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Título de la ministra Yasmín Esquivel, una pesadilla

La tozudez de la ministra Yasmín Esquivel le ha traído más problemas que beneficios o mínimo, estabilidad emocional. El caso del plagio que hizo para integrar su tesis, confirmado por la propia Universidad Autónoma de México (UNAM), la ha dirigido, sin que se dé cuenta, a que su función dentro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se vea ahora como intrascendente, pero, principalmente, le cuestiona la falta de integridad como persona.

Si desde que se hizo público que los dictámenes que han salido desde la Corte con su firma carecen de validez por violar los preceptos que establece el proceso de titulación, hubiese, si bien no renunciado al cargo, por lo menos puesto a disposición de la autoridad y una vez investigado y resuelto el tema del plagio, regresar a su puesto, la ciudadanía y los medios de comunicación hubiesen dejado de lado el delicado asunto.

Sólo imagínense que desde La mañanera el propio presidente Andrés Manuel López Obrador estuvo quemando “cartuchos” para defenderla sólo por ser su amiga y esposa de su principal accionista que tiene en su administración, José María Riobóo.

Sí la ministra se hubiese hecho a un lado, la alharaca de declaraciones en su contra ya habría terminado o por lo menos fueran de bajo perfil. Su terquedad para no renunciar le ha hecho mucho daño a su imagen, a su familia y principalmente a la SCJN, una institución que perderá mucha credibilidad por el “oso” cometido.

No decimos que se dude de su capacidad e inteligencia para estar en semejante cargo, pero a ésta ultima la hace trizas al decidir continuar desempeñándose como ministra. El llamado que la UNAM le hizo para que se presente a declarar debió realizarse en el mayor de los sigilos, pero no. Cuando ya todo México y más allá de sus fronteras su nombre y su puesto como ministra han sido mancillados, qué necesidad de que se le ventile públicamente con un citatorio para que declare lo que a ella le consta.

Por negarse a separarse del cargo por un tiempo, el tema alcanzó a otros personajes como al rector de la UNAM, Enrique Graue, quién tuvo que aguantar los embates del presidente AMLO y estar en el centro de la atención por no asumir una postura de castigo contra Yasmín Esquivel. Y aunque lo denunciara, era lógico que la SEP no haría nada contra la amiga del presidente.

La Universidad extendió el citatorio, en la que puede ir la ministra o mandar un representante. Está claro que si no acude personalmente dejará que las dudas que hay en su contra se consoliden como pruebas en contra. Ahora que, si acude, no debe ir con el mismo discurso de declaraciones que es inocente y que nunca se ha prestado a un acto de corrupción. A más de 35 años de distancia es casi imposible que tenga las pruebas de descargo que el Comité Universitario de ética le ha pedido entregar.

Lo que ensucia el proceso de investigación es que sea el propio mandatario federal el que haya lanzado el reto a la Universidad de México a denunciar ante el Ministerio Público el caso de la ministra. Está más que claro que no lo hará pues, aunque parezca perverso decirlo, el delito ya prescribió y no habría los elementos sólidos para que se haga. Por eso lo refirió el presidente.

Además, si se hubiese dado la querella ante el Ministerio Público, que era el objetivo gubernamental, el fallo de los ministeriales sería a favor de la ministra, pues es sabido que están controlados en sus decisiones por parte de sus jefes que dependen del Poder Ejecutivo.

Por ello, se insiste que la ministra debió tener un poco de vergüenza para evitar que su nombre se siga utilizando como un pretexto por los conservadores o grupos adversarios al gobierno de AMLO. Lo mismo dijo el senador de Morena Alejandro Armenta, quien al abordar la situación de la magistrada hizo hincapié que la “ética y la moral deben ser ‘rescatadas’, por lo que Yasmín Esquivel tiene que ‘reflexionar’.

Sin embargo, a estas alturas del proceso, ya no tiene caso que dé un paso al costado. El resto debe ser, demostrar su inocencia, pero está en chino que logré revertir lo que ya se dictaminó como plagio de la tesis que utilizó la hoy funcionaria judicial federal para titularse. Debió haber asumido la postura de Édgar Ulises Báez Gutiérrez, autor original de la tesis en disputa: quedarse callada y sólo limitarse a responder los cuestionamientos que se le hicieron, pero ante las instancias académicas o de justicia correspondientes

No hay que darle más vuelta a la hoja pues a todas luces se comprobó que la ministra es culpable del delito de plagio y desde lo más alto de las esferas del poder se quiso defender lo que era indefendible. Por ello es un buen pretexto para que la señora Esquivel se vaya a descansar y trate de olvidar la pesadilla del título “patito”. 

Además, no tiene necesidad de seguir estando en el “ojo del huracán” si también se descubrió que es accionista y reportó en 2022 ingresos por más de 4 millones de pesos. Así es que por “paga” no va a sufrir.

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