Santo Domingo, contaminado y explotado
Que el río Santo Domingo tiene problemas de contaminación, pues sí, pero esto no es de ahora y lo preocupante es que administraciones vienen y se van y el tema del deterioro ambiental es grotesco en esta zona metropolitana, colindante con el colonial municipio de Chiapa de Corzo.
Además, este afluente que en sus mejores años era un caudaloso afluente que alimentada con sus aguas al Río Grijalva, sufre desde hace unas tres décadas de otro fenómeno criminal que es auspiciado por las autoridades: la explotación de arena.
El negocio de empresas que se dedican a este negocio se han hecho millonarias, insistimos, con la complacencia de quienes rigen y autorizan la extracción del mineral. Ninguna autoridad regula el funcionamiento de la extracción, causante, por cierto, de varias tragedias de niños de la zona y bañistas que llegan en temporada de vacaciones, y que han perecido ahogados, al meterse a las pozas artificiales, excavadas a no menos de 10 metros de profundidad promedio.
Las denuncias han sido enérgicas, pero al mismo tiempo, silenciosas, porque los afectados no quieren tener problemas con los potentados que tienen pistoleros a sueldo vigilando que nadie los moleste en su trabajo diario.
Si a este problema se le agrega que la contaminación ambiental está de mírame y no me tientes, entonces la población que habita en por lo menos 20 localidades que forman parte del municipio de Chiapa de Corzo, están en un constante problema de salud pública, debido a que utilizan el servicio de agua de esta zona que extraen a través de los pozos artesianos, contaminados de desechos tóxicos.
En esta parte del municipio chiapacorseño no opera, por cierto, ninguna planta de tratamiento de aguas residuales que hagan menos infectado el agua que corre, o, mejor dicho, estancada, en el afluente.
En la misma situación está la cabecera municipal, donde el emblemático municipio “mágico”, tira también los desechos al río Grijalva, cuyas corrientes de agua desembocan a la presa Chicoasén, misma que en dicha condición de insalubridad se encarga de formar parte del servicio de agua que recoge la población asentada por toda la zona de Mezcalapa hasta llegar al vecino estado de Tabasco.
Por dónde se le quiera ver, la situación es grave y representa un tema con características de estar en terapia intensiva, ya que de no regular la extracción de arena y no controlar y normar el continuo derrame de desechos a el agua de este río que se niega a morir, la generación de agua dulce, limpia y apta para el uso doméstico y para el riego de tierras, tendrá sus últimos años de sobrevivencia.
De ahí la importancia no echar culpas a botepronto, sino de resolver el problema en lo inmediato, cancelar o mínimo, reducir a un 50 por ciento la actividad de las empresas que sacan la arena del afluente.
Las denuncias también han abarcado a los campesinos, quienes se quejan de que ya no hay agua que alcance para cultivar sus hortalizas y los grandes árboles que había en las orillas y dentro del río se están secando, producto de la contaminación del agua y de los trabajos de poda que hacen las excavadoras que andan en busca de más arena.
Lo lamentable es que los funcionarios que debieron atacar el problema desde inicios de la administración federal, estatal y local, en lugar de dejar un proyecto de continuidad para solucionar el problema, lo que están haciendo es preparar sus maletas y apresurándose a cobrar los moches por haberse prestado a no aplicar la ley en este rubro.
Ahora que llegan las nuevas administraciones, al gobernador electo Eduardo Ramírez Aguilar le debe ocupar emprender una tarea que tenga soluciones a corto y mediano plazo.
El Santo Domingo tiene que recuperar su fuerza, pero para ello, se tienen que programar la implementación de plantas de tratamiento que eviten que los desechos lleguen al río, y que se meta en cintura a quienes han hecho de la explotación de arena, un negocio millonario a costa del medio ambiente y de la salud de los ribereños de Chiapa de Corzo y sus alrededores.