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Las normales rurales en México. Una aproximación

(parte 1)

Ulises Lara López

Un eje fundamental para el engrandecimiento de los pueblos y las sociedades, es la educación.

En nuestro país, esta responsabilidad recae en el Estado mexicano, y por mandato constitucional toda persona que viva en el territorio nacional tiene derecho a recibir educación en el nivel que lo necesite. Y más allá de un beneficio constitucional, es un derecho humano que al que México está obligado por la suscripción de ordenamientos, convenciones y convenios que ha signado a nivel internacional.

En ese tenor cada uno de los modelos que integran el Sistema Educativo Nacional debe ser prioritario para el Gobierno de la República, a través la Secretaría de Educación Pública (SEP) ejecutora de la política medular para el desarrollo del país.

A lo largo del proceso histórico, la educación en México ha pasado por distintos estadios desde el Telpochcalli, la instrucción religiosa hasta la creación de la SEP, la alfabetización a nivel nacional, la estructuración de las misiones culturales, la creación de bibliotecas y los impulsos de su modernización. Y fue en el siglo XX, cuando educación pública enfrentó retos complejos como el crecimiento exponencial de la población y la migración a los centros urbanos, la inequitativa distribución de las oportunidades educativas y la discriminación de diversos tipos.

Derivado de ello, en nuestro país, siempre ha sido controversial tocar el tema de las Escuelas Normales Rurales (ENR), mismas que son instituciones creadas desde 1922 y que se sostienen hasta la fecha. Su objetivo inicial fue formar maestros para que desempañaran sus funciones pedagógicas en el medio rural.

De acuerdo a especialistas en el tema, en cada estado de la República llegó a existir una ENR. De 1922 a 1946 el proyecto tuvo variaciones: 1) De 1922 a 1934 su nombre era ENR. 2) De 1934 a 1946 cambian de ENR a Escuelas Regionales Campesinas (ERC). 3) De 1946 hasta la fecha, conservan su nombre como ENR. La historia de estas escuelas es muy amplia y varía de región en región, pero han tenido una constante: aparecer y reaparecer durante el siglo XX y parte del XXI.

En las Normales Rurales nació una de las organizaciones estudiantiles más longevas: la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). De acuerdo a sus datos representan 15 ENR, más una escuela normal indígena y otro centro regional de educación normal que inscriben su proyecto educativo en los cinco ejes del normalismo rural: académico, productivo, deportivo, cultural y político.

Todos los planteles mantienen los principios que le dieron origen: un sistema de internado, comedor y becas para los estudiantes –hombres y mujeres– que provienen de manera exclusiva de los sectores campesino y proletario de escasos recursos. Una de las características de estas instituciones es el autogobierno de los estudiantes.

La normales están ubicadas en: El Quinto, Sonora; Saucillo, Chihuahua; Aguilera, Durango; San Marcos, Zacatecas; El Cedral, San Luis Potosí; Cañada Honda, Aguascalientes; Atequiza, Jalisco; Tiripetío y Cherán, Michoacán; Teteles, Puebla; Panotla, Tlaxcala; Tenería, Estado de México; Amilcingo, Morelos; Ayotzinapa, Guerrero; Tamazulapam, Oaxaca; Mactumactzá, Chiapas, y Hecelchakán, Campeche. Están en espera de la reapertura como normal rural de El Mexe, Hidalgo, para reintegrarse a la FECSM con la que sumarían 18 instituciones.

De acuerdo con información de la Federación en este ciclo escolar están inscritos 6 mil 569 en el total de las escuelas. Sólo tres superan los 500 estudiantes matriculados: Tenería, Ayotzinapa y Tiripetío. En todas se imparte, de manera básica, la licenciatura en Educación Primaria, adicionalmente en algunas, las licenciaturas en Educación Preescolar, Educación Indígena y Educación Física.

Fue en la presidencia del Gral. Lázaro Cárdenas cuando se exigió que los matriculados en este tipo de instituciones comprobaran su origen humilde, con el fin de atender en sus aulas sólo a los jóvenes que no tuvieran posibilidad de costearse sus estudios.

Los estudiantes matriculados en las Escuelas Normales Rurales permanecían internados seis años. Se recibían adolescentes de entre doce y trece años de edad a los cuales, en algunos casos, se les ofrecía un curso para que concluyeran la primaría con su debida certificación. Enseguida pasaban a cursar la secundaria y, al concluir esta, ingresaban al ciclo profesional para cursar la carrera de maestro normalista.

Durante la etapa de internado recibían vestido, calzado, así como una beca de alimentación y otra denominada “pre” para que sufragaran sus gastos los días que tenían permitido salir de paseo o visitar a sus familiares. Algunas escuelas llegaron a contar incluso con alberca, pero también había las que contaban apenas con los servicios básicos para funcionar.

Durante los seis años que permanecían internados, los estudiantes matriculados en las Escuelas Normales Rurales, además del subsidio del gobierno federal para vivir y estudiar en dichos centros educativos, gozaban de la prerrogativa de que, al egresar, obtenían una plaza de trabajo adscrita en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).

Las Escuelas Normales Rurales fueron un tipo de educación subsidiada que fue impulsada por el Estado y operaron dentro de las 290 Normales que existen en el país. Sin duda, su creación respondió a las necesidades de un país y un sector de la población que durante décadas concentró a la mayoría de las personas que habitaban el territorio nacional. La oferta educativa acompañada de compromisos sociales (internado, apoyos económicos, plaza laboral) impulsaron la política educativa que permitió la transición de una sociedad rural a una eminentemente urbanizada.

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