Lucía Trejo / Corresponsal Diario de Chiapas
Comitán, Chiapas.- Cientos de personas de diferentes comunidades de Comitán de Domínguez se reúnen para venerar a San Caralampio con la tradicional entrada de flores. La procesión parte desde “El Chumis” hacia el centro de la ciudad.
Las comunidades muestran su respeto ante las cruces en El Chumis con saludos en los cuatro puntos cardinales. Al ritmo de tambor y flauta, el carnaval cobra vida con banderas. Carros alegóricos decorados con flores y música acompañan la procesión, una gran diversidad de personajes se suman a la celebración.
Se espera la llegada de la procesión a la iglesia de San Caralampio entre las dos y cuatro horas de la tarde en donde las comunidades ingresan con sus banderas y presentan sus honores al santo antes del inicio de la misa.
La festividad a San Caralampio es considerada la segunda festividad católica más importante de Comitán, después de la de Santo Domingo, esta fiesta inicia con un novenario y alcanza su punto culminante el 10 de febrero.
Los devotos cuentan que San Caralampio protegió a la comunidad de una plaga que azotó Comitán de Domínguez, evitando su llegada a la zona donde se resguardaba su imagen. También se le atribuye el milagro de traer lluvias tras una severa sequía, luego de ser venerado con una caminata y una entrada de flores.
José Alberto Gordillo, devoto del santo, participa en la entrada de flores como parte de una manda. Desde los seis años se unió a la celebración junto a sus abuelos y, a sus 56 años, lleva consigo una imagen de San Caralampio que le fue obsequiada por el sacerdote Eli en Tuxtla Gutiérrez. Agradece por la salud y bienestar de su familia, llevando la imagen en un remolque adornado con flores rumbo a la iglesia.
Esta tradición, que data de 1850, celebra en esta ocasión su edición número 173. La imagen de San Caralampio, un santo ortodoxo originario de Grecia cuyo nombre significa “resplandeciente”, llegó a Comitán gracias a un militar de apellido Otero.
Don Raymundo Solís, vecino del barrio de La Pila, organizó hizo un novenario en honor al santo y posteriormente lo trasladó a su rancho Tzelton, donde la peste y la plaga no llegaron. Más tarde, donó el terreno donde hoy se encuentra la iglesia dedicada a San Caralampio, consolidando así una tradición que sigue viva en el corazón de los comitecos.

