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Acceso a las armas, propiciatoria de masacres en escuelas

Ulises Lara López

Nuevamente un tiroteo acaba con la vida de 19 niños y dos de sus maestras en una escuela primaria en Uvalde, Texas, Estados Unidos.

La lamentable masacre -perpetrada a medio día del pasado martes, por un joven de 18 años que ingresó a la escuela con varias armas para atacar a los niños en sus salones y que al final fue abatido por las autoridades-, para muchos es considerada como el tercer tiroteo más mortífero en toda la historia de Estados Unidos.

Desde luego, derivado de este triste hecho, volverá -como demanda de la opinión pública- a las mesas políticas, de aquella nación, la discusión sobre la posesión y del uso de armas; ya en varias ciudades han crecido las críticas contra políticos que apoyan la venta de armas sin control y también se ha incrementado el clamor para frenar la violencia armada.

Datos duros dados a conocer por la organización Gun Violence Archive indican que, en lo que va de este año, en Estados Unidos los incidentes relacionados con armas de fuego suman 650 menores de edad muertos. De ellos, 141 tenían menos de 11 años de edad, y los 509 restantes -78% del total-, entre 12 y 17 años. En estas cifras se incluyen todos los incidentes vinculados a armas de fuego, como homicidios intencionales, no intencionales y suicidios.

El reporte también destaca que, en 2020, en Estados Unidos, los incidentes con armas de fuego fueron la principal causa de muerte entre menores de edad, superando los accidentes viales.

Asimismo, las estadísticas en el vecino del norte precisan que dentro de su población hay 120 armas por cada 100 personas. Ningún otro país, en el mundo, tiene más armas civiles que personas.

Este es, sin duda, uno de los factores por lo que, tristemente, los tiroteos al interior de los planteles escolares se han dado con mayor frecuencia en Estado Unidos y, ocasionalmente, en Europa.

En México, derivado de la violencia que ha permeado a todos los niveles y componentes de la sociedad, vivimos una realidad donde la familia y, particularmente los niños, adolescentes y jóvenes, que la integran, se han vuelto más vulnerables. A partir de ello, la reciente tragedia en EU, es una cruda realidad que se empieza a presentarse en nuestro país.

Cabe recordar que el 10 de enero de 2020, un alumno de 12 años de edad ingresó al Colegio Cervantes de Torreón, Coahuila, con dos armas de fuego que utilizó para disparar en contra de dos maestros y cinco de sus compañeros, quitándole la vida a su profesora y posteriormente, arrebatándosela él mismo. Tras las investigaciones del tiroteo se reveló, por un lado, un historial familiar vinculado a hechos delictivos de evasión fiscal, narcotráfico y nexos con el crimen organizado y, por otro, que el niño había intentado recrear un videojuego violento. Lo cierto es que el niño vivía en un contexto influenciado por una realidad violenta.

El hecho más reciente, se vivió el 21 de febrero de este año, cuando un alumno -de 12 años de edad- ingresó a su escuela Secundaria, en la Ciudad de México, con un arma que, al manipularla, se disparó en un dedo de la mano. El adolescente llevó el arma desde su casa y tras las investigaciones, las autoridades mantuvieron a su padre bajo custodia policial.

Esto es una muestra de que la violencia está muy presente en los hogares, aunado a ella existen diversos factores como el machismo, el Bullying, la dependencia o afición a videojuegos con contenido violento, una mayor facilidad al acceso de armas, la convivencia de niños, adolescentes y jóvenes con espirales de consumo de mensajes de violencia, adicciones, altamente sexualizados y discriminatorios, entre otros.

Es decir, una realidad que tiene arraigados elementos que, lamentablemente, acercan a niños, adolescentes y jóvenes a acciones delincuenciales y, en consecuencia, que sea la violencia y el uso de armas, una de las primeras causas de muerte en este sector de la población.

En el ámbito escolar, no hemos creado instrumentos que permitan evaluar los tipos y grados de violencia a los que están expuestos nuestros estudiantes en los diferentes niveles y subsistemas educativos. No hemos desarrollado un violentometro escolar y en la mayoría de las escuelas rurales o urbanas desconocemos si cuentan con armas en sus casas y que uso le dan a las mismas, porque nunca lo preguntamos. Esa información la conocen los profesores de manera extraoficial y la comentan en voz baja, en muchos casos se limitan a conocer la violencia que se vive en el entorno de escuelas y sólo reaccionan cuando se desborda. Es decir, somos reactivos y no preventivos ¿Cuántos padres de familia conocen a fondo los riesgos del entorno y únicamente optan por acudir al plantel por sus hijos, en lugar de organizarse y exigir a las autoridades educativas y a los gobiernos municipales, estatales o al poder federal para tomar medidas inmediatas y de largo plazo?

Las autoridades de EEUU no han pasado aún de la condena pública de los hechos y la solidaridad con las familias, pero son incapaces de detener la venta de armas al público abierto. Sea éste un llamado para que reaccionemos TODOS, desde las autoridades de Secretaría de Educación Pública (SEP) con el gobierno de la República, los poderes legislativo y judicial, padres de familia, estudiantes y nuevas generaciones de docentes a que actuemos atendiendo el clamor por una cultura de la paz, contra cualquier forma de violencia y desde luego, por un mundo sin armas.

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