La clase política fantoche, fifí

El decálogo de las buenas costumbres y hábitos que la presidenta de México le mandó a Morena a través de una carta que leyó a los integrantes del Consejo Nacional, la presidenta de dicho partido, Luisa María Alcalde, ha hecho ruido no porque se piense que los “picudos” e “influyentes” del Movimiento de Regeneración Nacional vayan a dejar de privarse de seguir en su rutina de potentados, sino porque tienen el descaro de negar que la “indirecta bien directa” sea para alguno de ellos.

Hay tanto cinismo en la forma en que quieren tratar al pueblo de México, a través de sus respuestas a las interrogantes que les hacen los representantes de los medios de comunicación, que no disimulan el extracto social en el que están encumbrados, que se apresuran a subirse a su camioneta de lujo y blindadas, las cuales valen varios milloncitos de pesos. Eso, para ellos, es estar con el pueblo, pues vaya error.

Ciertamente sería ingenuo pensar que quien llega al poder se limite o se prive el gusto o el deseo de ir a comer a un lugar de poca, donde se sienta lo importante que representa para él o ella estar en un cargo público de primer nivel. Presumir lo que se tiene en ese momento, creemos, no le hace daño a nadie.

Quien sea diputado o funcionario de primer nivel, claro está que goza del status que posee. Otra cosa es que se discuta que, si se lo merece o no, si se es digno tener actos de presunción cuando lo que desempeña no vale ni el pago para que se compre un cacahuate.

Insistimos, el problema de la clase política mexicana actual no es disfrutar, gozar, dejarse querer en algún lugar de primera, donde los servicios que se pagan lo valgan. Quien lo tenga que lo haga, pero no se vale que se escondan en máscaras de austeridad republicana cuando no es así.

Si se atienen a una política pública, pues hay que cumplirla, pero esto de los falsos modales o negar que se sirven con la cuchara de plata, eso es otro cantar, pues en lugar de compadecerse de estos políticos de izquierda falsa, el pueblo se ríe, pues el político engreído cree que su verborrea es suficiente para hacer creer que “el león no es como lo pintan”.

Sobre este panorama fantoche que restriegan en la cara a los mexicanos, cae como anillo al dedo lo que dice Gerardo Fernández Noroña, el presidente de la Mesa Directiva del Senado y reciente militante de Morena, de que a él no le vino el saco sobre lo que dijo la presidenta Claudia, pues él paga de su bolso sus viajes y son, la mayoría, invitaciones que no necesariamente requieren de una inversión, ya que a él le pagan para ir a ofrecer sus conferencias magistrales.

El priista Alejandro Moreno Cárdenas se le fue a la yugular y utilizó la palabra preferida de Andrés Manuel Obrador cuando atacaba a los neoliberales, a los conservadores o lo que es lo mismo, la oposición que no compartía ni estaba de acuerdo en su forma de gobernar: llamó «fifí» a Noroña por tener una «Volvo del Bienestar».

El petista hoy envuelto en la bandera del guinda, fue entrevistado cuando salía del Consejo nacional de Morena para subirse a una camioneta Volvo, que le fue prestada, dice, porque su unidad está en el taller desde hace cuatro meses.

En verdad que hasta el propio Noroña no cree en sus mentiras. Es una mentada de madre para todo aquel ciudadano mexicano, que los hay por millones, que en este momento no puede sacar del taller su carro porque no tiene para pagar 25, 30 o hasta 50 mil pesos por la mano de obra y las refacciones.

No nos imaginamos que todo aquel ciudadano que no tenga su carro en óptimas condiciones, vaya a la agencia y ésta le preste uno sin problema. Noroña tiene razón cuando dice que es su dinero y lo gasta en lo que quiera y como quiera. El problema es que está rentado para una bandera política que ha dado cátedra de “buenos principios de austeridad”. Lo malo es que éstos no se cumplen.

El pueblo no critica que se compre un Volvo o el carro que sea, lo que no le parece es que la presidenta se desgaste encabezando una forma de vida modesta, sin lujos y sus corifeos, los militantes de su propio partido, los líderes de los grupos que lideran el Senado y la Cámara de Diputados, por ejemplo, les valga un comino el discurso oficial.

Para empezar, hay que ser congruente en lo que se dice, con lo que se hace y eso de que no hay paga para comprar un carro nuevo es tan tramposo como creer que una agencia te preste una unidad de lujo y sin pagar un solo peso.

Eso de que no viaja en primera clase, pues que se lo crea su abuela, como suele decir el legislador. En fin. El tema se torna interesante porque está claro que la inmensa mayoría de los mexicanos se soba el lomo para tratar de conseguir sus cosas materiales y no hay nadie en este mundo que te regale las cosas así porque sí. Ni que fuera uno muy bonito y en eso hasta sale perdiendo el senador “envolvedor de conciencias”. Cada día la clase política se ha vuelto más descarada, fantoche y como dice el dirigente del PRI, fifí.

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