Isaac Hernández, del patio de su casa al “Olimpo” del ballet

El Informador

En un rincón del teatro, entre luces tenues y la calma de los ensayos, Isaac Hernández encontró un momento para hablar con EL INFORMADOR. Lo hizo con la serenidad de quien acaba de escribir una página histórica en la danza: convertirse en el primer mexicano en presentarse como bailarín principal en el legendario Metropolitan Opera House de Nueva York. La emoción le recorría el rostro. Acababa de bailar el papel de Albrecht en el clásico ballet de “Giselle”, bajo la producción del American Ballet Theatre (ABT), una de las compañías más prestigiosas del mundo.
“Es una emoción muy especial… como si toda mi vida, los últimos 35 años, me hubiera preparado para vivir ese momento”, dijo Hernández, quien aseguró no haber sentido nervios, sino una calma profunda, distinta a otros escenarios como la Ópera de París. “Me sentí muy arropado por la compañía, por el público. Me sentí como si toda mi carrera me hubiera llevado a vivir este momento”.

El debut de Isaac Hernández en el MET, el 25 de junio pasado, no sólo marcó un antes y un después para él, sino para el ballet en México. Originario de Guadalajara, Jalisco, el artista ha recorrido una trayectoria que comenzó en el patio de su casa, donde su padre fue su primer maestro, hasta llegar a compartir escena con figuras como Isabella Boylston, con quien interpretó “Giselle”, considerada una pieza fundamental del romanticismo en la danza.
El papel de Albrecht, cuenta Isaac, le es familiar, pero esta vez lo abordó con una perspectiva renovada. “Llevaba trabajando dos o tres semanas con Julio Bocca (considerado el mejor bailarín argentino de todos los tiempos) fue muy emocionante porque no sólo me estaba poniendo sus botas para bailar el personaje, sino también estaba trabajando con él en la interpretación”, narró. Bocca, lo impulsó a explorar una versión distinta del personaje: más viva, más presente.
“Me dijo dos cosas al final del ensayo para el personaje, y curiosamente una de ellas fue estar presente y darme permiso de interpretar el personaje de acuerdo a cada una de las situaciones, y no a lo premeditado”, relató Hernández. La función, entonces, cambió el rumbo. Su interpretación tomó por sorpresa incluso a su compañera de escena. “Hizo que la función se sintiera viva y se pudiera vibrar de una manera muy especial”.
El público neoyorquino, acostumbrado a ver esa producción bajo esquemas rígidos y repetidos durante décadas, se enfrentó a una versión distinta. “Muchos de los comentarios eran de que habían visto este personaje por primera vez de una manera diferente”, recordó el bailarín, visiblemente satisfecho.

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