La indolencia que duele a México desde la CNDH

Las madres buscadoras, los colectivos independientes, los medios de comunicación, todo mundo, ha criticado la posición que, como defensora de los derechos humanos de las víctimas, ha asumido Rosario Piedra, la hija de Rosario Ibarra de Piedra, la legendaria mujer que luchó contra el Estado por la violencia, la injusticia que vivió en carne propia por la desaparición de su hijo Jesús Piedra Rosales.

Desde aquel entonces, en la década de los setenta, no se conoce qué fue de la vida del joven estudiante de medicina que estudió en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Su historia sirve de ejemplo de cómo su señora madre se volvió una incansable activista para tratar de encontrar a su hijo o por lo menos conocer cuál fue su destino.

Hoy, más de 50 años después, ese ejemplo de rabia y coraje contra el gobierno tiene un giro de 380 grados en el mismo seno familiar. La insensibilidad de la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra, hija de Rosario Piedra, para defender a las familias mexicanas del cáncer de las desapariciones que día con día se ejecutan en el país, han obligado a un sector de la población, a exigir su renuncia.

Rosario tiene todos los momios en contra a pesar de la defensa a su favor que recibe del gobierno y de senadores y diputados, con mayoría en el Congreso de la Unión. Los partidos PRI, PAN, los colectivos y hasta la ONU, han reclamado la actitud pasiva, casi inexistente de la CNDH para fijar posturas en hechos lamentables de ejecuciones o desapariciones de jóvenes, mujeres e incluso menores de edad.

Su postura nada convincente se reflejó, incluso, cuando buscó la reelección en Derechos Humanos, presentando una carta de apoyo de la Iglesia Católica firmada por el obispo Raúl Vera, que resultó ser falsa y que el mismo prelado desacreditó.

La crisis humanitaria que se vive por la falta de un organismo que vele por las víctimas simplemente no existe.  La apatía, desidia, indiferencia, abandono, desinterés, insensibilidad, negligencia y el descuido que encierra la indolencia de una mujer apegada más a las causas institucionales que al pueblo mexicano son hoy el lastre que vive el país en derechos humanos y que refleja la razón de que México no podrá avanzar, así el gobierno luche y diga que está combatiendo a los grupos criminales.

La CNDH está, a secas, desaparecida, no existe, no tiene razón de ser y debería acompañar a los organismos autónomos que el gobierno ya “desapareció” de la faz de la tierra, como lo fue la ya fenecida INAI, donde la transparencia también ha quedado en el limbo.

Y no existe en la práctica porque no acompaña a las madres buscadoras, porque en el reciente escándalo de horror descubierto en el campo de exterminio Teuchitlán, Jalisco, que dice la FGR que no es tal, sino de adiestramiento, pero donde se confirmó oficialmente que se encontraron restos de huesos humanos calcinados y triturados, la CNDH no forma parte de las investigaciones, porque no tiene la menor intención de acompañar el seguimiento de las investigaciones.

Hoy su dimisión seguirá surcando, comentando, las empresas de comunicación, será tema de análisis, pero todo seguirá igual, mientras se tenga un poder Legislativo que se engañe a sí mismo diciendo que no pasa nada, defendiendo lo indefendible.

México ha sido callado, su gente, mientras no sufra en carne propia los efectos de la violencia, seguirá igual, o peor que nuestros representantes populares, que los servidores públicos, sumiso, desinteresado por reprobar, como mínimo, la postura insolente institucional para defender a las víctimas de los actos terroríficos que realizan los criminales.

Ha sido tal su insensibilidad que en las recientes reuniones que los colectivos sostuvieron con la titular de la Secretaría de Gobernación, Rosario Piedra no ha estado presente. Con estas actitudes de rechazo ni cómo defenderla, bueno, sí, Gerardo Fernández Noroña, es su fan. Respalda su trabajo sobre todas las cosas. En fin.

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