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Rebeca Ruíz Riverol

Un espacio dedicado a la Asociación de Escritores y Poetas Chiapanecos, A.C.

Jorge Éver González Domínguez aepchchiapas@gmail.com

Tulipanes rojos

En una calle oscura, sobre una banqueta estaba Saúl sin ningún latido, brotando de su cuerpo tulipanes rojos, provocados por cuchillos de corte y ganchos. Sí, de “esos” con los que se deshuesan a los animales.
Una semana atrás, Saúl de tan sólo 19 años, salía del Gym, deseoso por convertirse en el nuevo talento del boxeo. Él, cada día entrenaba muy duro, había llegado a la capital para ganar dinero y estar más cerca de su hermana Eva.
Esa mañana decidió visitarla y llegando a la casa, se asomó por la ventana, vio que su cuñado Omar tomaba a Eva como un costal de boxeo: 1 en la cara, 2 en el pecho, 3 golpes más en el estómago, dejándola inconsciente hasta formar en el piso una alfombra de tulipanes rojos.
Saúl forzó la puerta y sin medir su fuerza, lanzó un puñetazo sobre el rostro de Omar hasta que María volvió en sí, corriéndolo de la casa por “lastimar” a su marido.
Siete días pasaron para que Omar junto con sus colegas carniceros… hombres fuertes, acostumbrados al olor de la sangre, practicaran los mejores cortes de carne sobre los brazos y piernas de lo que no era una res.
Omar, a las 2 am, tocando la puerta del zaguán de su suegra, le dio, como un Judas, la noticia del fallecimiento de Saúl. Doña Juliana sintió cómo el dolor la derrumbó hasta caer al piso. Sus hijos trataron de levantarla, sintiendo que el tiempo les daba golpe tras golpe, dejando inconsciente a su razón… Llegaron a la morgue para reconocer el cuerpo destazado de su hermano.
Cuarenta años más tarde, mi tía Esperanza falleció. Su esposo Gerardo nos dio la noticia por teléfono. Jamás hubiéramos imaginado que una mañana, ella sufriera un asalto, provocando su muerte tras 10 puñaladas, dejándola tirada sobre el parque, adornado por palomas blancas que observaban su cadáver semifresco.
Llegamos a Tlaxcala, ahí fue el funeral. Mi tío Gerardo no siguió el oficio de carnicero de su padre, pero sí supo sembrar muy bien los tulipanes rojos sobre el pecho de su esposa. La ambición de poseer todos sus bienes lo convirtieron en el mejor jardinero de Tlaxcala porque jamás se comprobó su crimen, solo en sus ojos se veía ese destello de satisfacción, que años atrás mi abuela y madre habían visto brillar en la mirada de Omar, su padre.
La sangre, que en algún momento cubrió a la familia, hoy es solo un recuerdo. Adán, mi sobrino de seis años, les canta a las flores y yo despido en silencio al tío abuelo Saúl e imagino que mi tía Esperanza, es el polen que cubre a los Tulipanes rojos del jardín.

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