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Enrique Flores Amastal

No pude evitar una lágrima
Aunque no te conocí, me entristece tu partida
será que tú decidiste marcharte,
tomaste la valija para el viaje
y cerraste la puerta sin hacer ruido
para no despedirte de quienes
te quisieron…
No pude evitar una lágrima.
Llegado el momento de vivir con ella,
del brazo, brindar en cada bar, tomar la copa,
contarle los sueños, tratar de conquistarla,
y si se puede besarla, finalmente no creo
que sea fea; quizá es una bella mujer.
No sé dónde está, pero no tengo duda, espera,
no hay sociedad clasista,
todos somos iguales y, espera,
es puntual como una inglesa: nunca llega tarde.
Siempre a tiempo,
no hay ritual que valga
solo iniciar el camino.

A la sombra de la jacaranda
A la sombra de la jacaranda
descansas de andar los caminos
con el suelo tapizado azul violeta
hermoseando tu blonda cabellera
guardas tus sueños terrenales.
Con la firme intención de vivir contigo
me acerco a tus labios, sonrientes,
fuiste mi despertar
debo mentir que he besado
tus labios tibios y tiernos.
¡Fantasía, solo fantasía!
pero no puedo vivir sin ellos,
aquellas flores azul violeta
lucen en tu cabellera,
junto a ti, déjame vivir mi invierno,
despertar y ver la jacaranda
adornando el camino
meciéndose con el viento.

Milenios de ausencia
En milenios de ausencia
no te recuerdo.
Hoy estuve a punto de recordarte,
apuré mi copa de vino
y volviste al olvido.
Soltaste mi mano
y me hundí en la negrura
de tu recuerdo.

Enrique Flores Amastal

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