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Coordinación, lo único para combatir el fentanilo y algo más

El show mediático que se ha protagonizado entre México y los Estados Unidos por el tráfico y consumo de fentanilo, no es que haya desnudado a ambas naciones por la poca atención que le han prestado al grave problema, sino que se han agarrado del tema para buscar protagonismo electoral y de simpatías, según el bando que se quiera tomar.

Por un lado, los parlamentarios y funcionarios al más alto nivel en el vecino país del norte se han enfrascado en una serie de declaraciones con el presidente de México, en el sentido de que no se combate el trasiego y la producción en territorio mexicano de este estupefaciente, y en respuesta, Andrés Manuel López Obrador ha señalado muy estoico que en el país no hay producción del narcótico, además de que no se permitirá que se vulnere la soberanía de México.

En realidad, ni una ni otra cosa. Lo que se vislumbra es un conflicto que se pretende inflarlo como un enredo político en el que en los Estados Unidos los republicanos quieren llevar agua a su molino para ir ganando posición en las próximas elecciones presidenciales de aquel país, y con ello bajar del poder a la camarilla de demócratas que hoy en día están encabezados por Joe Biden. 

¿Cuál es entonces el real problema que trae en disputa a las dos naciones? Se supone que los norteamericanos están molestos porque no se combate el tráfico de fentanilo que está matando a miles de jóvenes de aquella nación. México, responsabiliza a los Estados unidos de no hacer nada para que la juventud lo consuma.

Otra vez: ni lo uno ni lo otro. El verdadero problema es que no hay coordinación para combatir a los grupos que se dedican a producir el fentanilo. La “guerra” la han ido ganado las organizaciones criminales ante la inoperatividad y falta de sensatez de las autoridades mexicanas y norteamericanas.

Que Estados Unidos amenace con intervenir directamente en el combate de éstos, aprovechando toda su infraestructura y equipos digitales, ha acarreado opiniones divididas debido a que se ha corrido la versión equivocada de que eso sería prácticamente una invasión.

O la propuesta del presidente de México de prohibir la venta de fentanilo y buscar el producto sustituto que palie las dolencias de enfermos crónicos o desahuciados no es el remedio, por la sencilla razón de que crear un nuevo medicamento tardaría años y cancelar esta medicina que se produce legalmente del narcótico sintético para calmar el dolor en los enfermos, aceleraría la muerte a quien tiene la necesidad de utilizarlo bajo prescripción médica.

Si esto último se malinterpretó y los conservadores están atacando al mandatario de dejar desprotegidos a quienes tienen la necesidad del medicamento, es como decir que lo que se difunde con insistencia de que el nombramiento de los consejeros del INAI son producto de una negociación entre el PAN y Morena, es una mentira, pues la realidad es que todo el bloque opositor lo acordó con Ricardo Monreal. Es decir, todos dicen y vociferan como les va en la feria.

Lo más lógico que el presidente López Obrador se sacó de la manga decir que cancelaría la comercialización del anestésico en cirugías mayores y post operatorios. Se imaginan la catástrofe si se llegara a concretar esta medida. No nos imaginamos que alguien que esté en la antesala del quirófano se le niegue el uso del fentanilo. Sería una locura y ni los cirujanos podrían realizar sus operaciones.

Estados Unidos, México y cualquier país del mundo lo utiliza con fines médicos. Si es así, el narcótico que ciega y mata a jóvenes es otro, con otras características, es el que llega de Asia, principalmente, como materia prima y en laboratorios clandestinos de México se produce. Las estadísticas del número de jóvenes que lo consumen mexicanos y “gringos” es una señal de alarma, principalmente en Norteamérica.

Bajo este análisis, entonces lo que hay que hacer es combatir la llegada del narcótico. Y si éste no se ha logrado erradicar entonces la lógica es que, en los aeropuertos aéreos, marítimos y aduanas, prevalece la corrupción al más alto nivel. Esa sería la primera línea a tratar.

La segunda, sin que pierdan más el tiempo en declaraciones sin fondo ni forma, las dos entidades, incluidas las de Canadá, aprovechando este tema, deben conjuntar esfuerzos para desaparecer por completo las organizaciones que se dedican a traficar estupefacientes, a los que operan la comercialización y a los que fincan el miedo y el terror.

La palabra mágica para que no continúe el circo, como si los mexicanos fuéramos ingenuos, es que haya colaboración, principalmente entre México y Estados Unidos. Lo que padece México es ya un cáncer, por ello, continuar con esa política conservadurista de la no injerencia de otros gobiernos, es una falacia que hace pensar que en realidad no se quiere ni conviene erradicarlo.

Los grupos de inteligencia saben y conocen al día, cómo se mueven los grupos subversivos. Si en realidad se quisiera, no dudamos que en menos de que cante un gallo, así sean muy graves las consecuencias, el problema estaría resuelto. Lo que pasa es que se ha dejado crecer la impunidad y por ello es será más difícil enfrentar a los grupos criminales. Dejen la palabrería a un lado y pónganse a trabajar en comunión. No hay de otra.

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