**Un evangelizador con más de 50 años de vocación: Rodrigo Luna, zacatecano de origen, chiapaneco por adopción y coiteco de corazón.
Edgar Ruiz/ Corresponsal Diario de Chiapas
Ocozocoautla.- La emoción plasmada en sus ojos que brillan da muestra del amor que le tiene a su profesión, misma que lo hizo llegar a esta tierra coiteca, de la cual se siente sumamente agradecido y espera continuar por muchos años más.
Rodrigo Luna Luna cumple este 8 de mayo 54 años de servir el evangelio, siendo un personaje reconocido en el municipio, y es que su vocación por la iglesia católica, bajo su mística, sencillez y buen humor, lo ha hecho ser uno de los más queridos del pueblo.
En entrevista, el Padre Rodrigo dio muestras de su gratitud y se abrió de corazón en esta entrevista en la que contó su vida, el amor por Ocozocoautla y las anécdotas que le ha dejado la iglesia en su carrera de más de 50 años.
INFANCIA MARCADA POR LA FE
Con los dedos de sus manos entrecruzados, como es característico de él, Rodrigo Luna cuenta que su vida de la infancia estuvo marcada por momentos gloriosos que lo llevaron a inclinarse por una vocación que pronto vendría a darle sentido a su vida.
Nacido en el rancho Los Luna, en el municipio Momax, del estado de Zacatecas, el padre Rodrigo cuenta que fue la fe de sus padres la que lo guio a inclinarse por una carrera dentro del sacerdocio.
Asimismo, la influencia de uno de sus tíos, aunada a la creencia del poblado, fue lo que causó mayor revuelo en su sentir, por lo que, al término de su primaria, a la edad de 16 años, se incorporó a un seminario a fin de arrancar su nueva etapa de vida.


Durante la entrevista, el padre Rodrigo se muestra embargado en los recuerdos y, entre suspiros y pequeñas risas, da versiones de su vida infantil, sobre cómo vivió mientras estuvo en la primaria en el municipio de Tlaltenango, Zacatecas, lugar que vería su nacimiento en el mundo eclesiástico tras ingresar a una casa apostólica.
Posteriormente, ya encaminado, Rodrigo Luna narra que ingresa a un seminario en el cual dedica 12 años de su vida para prepararse, 4 de ellos estudiando humanidades, 3 en filosofía y los últimos cinco en teología.
COITA, SU DESTINO
Durante sus estudios, en la última etapa de ellos, afirma que le corresponde venir de misionero a Chiapas, y allí tiene su primer encuentro con el municipio de Ocozocoautla, lugar que de inmediato le agradó para quedarse a vivir.
En su viaje, Rodrigo Luna arriba con nueve compañeros más, y allí conoce a Roberto Díaz (actualmente finado), quien estaba como párroco de la iglesia de San Juan Bautista en este municipio, personaje con el que posteriormente tendría estrecha relación para reforzar la fe católica en esta localidad.
Fue en agosto de 1968 cuando el padre logra realizar actividades con sus demás compañeros de vocación en el municipio coiteco y en la localidad vecina de Berriozábal.
Dicha estancia de poco más de un mes sería suficiente para dejarle un destino, y es que la conexión del padre Rodrigo fue tan inmediata con la gente y el ambiente de Coita que muestra de ello son los 54 años que lleva al frente del sacerdocio estando en este lugar.
Sin embargo, deja en claro que Ocozocoautla le gustó por la calidez de su gente, pero sobre todo porque en ese tiempo era un pueblo necesitado del hambre de la palabra de Dios, siendo una tierra de misión.
MISIÓN EVANGELIZ
Así es que el 8 de mayo de 1971, Rodrigo Luna es ordenado sacerdote, y de inmediato pide venir al municipio piñero, misión que le es concedida e inicia sus primeros pasos como evangelizador.
Analiza que su estadía en Coita ha sido llena de grandes bendiciones y muy buenas anécdotas, por lo que, entre chascarrillos, gusta compartir una de las más recordadas.
“Hay muchas anécdotas, pero recuerdo que en una ocasión me equivoqué de desvío cuando me dirigía a una comunidad, por lo que terminé caminando de más”, comparte entre pequeñas risas.
“Era temporada de lluvia, el camino estaba muy lodoso y tuve que caminar largos tramos con la maleta en hombro. Me agarró la tormenta, fue sufrida mi llegada a la comunidad, hasta que por fin arribé; allí los pobladores me acobijaron y se portaron gentiles”.
Y en ese recuerdo, viene a su mente una frase muy propia que ha usado en diversas reflexiones, donde detalló que agradeció por caminar “presuroso y gozoso”, dos palabras que encierran gran parte de su mundo al frente de esta iglesia.
Aunque su misión para fortalecer la fe en el municipio no hubiese sido posible sin la colaboración del padre Roberto Díaz, aquel que conociera en su vida como estudiante y que en su estancia como sacerdote se convertiría en un compañero y amigo de muchos años.
“El fruto del trabajo evangelizador que se ve hoy en día es gracias también al empeño del padre Roberto Díaz, que en paz descanse; es por ello que Ocozocoautla ha crecido en su fe, y los hermanos actualmente dan dinamismo pastoral”, explica enorgullecido.
CÚMULO DE RECUERDOS
En el transcurso de la charla, Rodrigo Luna se da tiempo para traer hasta la mesa un cúmulo de recuerdos, una serie de imágenes resguardadas en una pequeña caja, de la cual saca muchas sorpresas.
En ella surgen muchas fotos desde su iniciación en la parroquia hasta los últimos meses, recuerdos inmemorables que ha guardado con recelo y que hoy ha decidido compartir con el público.
Una de las primeras que más llama la atención es la de sus padres, y es que Rodrigo Luna llegó a esta ciudad huérfano, pero no sin el alma de las personas que le dieron la vida y le enseñaron los caminos hacia Dios.
La búsqueda de más fotos hace notar una imagen que es una de las facetas que quizás poca gente le conoce, como su amor por la música y el canto, actividad que realizó en sus primeras labores como sacerdote de la iglesia coiteca.
En ella, en la cual aparece con guitarra en mano, el entrevistado explica que fue en la comunidad Alfredo Bonfil, imagen que recuerda con mucho cariño, exponiendo una frase de su ideología: “También cantando se evangeliza”.
Además, da muestra de sus épocas de infancia y juventud. De niño, al lado de su hermana y hermano, a quienes visita cada año, siendo que cada quien tomó un camino muy diferente.
Entre tantos recuerdos surgen imágenes en las que se muestra irreconocible, sobre todo porque la gente de este municipio siempre lo recuerda por su característica barba, la cual no dejaba en sus primeros años como cura.
“No siempre he tenido barba; al principio no me la dejaba, pero fue a partir de que actué como Moisés en una obra teatral cuando me permití modificar el look de mi rostro, y me gustó”, declaró.
Y entre sus más recientes acciones, está el recuerdo de una aventura que llevó a cabo apenas hace algunos años, y tal como él lo dice, “lo que no hice de joven lo vine a hacer de viejo”, haciendo referencia a su visita a la cascada conocida como La Conchuda.
Llegar a este paradisiaco lugar es toda una travesía, ya que hay que caminar por varias horas, hecho que logró muy orgulloso en compañía de los comuneros del poblado El Aguacero.
Respecto a esta visita, Rodrigo Luna detalló que es un lugar hermoso, que jamás imaginó que existiera en Coita y que hoy puede presumirlo con mucha gente.
Su sentimiento también aflora en una postal en la que aparece con sus demás compañeros junto al párroco Roberto Díaz, en su primera visita como misionero a Coita.
CON MIRAS AL FUTURO
Alejarse del municipio que lo ha visto ejercer su vida parroquial no está en sus planes, y es que el amor por esta tierra de la piña es tan grande que quiere que sus últimos días de vida sean aquí.
Actualmente funge como director espiritual de seminario en la sección de Teología en Tuxtla, pero sin abandonar del todo su ayuda a los coitecos, ya que en cualquier oportunidad ofrece su tiempo para acciones en favor de los creyentes de este poblado.
De pronto ejerce un suspiro, hace una pausa y afirma que ha pedido al obispo que, cuando termine su tarea en el seminario, quiere que se le permita pasar sus últimos días en Ocozocoautla.
Esto le hace reflexionar y decirle a la gente, pero sobre todo a los jóvenes, que “soy muy feliz por ser sacerdote, por tener este don, esperando que mis palabras y testimonio sirvan para que Dios fortalezca sus vocaciones tanto para la vida sacerdotal como la religiosa”.
También se dijo contento y emocionado por cumplir tantos años al frente de la iglesia, sin dejar de lado que cada día agradece enormemente a Dios por permitirle vivir, dándole gracias especiales cada 25 de abril en que es su cumpleaños, el día 30 del mismo mes por su bautismo y todos los 8 de mayo en que cumple un año más de encomienda con el catolicismo.
Por último, sabedor de que la muerte no avisa, Rodrigo Luna se siente preparado para lo que Dios le destine, por lo que ya incluso tiene preparado un epitafio, que no dista de su sentir: Zacatecano de origen, chiapaneco por adopción y coiteco de corazón.