La Silla Rota
A pesar de que, con sus 48 metros de altura, el Cristo de Copoya se convirtió en uno de los más grandes de Latinoamérica —superando incluso al de Río de Janeiro, en Brasil (38 metros)—, el sitio donde se ubica luce descolorido y el turismo, en este caso religioso, no es el que los lugareños esperaban.
Contexto: esta estatua, en la que se invirtieron más de 100 millones de pesos, está ubicada en el ejido Copoya, en Tuxtla Gutiérrez, y fue inaugurada el 6 de diciembre de 2011. Prometía atraer a una gran cantidad de visitantes, pero la realidad es distinta: los comerciantes locales no ven reflejada esa expectativa en sus ingresos.
La imagen pesa 180 toneladas y está erigida en el Cerro de Mactumactzá. Fue diseñada inicialmente por el escultor Gabriel Gallegos y concretada por el arquitecto Jaime Latapí Tapia.
De hecho, el proyecto quedó inconcluso, ya que aún no se cumple lo prometido en 2007 por la administración del entonces gobernador Juan José Sabines Guerrero.
Dentro del plan original se contemplaban áreas verdes, un restaurante y otros espacios; sin embargo, el sitio permanece árido y “sin brillo”.
Para algunos pobladores nativos, o quienes desde hace tiempo viven en el ejido Copoya —ubicado a menos de 10 minutos de la capital chiapaneca—, lo que al principio fue “una fiesta” hoy representa la “hecatombe” de un Cristo que, de glorioso, solo conserva el recuerdo.
Consciente de la situación, Amparito, vendedora de curtidos, refrescos y otros productos, lamenta que las ventas sean demasiado bajas, y que el turismo que llega a Copoya solo visite el Cristo sin recorrer las calles del ejido, que también requieren de una “manita de gato”.
“Sólo vienen y se van, ahí dentro hay cafetería, o en ciertos días hay vendimias, entonces el turista ya no recorre el pueblo, y pues por lo general así luce, todo muerto”, confiesa.
Otra vendedora de antojitos como empanadas, tacos fritos y la bebida tradicional conocida como pozol, quien prefirió reservar su nombre, lamenta que el Glorioso Cristo de Copoya no les reditúe en nada.
Asevera además que la afluencia al monumento religioso es escasa durante la mayor parte del año, y que los visitantes no gastan en los negocios locales como se había esperado.
De acuerdo con Francisco Rojas Toledo, regidor del Ayuntamiento de Tuxtla, la realidad es que Copoya es un ejido que permanece olvidado.
Aunque destaca que cada vez más personas visitan el Glorioso Cristo de Copoya, considera urgente no solo promover el lugar, sino también fomentar la apertura de negocios de artesanías y restaurantes con gastronomía zoque para que los visitantes se queden a consumir en el pueblo.
Convencido de que Copoya podría llegar a ser un Pueblo Mágico, señala que otro error fue construir calles de concreto, ya que esto le restó la esencia tradicional al poblado.
