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La Emperatriz Carlota se arrodilla ante Juárez

Roque Gil Marín Vassallo
Comitán, Chiapas
Esta triste y vergonzosa leyenda surge al final de la intervención francesa en México, entre los años 1862 a 1867, previa al derrocamiento del Segundo Imperio que encabezó el ex Archi Duque de Austria Fernando Maximiliano de Habsburgo, su esposa la Emperatriz Carlota Amalia, Princesa de Bélgica, y un reducido grupo de notables pero malos mexicanos, que fueron conducidos al paredón por la traición y el abandono que les jugó el emperador francés Napoleón III “El Pequeño”. Sin que se haya comprobado nada, el pueblo mexicano sigue contando desde entonces -y día con día se va perdiendo en el olvido- lo que, entre leyenda e historia, se realizó así:

Emperatriz Carlota Amalia

La emperatriz Carlota Amalia, visualizó con mucha anticipación el trágico final que se dejaría venir, porque los liberales mexicanos encabezados por el presidente Benito Juárez nunca dieron tregua a sus enemigos, una vez ganaban y otra perdían las batallas sin llegar a un objetivo esperanzador. Además, el gobierno de Juárez era reconocido como legítimo y popular (democrático) por los Estados Unidos de América (EUA) y otros muchos países de Europa y América, al grado de que el gobierno de EUA, por medio de su Ministro de Relaciones Exteriores, envió un memorando al gobierno francés el 6 de diciembre de 1865, donde manifestaba su descontento por su intervención en México y le pedía que saliera de esta nación lo más pronto posible.
40 días después, el 16 de enero de 1866, llega a México el Barón Saillard, enviado por el emperador Napoleón III, para comunicar a Maximiliano que había decidido retirar sus tropas para enviarlas al norte de África y a Marsella, siendo este el momento en que Carlota presintió el derrumbe fatal del imperio que encabezaban juntos, y que generó una incontrolable desesperación y amargura que hicieron surgir ideas descabelladas pero posibles, como:
1.- Buscar un acercamiento con el Presidente Benito Juárez, para formar un gobierno de coalición mixta Republicano-Monárquico (una república coronada, como Inglaterra, España, Suecia, Noruega y Dinamarca) a fin de que el emperador francés los siguiera protegiendo pero sin necesidad de mantener sus tropas en México, y que esta nueva República formaría parte del Imperio Napoleónico (versión que no se ha podido encontrar nada que lo confirme), y
2.-Por medio de la emperatriz Carlota Amalia, prima hermana de Napoleón III, tratar de convencer al emperador francés para que siguiera manteniendo sus tropas en México; fue lo que se hizo y se programó el viaje de la Emperatriz para entrevistarse con Napoleón.
Antes de partir a Europa, la emperatriz -por iniciativa propia y mediante emisarios secretos- pudo ponerse en comunicación con Juárez por medio de su Ministro de Relaciones, don Melchor Ocampo. Estando el gobierno juarista radicado en Zacatecas, citaron a Carlota en Pachuca, Hidalgo, donde ambos fueron protegidos por sus guardias -previamente habían aceptado respetarse mutuamente- siendo entonces el 5 de julio de 1866, cuando la emperatriz es recibida y al ver al Presidente Juárez, Carlota se arrodilla para implorar el perdón y la amnistía para Maximiliano y sus leales. En ese momento, el Ministro de Relaciones juarista, le dice al Indio de Guelatao: “Ahora o nunca, Señor Presidente”, para sugerir que perdonara al emperador, a la emperatriz y a sus leales, a lo que Juárez respondió: “Nada por la fuerza, todo por el derecho y la razón” y la dejó partir hacia Europa, porque el pueblo mexicano jamás les otorgaría el solicitado perdón.
Así, Carlota llega a Veracruz y el 8 de julio de 1866 aborda el buque de guerra que la llevó a Francia, donde se entrevistó con Napoleón III, quien no accedió a mantener tropas en México ni detener el regreso de las que allá estaban, siendo esta entrevista el 11 de agosto del citado año. La emperatriz se dirige a Roma, donde el 27 de septiembre es recibida por el Papa Pío IX en el Vaticano. Allí, Carlota sufre un ataque de nervios porque no pudo encontrar ayuda y se vuelve totalmente loca para toda su vida.
Para Maximiliano, morir fusilado siendo Emperador de México significó defender el honor y el privilegio invaluable que su alta estirpe real familiar heredaron del magnánimo emperador Carlos V, así como ser digno de ser tan mexicano como Cuauhtémoc, el último Emperador Azteca. Salud.

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