A prueba, respuesta oficial al asesinato del padre Marcelo
El asesinato del párroco Marcelo Pérez no puede ni debe quedar impune. Si el gobierno no quiere que la situación se salga de control debe aplicar la ley sin retraso alguno. Las condiciones sociales están tan delicadas que el hilo se puede romper por lo más delgado, y en esta ocasión, parece que la zona Altos puede ser el hervidero de una olla en ebullición.
El crimen del clérigo se venía venir y por eso mismo es de pronóstico reservado lo que puede presentarse en los próximos días y semanas, tomando en cuenta que, como luchador social y defensor de los derechos humanos, era un aliciente para las familias más vulnerables de San Cristóbal y municipios circunvecinos.
Durante su estancia en Simojovel de Allende, donde estuvo más de 10 años, el padre Marcelo se hizo de muchos adversarios por su férrea defensa que sostenía contra las autoridades municipales, a las cuales no les gustó que encabezara marchas y movilizaciones para proteger los derechos de los indígenas de aquella zona.
Su liderazgo puso a prueba la fuerza que tiene la Iglesia Católica con las causas más desprotegidas y su muerte viene a demostrar que su lucha social era más intensa y con una enorme carga de afectación de intereses de los grupos de poder.
Hasta podría decirse que el liderazgo que en su momento tuvo el obispo Samuel Ruiz García empezaba a ser más sobresaliente por parte del padre Marcelo, quien no tenía empacho en comulgar con las masas, en cualquier parte de las zonas Altos y Norte.
Claro, la diferencia entre uno y otro líder, era que quien fuera obispo emérito de San Cristóbal tenía la habilidad de ser el hombre pensante de los movimientos sociales. Así lo hizo estando atrás y acompañando, durante toda su vida el movimiento zapatista.
El tema de una posible convulsión social no es poca cosa ni debe tomarse a una exageración, pues sólo hay que recordar que las revueltas que tiene registrada la historia de este México tienen que ver con las luchas revolucionarias de curas que han encabezado por la justicia social.
Tan delicado se pone la situación, insistimos, que la muerte del párroco Marcelo es mucho más delicada que los problemas de violencia que se centran en el norte del país, donde grupos de la delincuencia organizada se disputan la supremacía del poder, y en la que es evidente que el Estado no ha querido intervenir.
A diferencia de Sinaloa, donde la “chapiza” con la “mayiza” se cobran con la vida las deslealtades y traiciones ejecutadas con el aval de las instituciones, en Chiapas los indígenas reciben un severo golpe que le corta de tajo su esperanza de que sus derechos y lucha social sea respetada por quienes tienen o intentan obtener el control de las comunidades.
La respuesta mediática al asesinato del clérigo tiene tanta repercusión social que no sólo los jerarcas de la Iglesia Católica en el país han levantado la voz, sino que hasta organismos internacionales como Naciones Unidas y de Derechos Humanos pugnan porque haya justicia, tras calificar el suceso como inaceptable.
Habría que decir, para variar, que en este tipo de sucesos no hay casualidades. Quién o quiénes están atrás de esta ejecución vieron que sus cotos de poder estaban en peligro. La ambición no tiene límites y en este sentido, el escenario político social en la zona Altos es de miedo y al mismo tiempo es de consternación.
Quién le privó la vida al padre Marcelo sabe que puede haber una serie de manifestaciones contra las autoridades gubernamentales, enfocadas por reprochar su incapacidad para atender los problemas sociales, pero se les olvida que el mismo gobierno tiene en su poder la información de quiénes podrían ser los ejecutores de este magnicidio.
Y es justo en estos últimos puntos, que no debe tardar en llevar a cabo sus investigaciones para dar con los responsables del atentado criminal. Cierto, como se refería en una nota nacional, los que le cegaron la existencia pudieron ser los integrantes de la organización llamada “Los Motonetos”, pero quien ordenó la ejecución está en otra latitud y eso la autoridad lo tiene claro y preciso.
Esperemos que no tarden mucho tiempo para detener a los responsables, porque el enojo irá creciendo conforme pasen los días y no querernos imaginarnos qué desenlace tendrán las protestas, que hoy todavía no inician porque le están dan culto religioso a las exequias del párroco, luchador social y activista, Marcelo Pérez Pérez. Descanse en paz.