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Arquidiócesis le entra al tema de la violencia en México

El tema es crucial para ver cómo se enfila la política desde del gobierno federal. La respuesta que la Iglesia Católica ha emprendido en cada sermón desde los púlpitos, con relación a la postura presidencial a la cuestionada inseguridad que ahorca al país, puede desencadenar en un nuevo capítulo entre los muchos que han protagonizado a lo largo de la historia.

Con el asesinato de los jesuitas en Chihuahua, los dimes y diretes pueden generar la pérdida de confianza hacia el principal jerarca mexicano que gobierna desde el 2018. La relación Iglesia-Estado manifiesta hacia el exterior que las cosas no andan tan bien, y en este punto, el mandata-rio federal puede entrar en un laberinto del que puede tener muchas dificultades para encontrar la salida.

Si se considera que ambos poderes controlan a sus respectivas esferas, acá la mezcla de confianza y afecto que le depositó en las urnas poco más de 30 millones de personas con su voto a AMLO puede desdeñarse cuando en lo espiritual, cuando en las homilías se le diga a esa gran parte que también son feligreses, que las cosas andan mal en seguridad y entonces hay que extremar cui-dados para proteger a la familia de la violencia.

El arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Manlio Martínez Castilla, sutil en su enjuiciamiento, sin llamar al Presidente por su nombre, lanzó un fusil: “en la situación de violencia actual no sirve de nada “entercarse” (ser terco), sino construir a partir del diálogo el bien común.

Consideró que, si la violencia continúa ganando terreno, pronto las calles serán un peligro no sólo para los sacerdotes, sino para toda la sociedad. Lamentó que México aún tenga gobiernos que no escuchan, y políticos que hablan sin investigar, porque están más interesados en sus “terquedades” que en solucionar los reclamos de la sociedad.

Con el pronunciamiento que hace el arzobispo a nombre de la iglesia en Chiapas, se entiende que la orden de los mandos superiores del clero, bajo la autorización estricta desde el Vaticano, es de suponerse, tienen la encomienda de hacerle ver al presidente que su política de “abrazos no balazos” está errada.

Que el prelado Fabio Martínez se dirija a los representantes de los medios de comunicación para lamentar que “México está siendo rehén de intereses; hay conflictos por intereses políticos, económicos y hasta del narcotráfico”, es una señal de que no está de acuerdo en cómo se conducen los destinos del país.

Al arzobispo se le ha escuchado en muchas ocasiones, cuando los reporteros le cuestionan su punto de vista sobre diversos temas escabrosos que se presentan en la agenda política y social del estado, suavizar o de plano desentenderse de lo que comenta con la clara intención de no afectar el trabajo que hace la autoridad estatal.

Además, tiene claro que la función de la Iglesia, independientemente del tema espiritual, es pugnar como una autoridad moral que defienda a la sociedad de hechos que le afecten en su vida cotidiana. Si la Iglesia, como está establecido en su “normatividad”, busca siempre promover los valores para que éstos formen a hombres y mujeres para el bien común, resulta comprensible que se manifieste para hacer entender a la autoridad civil que la política pública no es la adecuada y, por tanto, habría que reencauzar lo inicialmente propuesto.

El presidente está en su derecho de discernir, de no aceptar lo que la Iglesia Católica considera como una errónea conducción de gobierno en materia de seguridad, pero algo tiene que hacerse para no estar con el “Jesús en la boca”.

Tampoco hay que hacer de estas diferencias una “revolución” pues en este caso, sí que se entraría en un barril de pólvora que en cualquier momento pudiera explotar y justo es lo que ya no se quiere ni desea. Lo ideal es recapacitar, revalorar lo planteado y concentrar la política hacia una dirección donde no estemos expuestos a ser presa fácil de una bala pérdida, pues ello es lo menos que podemos pedir.

Este lunes, en su mañanera, el presidente AMLO prácticamente reculó a sus dichos y como siempre, acusó a los conservadores de meter las manos, ahora a través de la Iglesia Católica. Ofreció “amor y paz” al clero, pero advirtió que “hay una mano negra” por parte de sus adversarios que busca “echarles encima” a la iglesia.

Sensata su postura, pero al mismo tiempo no había lugar a tal grado, ya que la Iglesia lo único que planteó es que el manejo de la seguridad no era la adecuada y sugirió cambiar la estrategia. Lo que es cierto es que el mandatario aprovecha todo lo que está a su alcance para despotricar contra sus adversarios políticos. Ayer fue la Iglesia y ahora nos amaneceremos con las respuestas de los grupos contrarios que se ponen el saco para hacerle el juego a AMLO.

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