MILENIO.COM / Lizeth Hernández
La jeringa atravesó el rostro. La paciente apenas se quejó. Cuando ya no sintió nada, una espátula del tamaño de un mondadientes penetró el ojo y abrió una incisión milimétrica sobre el cristal desde donde se reflejaba la luz blanca del quirófano.
Eran poco más de las 10:00 de la mañana y esta era la segunda de tres cirugías de cataratas programadas para ese día. En menos de una hora, la máquina operada a través de un pedal aspiraba la pequeña telaraña que crecía dentro del ojo para hacer espacio a un nuevo lente que, además de devolver la vista, reducirá el riesgo de fracturas y demencia en el futuro.
Cada año México suma 47 mil 600 casos nuevos de cataratas, enfermedad degenerativa causada por la opacidad del cristalino, una parte del ojo ubicada detrás del iris y la pupila que permite percibir imágenes con nitidez. Según datos de la Secretaría de Salud (Ssa), la afección causa el 34% de los casos de ceguera reversible en el país.