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La primera imprenta en América

Roque Gil Marín Vassallo
Comitán, Chiapas
Una vez que se cumplió la fase bélica de la conquista y sometimiento del Imperio Azteca, como principal dominador de las demás tribus de la Nueva España, el emperador Carlos V y sus Ministros Reales, dieron paso a la etapa de las Audiencias o Tribunales para que impartieran justicia en sus territorios de ultra mar. Hubo dos Audiencias que iniciaron sus actividades el 6 de diciembre de 1528, que terminó el 16 de diciembre de 1530, debido a que el Primer Obispo de México, Monseñor Fray Juan de Zumárraga, le pidió al emperador que terminara y se inició la Segunda Audiencia, la que concluyó sus funciones el 16 de abril de 1535, pues el 17 de los mismos términos, en la ciudad de Barcelona, Carlos V nombró como Primer Virrey de la Nueva España a don Antonio de Mendoza, que era Segundo Conde de Tendillas, y originario del ex Reino Moro de Granada, quien llegó a la Ciudad de México el 15 de octubre de 1535, dando inicio a otra etapa de la dominación española a México: El Virreinato.
Por ser el primer gobernante español que llegó a América enviado por las cortes españolas y que pertenecía a la Nobleza Real de España, su autoridad fue respetada y reconocida con mayor aceptación, por tener decisiones propias directas; además, traía instrucciones precisas de velar por el progreso del culto religioso católico, de atender el reparto de tierras entre los soldados de la conquista, cuidar el orden social, así como crear e impulsar fuentes de trabajo en las colonias españolas a su cargo, por lo que, para controlar el pago de sueldos y salarios, tuvo que crear la Primera Casa de Moneda que la historia registra para nuestro continente americano.
Paralelamente, este Virrey se ocupa de actividades educativas, industriales y comerciales, así como superestructurales del gobierno Novohispano, para lo que, a menos de tres meses de su llegada, don Antonio de Mendoza fundó el Imperial Colegio de Santa Cruz de Santiago Tlaltelolco, que se considera como el más remoto antecedente de la Real y Pontificia Universidad, primera en su género en todo nuestro continente, por lo que se impuso como algo urgente e imprescindible el contar con una imprenta, para imprimir duplicados de las obras editadas solo en España y, debido a la distancia, lo tardado de su traslado y lo reducido de sus ejemplares, era inevitable traer de España esa máquina, para facilitar los estudios universitarios.
La primera imprenta que hubo en el continente americano, llegó al Puerto de Veracruz el 25 de septiembre de 1536 y, a encargo del propio Virrey, fue traída por el impresor italiano don Juan Pablos, que también trajo seis obreros que llevaron esta máquina hasta la Ciudad de México, a donde llegó y fue establecida el 18 de octubre de 1536 y, por encargo del mismo Virrey y del plantel docente, procedieron a imprimir la primera obra que se hizo en América, denominada La escala espiritual para subir al cielo, obra del escritor San Juan Clímaco, de la que desafortunadamente no se conserva ningún ejemplar.
El primer virrey español en la Nueva España, conocía a fondo todos los problemas que la distancia y la ambición produjeron en contra de los oficios y los buenos propósitos que animaban a los monarcas españoles y en particular, del mas bien recordado de los emperadores como lo es Carlos Quinto, que nunca jamás se dignó o consideró necesario hacer un viaje de supervisión o de comprobación de las prácticas o acciones que sus súbditos más altos o más bajos cometían, transgrediendo y desafiando su autoridad y sus leyes, las que solo eran invocadas por algunos misioneros evangelizadores que se ocuparon de defender a los indios y a sus costumbres, su cultura y organización social, pero que al igual que todos los demás también profanaron sus templos, destruyeron sus libros y derribaron sus cúes o iglesias por considerarlas paganas y permitieron que todos aquellos que no aceptaban a su dios y a su doctrina cristiana, los acusaran de herejes, idólatras y paganos que merecían ser excomulgados y castigados con la condena eterna del infierno, ser despojados de sus bienes y asesinados en forma cruel y despiadada, para infundir miedo en los demás y hacerlos aceptar a su dios, a sus vírgenes y a sus santos, por medio de la espada, la hoguera, la picota y el arcabuz.
Salud.

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