesta, entre otras, en dos afirmaciones: primero, hoy me dices que mi a amor a ti debe estar incluso por encima que del de mi propia familia. Como dicen hoy: eso es muy fuerte. Ojo que ha habido algunos que mal entendido este texto, han dejado sus obligaciones familiares, por una hipotética llamada de Dios, permítanme que en principio dude de esa llamada del Señor. La auténtica llamada se realiza, cuando lleva consigo primero el cumplimiento de tus obligaciones familiares, en respuesta al cuarto mandamiento que todos conocemos.

Entonces ¿por qué Jesús utiliza esta comparación confusa? Simplemente porque quiere transmitirnos esa necesidad de ser más fieles, y lo hace utilizando una comparación que efectivamente nos haga pensar, una comparación que nos despierte y nos haga reflexionar. Jesús quiere que lo sigamos, sí, pero cumpliendo con nuestras obligaciones de padres o de hijos. Como decía antes, desconfiemos de aquel seguimiento que lleva consigo el dejar desamparado a algún familiar cercano. Ahí seguro que no está Dios.

Dejando esto claro, puedo pasar a la segunda exigencia, también de categoría, ¿cómo llevo la cruz de cada día? Y preguntarse por la cruz es preguntarse por la vida misma, ¿cómo me comporto ante la dificultad, ante los problemas?, me enfrento con ellos, con decisión, o si puedo se los echo al vecino. Ahí es donde tengo que demostrar mi fidelidad a Jesús, el ejemplo suyo lo tenemos bien claro, él se agarró a la cruz, la subió hasta el monte, e incluso dio la vida en ella. Tenemos que reconocer Señor que la mayoría de las veces, ante las cruces de la vida no damos la talla, si puedo me las quito de encima a la menor oportunidad, hago como Pedro y lo doce que desaparecieron en esos momentos de tu lado.

Ahora debemos comprender un poco mejor, porque dices que el que diga que es tu discípulo: tiene que serlo de verdad, no a medias. Pero Señor, a veces nos quedamos solo en la comprensión, es decir sé lo que significa, y a lo sumo en la celebración y en los momentos de reflexión, podemos decirte que estoamos dispuestos a hacerlo, pero en la vida diaria, es muy difícil, la sociedad nuestra no está por la labor, y no vamos a hacerlo solos. Nos desanimamos rápidamente y nos olvidamos fácilmente de lo que nos pides. Y sabemos que te tenemos ahí para que nos soluciones nuestros problemas, y nuestras necesidades, y resulta que si queremos serte fiel eso nos va a traer complicaciones, así que ya me dirás.  Te queremos para que soluciones nuestros problemas y darnos ánimos, no para darme tú más complicaciones.

Te pedimos Señor que nos des claridad de mente para comprender estas cosas, te lo pedimos especialmente hoy para los que estamos aquí. Y lo hacemos recordando siempre a los que menos tienen, a los enfermos, a los que están solos, a los que necesitan de los demás y no encuentran quien les ayude, te pedimos especialmente por ellos… Que así sea…Luz.

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royducky@gmail.com

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