A pesar de las luchas laborales, persiste la precariedad
Cada 1° de mayo se conmemora el Día del Trabajo, lo que representa en el calendario cívico un descanso y el inicio de un puente vacacional, generando una activación económica en varios puntos de la ciudad y el estado; no obstante, esta fecha es la representación simbólica de las luchas laborales, una reflexión acerca del valor del obrero como motor de las industrias y la economía, pero es la dignificación del trabajo.
En el contexto reciente, al parecer esta lucha tiene mayor significado, donde los salarios a pesar de aumentar, no son capaces de costear la vida de las nuevas generaciones, ya no digamos que pueden propiciar la compra de un patrimonio, ni siquiera para las necesidades básicas.
A esto se le debe agregar las horas laborales que rebasan las ocho horas, el trabajo en casa que rebasa cualquier derecho laboral, el estrés en la era digital, la depresión y ansiedad que ocasionan ciertos trabajos.
Esta fecha tiene sus origines en el siglo XIX, cuando la clase obrera comienza a generar conciencia sobre su rol histórico y a valorizar un salario justo; en su momento fue motivo de represión y castigo, pero con el pasar del siglo XX y el surgimiento de movimientos transgresores, muchos de los privilegios que gozamos fueron ganados a costa de vidas y libertades.
Recordemos que con el “Milagro mexicano” y la influencia del “New Deal” de Estados Unidos a finales de los años cuarenta y gran parte de lo que restaba del siglo XX, los trabajadores mexicanos gozaron de una estabilidad económica, lo que les permitió a las generaciones pasadas adquirir viviendas, terrenos o un auto propio, sumado a los grandes beneficios de ser sindicalizados y estar en el seguro social; hoy en día no es costeable y resulta imposible.
Desde luego hay retrocesos, tal y como sucede con las leyes al trabajo, que poco han abonado al bienestar de los asalariados y redujeron las pensiones, y, por ende, el tiempo de jubilación. También, el” outsourcing”, una práctica muy desleal y poco ética por parte de los empleadores, resulta contraproducente para la fuerza laboral, la cual no está amparada ante las instancias jurídicas.
Otro aspecto a considerar, derivado de las crisis económicas y la falta de acceso a empleos remunerados, es el comercio informal, que, como robo hormiga, merman a las empresas que generan empleos a través de prestaciones y ante la ley; pero, lo cierto es que ese comercio prevalecerá debido a la falta de oportunidades.
Tampoco, descartemos la inseguridad que mina la inversión privada, ya sea por los cobros de piso, los constantes asaltos que resultan en pérdidas financieras y en costos de vida, o el reclutamiento forzado que, ante la falta de buenas condiciones laborales, muchos desgraciadamente caen en estas ofertas que terminan muy mal.
Por ello lo suscitado en Chicago en 1886, hoy en día nos hace pensar la importancia de los trabajadores, tanto en la burocracia como en la iniciativa privada, siendo estos los motores que mueven a las naciones y las economías; claro, no falta el falso gurú del emprendimiento que alegue o reniegue de esta clase social, puesto que su burbuja y limitaciones de pensamiento no le permite dimensionar la importancia sociológica de los obreros.
Así que esta fecha más que un descanso o un puente, es el recordatorio sobre las luchas que como trabajadores han ganado, para bien o para mal, demostrando que falta mucho por hacer en cuenta a las condiciones laborales, pero reconociendo lo mucho que se ha avanzado en la dignificación laboral.
En Chiapas hubo manifestaciones que vuelven a quedar asentadas, registradas en la historia, pero que no necesariamente tienen un peso para que la autoridad revalore las verdaderas garantías que deben tener los trabajadores que pasan más de la tercera parte de su vida en un centro laboral sea este privado o público.