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Enrique Flores Amastal Ciudad de México

Tu rostro

Por la bruma no veo tu rostro,
flotas en el pensamiento
y solo ese vestido blanco que te cubre,
delinea tu silueta, lo atrapa,
carcelariamente me lo niega.
Eres de todos y de nadie
y esos labios tuyos, mundanos,
en los sueños borran tu pasado.
Cuánto desdén arropan tus ojos,
aquella noche que te niega
al pensamiento.
Aquella tarde de abril
en la pirámide Malinalca,
descubrí que existías
y que a pesar de ser pensamiento
ocupas un espacio, vives.
Nuestras miradas se cruzaron,
con tu vestido blanco
que ocultaba tu voluptuosidad,
tu cuerpo.
Te vi ascender y cómo
buscabas la mirada que te deseaba
te esculpía y de ti se apropiaba.
Ceder a tus deseos de mujer caprichosa
en aquellos lugares ajenos
donde aún suenan los timbales
los teponastles y las chirimías,
fue un gran reto, pero ahí estas
en todas mis rutinas,
en esta vida que te comparto.
Ahí en esa población,
con ese vestido blanco,
siguen los sueños,
la misma pirámide,
pero todo ha cambiado
eres una realidad.

Las cosas

Se deben nombrar las cosas
para que sucedan.
Una forma de evitar la locura
es pensarte, soñarte día y noche.
El río es constante
no sabe que es río,
tampoco lo pregunta
solo es y ya.

Enrique Flores Amastal

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