Disputa por las 40 horas de trabajo

La reciente visita a Chiapas de la diputada federal de Movimiento Ciudadano, Patricia Mercado, vino a plantear la iniciativa de ley, respeto a la reducción de las horas de trabajo, de reducir de 48 horas que se tienen previstas a las 40, esto con el fin de generar beneficios a la clase trabajadora mexicana y priorizar su bienestar.

Si bien la propuesta ya estaba en marcha, algunos sectores se mostraron apáticos y señalaron, en especial el sector empresarial y partidos de oposición, que no se apela a la competitividad o que las condiciones económicas no son las correctas; esto hizo que la iniciativa se postergará hasta 2030, tirando por la borda esa esperanza para mejorar las condiciones del trabajador mexicano.

Ahora bien, lideres empresariales como los de la Coparmex en Chiapas y demás gremios o cámaras, no se mostraron a favor, basándose en el argumento anterior y mostrando cierta preocupación acerca de cómo les afectará a sus industrias.

Entonces ¿Cómo priorizar el bienestar del trabajador sin afectar la supuesta “competitividad laboral”? Debe generarse una conciliación en beneficio de ambas partes, ya que empresario y trabajador van de la mano para el desarrollo del país, por eso con esta ley deben verse beneficiados sin afectar al otro.

La negativa del sector empresarial respecto a la reducción de estas jornadas, desafortunadamente corresponde, según expertos, a un largo historial de explotación laboral, la cual continúa desafortunadamente en nuestro país.

Asimismo, de acuerdo a datos acerca de la efectividad de las horas de trabajo respecto a la productividad, estos reflejan que, en países de primer mundo, la jornada que es de 36 a 40 horas semanales, la productividad y eficiencia son mejores; en este sentido, cuando se prioriza la comodidad, el bienestar, valoración y el tiempo libre – lo que busca esta reforma-, los obreros tienen un mejor rendimiento.

En el caso de México, tiene estadísticas lamentables, ya que en nuestro país las jornadas laborales son las más largas y las peor pagadas, demostrando que trabajar mucho no se ve reflejado en un buen salario, ni siquiera en prestaciones laborales o seguro social; pero, el empresariado argumenta poca o nula competitividad en esta reforma.

Claro, hay empresarios e industriales que, sí apelan a ello, considerando que es más efectiva la productividad en un horario justo, que el trabajo forzado con muchas horas compromete la seguridad y salud del trabajador.

Por mucho tiempo, las inflaciones o crisis económicas afectan en primera instancia a los trabajadores, quienes desafortunadamente, cuando las iniciativas de ley son puestas en discusión, no los toman en cuenta, demostrando que muchos legisladores están en una “burbuja de privilegios”, sin tomar en cuenta al ciudadano de a pie, que sufre esa indiferencia y apatía cuando no toman en cuenta las leyes basadas en el bienestar común.

Es claro que quienes se oponen, desconocen el calvario al que está atenido la clase trabajadora, y su postura demuestra su “privilegio de clases”, negando las precariedades a las que están atenidos sus propios trabajadores.

Por lo tanto, esta iniciativa urge, en especial para las nuevas generaciones, las cuales pronostican, será una que no tendrá prestaciones y comodidades iguales o mejores que sus predecesores; además, sumando la precariedad laboral a la que estarán atenidos, la reforma mencionada permitirá aminorar esta catastrófica situación que los volvería vulnerables en la vejez.

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