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El Covid 19 y demás enfermedades, se perpetúan por la inseguridad. Continuemos abrevando.
A dos horas de Tuxtla, en la Secretaria de Salud, sus médicos acuden algunos días, soliviantados por los administrativos.
En la comunidad donde hay pavimento, agua entubada y electricidad. Los médicos se reirán: están solos desde la ciudad en la tarde.
Ni uno de los lugareños que estudió medicina, regresó a ejercerla a tiempo completo.
Menos si se casó con una citadina, quien adquirió “status”.
No es una crítica. Solo la realidad.
Las primeras generaciones del área biomédica de la escuela de Medicina Humana, sentimos zozobra entre 1975 y 1978. Los médicos antiguos, los de consultorio propio, nos vieron como médicos de tercera. Felizmente, el status de la carrera fue similar a la UNAM, Politécnico, Universidad Veracruzana, Guadalajara, Autónoma de Puebla, Benito Juárez.
Aspiramos y logramos una especialidad. Los hijos de muchos egresados, por no ser admitidos porque había recomendados, es porque el actual rector dice lo “eliminó”. ¿Será cierto? O aun peor: por que aspiraban a algo mejor.
“¡El que es perico, donde quiera es verde!”.
Tienen razón los médicos que temen acudir a una comunidad a prestar sus servicios, existe inseguridad.
Sin embargo, son producto de la sobreprotección familiar.
Hace 50 años, las condiciones que hoy a rechazan existían en las cercanías de Tuxtla y de todas las cabeceras municipales. Los estudiantes ignoran que en 1958 no había drenaje ni agua entubada en Tuxtla. La luz era escasa, mortecina, apenas mejor que el quinqué de petróleo. No todos podían pagarla.
Así nací y durante escasas 4 a 8 horas había luz. Fue en 1963-1964 que hubo luz las 24 horas. Se adquirieron refrigeradores.
Se perdió salud al comer comida congelada y descongelada con todo y plástico, con agua hirviendo, produciéndose enfermedades neoplásicas malignas y autoinmunitarias.
Preparada y vuelta a congelar, cuando ya se produjo el proceso de fermentación y proliferación bacteriana.
¡No se enseña!
El exceso de comida fácil convirtió en obesos a médicos, familiares y personal de salud. Sufrimos las consecuencias: infartos, trombosis, pésima circulación, amputaciones, insuficiencia renal.
Locomoción pésima a consecuencia del automóvil y exceso de flojera.
Hoy, los nuevos médicos descienden de esas familias que los sobreprotegen. En consecuencia, no desean padecer penurias. Lo comprendo.
El mexicano -en particular el chiapaneco- olvidó sus raíces y ayeres.
Desprecia lo antiguo, desechando los recuerdos familiares.

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