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Ulises Lara López

“Febrero, mes de las inscripciones”. Así, por muchos años, en nuestro país se ha difundido el punto que marca las pautas de transición para los estudiantes que están por concluir un nivel escolar, con la aspiración de acceder a uno nuevo que les permita avanzar en sus anhelos y superaciones.

Al iniciar este mes, en prácticamente todo el Sistema Educativo Nacional, desde el preescolar hasta el nivel superior, se dinamizan las campañas por las que las instituciones educativas promueven su oferta educativa para incrementar sus respectivas matrículas y posicionarse como los centros educativos de vanguardia y garantes de la educación de calidad, a la que mexicanos y mexicanas tenemos derecho humano y constitucional.

En este contexto, una vez más, se reiteran las necesidades urgentes de renovar la educación a fin de consolidar las transformaciones propuestas por las políticas del gobierno. Como en aquellas donde los docentes tuvieron que flexibilizar su forma de enseñar y de comunicarse con el estudiantado, generando una nueva dinámica en la que los padres tuvieron que asumir un rol protagonista en el aprendizaje de sus hijos.

Pero, sobre todo, transformar para asentar un modelo educativo que sea la base de la formación de nuevos ciudadanos y ciudadanas, así como para la construcción de un México mejor. Que garantice la continuidad educativa frente a desafíos, ya no solo como el ocasionado por la pandemia, sino a los que las personas: niños, niñas, adolescentes y jóvenes, enfrentan en su realidad cotidiana.

Es claro, que en la antesala del ciclo escolar 2023-2024 y en el transcurso de la segunda mitad del presente ciclo escolar –el primero que retomó la presencialidad tras los cierres obligados por la pandemia– aún hay pendientes que, nuevamente, se han dejado de atender, uno de ellos es el avance hacia la educación en línea.

Tras las obligadas enseñanzas de la pandemia y de la educación en línea se esperaba una creciente adopción de la educación híbrida, que ayudara a consolidar la transformación digital de los sistemas educativos e impulsar una educación con mayor calidad, inclusión y flexibilidad.

Para los especialistas en la materia, el abordaje pedagógico de estos nuevos modelos debería, en la medida de lo posible, ser guiados por lo que considera “aprendizaje profundo”. Es decir, deberían ser experiencias centradas en el estudiante, individualizadas, relevantes, atractivas, y que generen aprendizajes y habilidades que se mantengan a lo largo de la vida.

Así, en el contexto de la nueva normalidad, los modelos de educación híbrida y a distancia requieren, tanto distribuir contenidos entre plataformas y clases presenciales, como desarrollar modelos de enseñanza y aprendizaje que permitan captar la atención y el interés de las y los estudiantes. Además, deben asegurar interacciones significativas e integradas del estudiantado con el contenido educativo, con sus iguales y con las y los docentes, lo cual es esencial para el proceso de aprendizaje.

Sin dejar de atender lo urgente, es prioritario aprender de la experiencia reciente y preparar a las escuelas, a docentes y a estudiantes para maximizar el aprendizaje y mitigar los riesgos de abandono escolar. Esto requiere repensar la educación y el uso de las tecnologías como una herramienta que ayude a acelerar aprendizajes, más que como un simple canal para transmitir contenidos.

En el nuevo ciclo escolar se debe responder, en lo inmediato, a las necesidades de un proceso de transformación digital de la educación que puede ayudar a construir sistemas educativos con mayor calidad, inclusión y flexibilidad.

Tras las experiencias, es claro que las y los estudiantes que cuentan con una base digital han podido aprovechar mejor los recursos puestos a su disposición que aquellos y aquellas provenientes de hogares con carencias de este tipo. Frente a las brechas digitales, se requiere multiplicar esfuerzos para diversificar los canales que permitan el acceso a los contenidos educativos.

Asimismo, de acuerdo con expertos, es necesario enfocar esfuerzos a: nuevas formas de enseñar, es decir, generar nuevas pedagogías, competencias y perfil de docentes; equipamiento y conectividad, ajustarse tanto a las condiciones digitales de las escuelas y priorizar el acceso a material tecnológico de estudiantes de hogares vulnerables; revisión de plataformas y contenidos: ¿qué y cómo aprenden los estudiantes? Por último, generar bases de datos para dar seguimiento a estudiantes, esto es, tener precisión de dónde están y cómo acompañarles, hacer seguimiento a la trayectoria individual de los estudiantes e identificar de manera temprana a aquellos que están en riesgo de abandono escolar.

Ante esta perspectiva, la implementación de modelos de educación híbrida y a distancia es un tema que debe concentrar esfuerzos de las autoridades y la sociedad en su conjunto. La adopción de dichos modelos tendrá efectos duraderos y con ello es posible afrontar la deserción escolar que padecen todos los niveles educativos pero que se acrecientan en la secundaria y, por consiguiente, en el nivel medio superior.

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