La calidad del artista y su obra, no tiene nada que ver con sus inclinaciones políticas
El fallecimiento del escritor peruano y Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, marcó el fin de varios ciclos: el último vestigio del “boom latinoamericano”, el último Nobel latinoamericano y en lengua española. No obstante, a pesar de estos honores y de su prolífera producción literaria que dejó un paso importante en la literatura universal, no está exento de polémicas, sobre todo en sus opiniones y embates con ciertos personajes políticos.
Hasta hace poco, Vargas Llosa era denostado por el público de Latinoamérica y de su propio país, sobre todo quienes militan en la izquierda, acusándolo de apoyar al “neoliberalismo”. También, en México, fue repudiado por los comentarios que el autor de “Conversaciones en la Catedral” sostuvo con el expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Pero, tiempo atrás, al menos en su literatura encaminó muchos de los temas más relevantes no sólo para el “boom” y sus contemporáneos sino para una generación de escritores que, por medio de su prosa o lírica marcaron el camino de la libertad. No por nada, su obra “La ciudad y los perros” (1963) está catalogada como una de las novelas que critican las convencionalidades sociales de su época, instaurando junto a Julio Cortázar con su “Rayuela” (1963) el “boom latinoamericano”.
Además, fue ferviente crítico de las dictaduras, dejándolo entrever en su novela “La fiesta del chivo” (2000) que junto a otras obras como “El Señor Presidente” (1946) de Miguel Ángel Asturias, “El otoño del patriarca” (1975) de Gabriel García Márquez, retrataron las dictaduras latinoamericanas en el siglo XX.
Recordemos que el propio Mario fue contendiente a la presidencia de su país, pero perdió ante Alberto Fujimori allá en los años noventa. Lo que le ganó cierta simpatía, que poco a poco se fue diluyendo.
Todo esto hará creer que Vargas Llosa fue un gran defensor de la libertad, pero en su actuar, más en los últimos años dejó mucho que desear: sobre todo criticando a candidatos de izquierda en Latinoamérica, como bien se mencionó, el autor de “La civilización del espectáculo” (2012), criticó al gobierno anterior de México, lo que desató cierto desdén hacia él y su obra: siendo este un hazmerreír de los internautas y comunidad literaria, cada vez que opinaba o apoyaba a un candidato, le cual eventualmente terminaba perdiendo en las elecciones.
Lo curioso de esto, es que hasta antes del 2018, cuando el PRI aún estaba en el poder, internautas replicaron hasta el cansancio, el fragmento del panel donde Vargas Llosa y Octavio Paz discutían acerca del papel del intelectual en Latinoamérica, moderados por Enrique Krauze: durante su intervención, Vargas Llosa expuso que el partido en el poder generó la “dictadura perfecta” ; desde luego esta critica fue valiente, teniendo en cuenta la hegemonía del partido y de la televisora que los estaba transmitiendo. Claro, este debate puso a Vargas Llosa como ídolo de los chairos, hasta el momento que comenzó sus críticas hacia López Obrador.
Precisamente, este ejemplo de Vargas Llosa, también nos remite a la antipatía que se ha generado hacia Octavio Paz, sobre todo en las nuevas generaciones que lo tratan de “priista”, vende patrias, malinchista y violentador de mujeres, esto último debido a la turbulenta relación con su ex esposa, Elena Garro.
Otro gran genio de la literatura que no estuvo exento de polémica y que para sus compatriotas representó una vergüenza, fue Jorge Luis Borges, quien, por sus inclinaciones políticas, relacionadas a su afinidad por las dictaduras latinoamericanas, le fue negado el Premio Nobel de Literatura incontables veces; incluso mostró cierta indiferencia hacia los argentinos por lo sucedido en la Guerra de Las Malvinas.
Por cierto, en la mañanera de este lunes 14 de abril, la presidente Claudia Sheinbaum reconoció que a pesar de sus muy marcadas diferencias con el escritor peruano, reconoció que fue unos de los grandes escritores que ha dado nuestra lengua.
De esta manera queda claro, que muchos grandes artistas o escritores, en vida fueron “non gratos”, pero su obra queda inmortalizada en la historia universal.