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Ulises Lara López

Hoy 12 de agosto, como desde 22 años, se conmemora el Día Internacional de la Juventud, fecha que implica un llamado a la comunidad del mundo para impulsar soluciones a los problemas de este sector de la población, para ayudar al desarrollo de su el potencial y para hacer conciencia sobre la solidaridad intergeneracional.

Esto es, más que abundar en la discriminación por edad, que afecta a personas jóvenes y mayores, y que al mismo tiempo que tiene efectos perjudiciales para la sociedad en su conjunto; una oportunidad para fomentar la cooperación, el integración e intercambio de experiencias, habilidades, saberes, entre personas de diferentes generaciones.

En nuestro país, la presencia de la población joven de acuerdo a datos que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) recabó con el Censo de Población y Vivienda 2020, asciende a 31 millones de personas que tienen entre 15 a 29 años de edad; ello representa 25% del total de la población mexicana. La distribución por sexo presenta una ligera proporción más alta de mujeres (51%) que de hombres (49%).

De este universo, llama la atención los resultados en dos factores fundamentales que han enfrentado las personas jóvenes a causa de la pandemia: la educación y la ocupación.

A pesar de que fortaleza natural en su salud física permitió que este sector enfrentara con mayor éxito la crisis sanitaria por la COVID-19, el mayor impacto que ha tenido son los retrocesos generados en la calidad de su educación derivada de la interrupción o disminución del aprendizaje y donde corren el riesgo de experimentar una transición más larga y compleja hacia el ámbito laboral y oportunidades de desarrollo personal y profesional.

Al respecto, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en su primer trimestre de 2021, estima para este sector de la población, una tasa de desocupación de 7%, cuatro puntos porcentuales más alta que la tasa de desocupación para el conjunto de la población mayor de 29 años (3%).

El aumento del desempleo a consecuencia de la COVID-19, ha producido un impacto económico considerable en el mundo, siendo la población joven la más afectada; y pese a que esta situación ha sido una realidad durante años, es muy probable que esta condición incremente el porcentaje de jóvenes desempleados en comparación con el resto de la población.

Sin duda, a ello se suma la discriminación por edad lo cual es un problema insidioso y, a menudo, no abordado en materia de salud, derechos humanos y desarrollo, y afecta tanto a las poblaciones mayores como a las más jóvenes en todo el mundo.

Esto forma parte de fenómeno considerado edadismo, que se refiere a la forma de pensar (estereotipos), sentir (prejuicios) y actuar (discriminación) con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la edad. Esta es una condición que conlleva a una salud más pobre, al aislamiento social, a muertes tempranas y cuesta a las economías miles de millones de dólares.

De acuerdo al Informe Global sobre Edadismo realizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en marzo de 2021, una de cada dos personas en el mundo tiene actitudes edadistas, lo que contribuye a afectar salud física y mental de las personas, además de reducir su calidad de vida; ante ello pide a los gobiernos del mundo actuar con rapidez para aplicar estrategias eficaces contra este problema.

El referido informe de la ONU destaca que, a pesar de la falta de investigación, los jóvenes continúan reportando barreras relacionadas con la edad en varias esferas de sus vidas, como el empleo, la participación política, la salud y la justicia. Asimismo, identifica las intervenciones intergeneracionales como una de las tres estrategias clave para abordar la discriminación por edad.

Es un hecho que el edadismo contra las personas más jóvenes y más mayores ocurre con frecuencia, no está reconocido, no se lucha contra él y tiene consecuencias de largo alcance para la economía y sociedad. Además, la discriminación por edad se cruza frecuentemente con otras formas de sesgo (como el racismo y el sexismo) e impacta a las personas de maneras que les impiden alcanzar su máximo potencial y contribuir de manera integral a su comunidad.

Por otra parte, también es cierto que las actividades intergeneracionales también pueden conducir a un mayor sentido de conexión social y fortalecer la solidaridad intergeneracional.

Al respecto, valdría retomar lo expresado por el Dr. TedrosAdhanom Ghebreyesus, Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “ahora que los países trabajan en la recuperación y reconstrucción con motivo de la pandemia, no podemos permitir que estereotipos, prejuicios y actitudes discriminatorias basados en la edad reduzcan las oportunidades para garantizar la salud, el bienestar y la dignidad de las personas en todas partes”.

Por tanto, ¿qué podemos celebrar este día?

Desde luego el potencial que implica ser joven y sumarnos a multiplicar acciones que contribuyan a solucionar los problemas que en lo local enfrentan los jóvenes; abonar al entendimiento intergeneracional que beneficie a toda la temática relacionada con la juventud y que tienda puentes para disminuir las brechas y los regazos en materia educativa, así como incrementar las oportunidades laborales para su desarrollo personal y profesional que consoliden las transformaciones de nuestras sociedades.

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