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Benjamin Ivry Sante Lesti

¿Cuál es el historial del papa Benedicto respecto a los judíos?

Benjamin Ivry

El Pontífice dijo que creía en la coexistencia de judíos y cristianos, pero tardó bastante en llegar a ese punto.

Cuando el anterior pontífice, Benedicto XVI, falleció la víspera de Año Nuevo a los 95 años, el papa Francisco lo elogió por ser, entre otras cosas, una persona “amable” (gentile en italiano).

Parafraseando a Blanche Dubois en Un tranvía llamado deseo, ¿tienen que depender siempre los judíos de la amabilidad de los papas?

Nacido Joseph Aloisius Ratzinger en Marktl, en la Alta Baviera, Benedicto ingresó en las Juventudes Hitlerianas del partido nazi a los 14 años, aunque los historiadores no se ponen de acuerdo sobre si su afiliación fue obligatoria o voluntaria. Mucho menos publicitado sería su reclutamiento a los 16 años para tareas antiaéreas en Múnich y su posterior incorporación, a los 21, al ejército nazi.

Según declaró a uno de sus biógrafos, su servicio en Infantería fue “relativamente inofensivo”, ya que nunca se le envió al frente ni disparó un solo tiro. Aun así, Benedicto se mostró reticente en lo tocante a enfrentarse de modo personal al nazismo, sobre todo en comparación con su predecesor, el Papa Juan Pablo II, que hablaba a menudo de la ocupación alemana de su Polonia natal.

Incluso durante una visita en 2009 al Yad Vashem, el monumento oficial de Israel a las víctimas del Holocausto, los comentarios de Benedicto fueron vagos y superficiales, omitiendo cualquier elemento autobiográfico o mención siquiera de los alemanes y los nazis, por no hablar de la colaboración de la Iglesia en el Holocausto o la aniquilación de los judíos europeos.

Peor aún, Benedicto se negó a poner un pie en el museo del Yad Vashem, porque se le informó de que contenía una exposición crítica con las acciones –y las inacciones– durante el Holocausto de uno de sus predecesores, el papa Pío XII. Mientras los historiadores siguen debatiendo la respuesta de Pío XII a la aniquilación de los judíos de Europa, Benedicto ha defendido con firmeza la política vaticana de ensalzarlo. Benedicto hizo lo mismo durante años como jefe de Juan Pablo II de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe. Este organismo sancionaba a monjas norteamericanas y a otros católicos que se oponían a la doctrina ultraconservadora de la Iglesia.

Durante estos años de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la prensa internacional empezó a llamar al entonces cardenal Ratzinger con apodos poco halagüeños como “el rottweiler de Dios” y “el pastor alemán”. Aunque de modales suaves en sus encuentros personales, lo que puede haber inspirado optimismo entre los líderes judíos que se entrevistaban con él, Benedicto se mostró excesivamente decidido en su agenda reaccionaria. Aceleró el proceso de canonización del papa Pío XII, a pesar de las protestas.

Mantuvo inflexiblemente sus puntos de vista religiosos a lo largo de toda su carrera. En 1987, durante la pandemia del SIDA, Benedicto afirmó con vehemencia que la Iglesia católica debía rechazar el uso del preservativo como prevención frente a la transmisión vírica; los preservativos causarían el SIDA, declaró, por la “facilitación del mal”. Dos décadas más tarde, otro tipo de idea preconcebida se trasladó a la doctrina de la Iglesia de una forma que, para algunos, recordaba a los oscuros días del antisemitismo europeo.

En 2007, Benedicto XVI publicó Summorum Pontificum (“De los Sumos Pontífices”), una carta apostólica que establecía normas para la celebración de la misa tradicional en latín. En ella se reinstauraba una oración del Viernes Santo que había quedado obsoleta y que contenía referencias abiertamente antisemitas a la “ceguera” y la “obscuridad” de los judíos como personas que aún no se habían convertido a la presunta fe única válida, el cristianismo.

Tras las protestas de las organizaciones judías, el papa Benedicto hizo revisar la oración ofensiva, eliminando las referencias a la “ceguera” y la “obscuridad” de los judíos. La polémica, sin embargo, continuó.

En 2009, el Papa Benedicto levantó la excomunión de cuatro obispos de la Sociedad de San Pío X (SSPX), un grupo que rechazaba todo diálogo interreligioso con el judaísmo, sosteniendo que los judíos habían matado a Jesús e intentaban apoderarse del mundo.

Uno de estos obispos indultados, Richard Williamson, de Buckinghamshire (Inglaterra), opinó durante una emisión de la televisión sueca que en el Holocausto habrán muerto menos de 300.000 judíos y que los nazis nunca utilizaron cámaras de gas, lo que provocó que un tribunal alemán le condenara por negación del Holocausto. El Vaticano respondió que el Papa Benedicto “desconocía” las opiniones de Williamson cuando levantó la excomunión como gesto de “acercamiento” para fomentar el diálogo y la buena voluntad.

El Times de Londres informó de otras intervenciones del obispo Williamson en 2009, cuando insinuó que los judíos eran unos mentirosos emocionales en lo que respecta al Holocausto. Prueba de ello podía encontrarse en la película musical The Sound of Music [Sonrisas y lágrimas] que Williamson consideraba un “fango que pudre el alma” porque pone “la simpatía y la diversión en lugar de la autoridad y las normas” y, por tanto, “invita al desorden entre padres e hijos”.

Dejando a un lado la maldad de Rodgers & Hammerstein [autores del musical antedicho], el teólogo Ambrose Mong sugirió que Benedicto acariciaba creencias más serias expresadas en su libro de 1999 Many Religions, One Covenant: Israel, the Church and the World (Muchas religiones, una alianza: Israel, la Iglesia y el mundo), según el cual el cristianismo “completa” el judaísmo y los judíos pueden cumplir únicamente su herencia “haciéndose cristianos”.

Sólo en su libro de 2011, Jesús de Nazaret, se reformuló un poco el punto de vista de Benedicto. Aunque seguía estando seguro de que el judaísmo se completaba en el cristianismo y quedaba eclipsado por él, Benedicto consideraba que no había que gastar energías en intentar convertir a los judíos; era mejor aceptar el judaísmo y el cristianismo como confesiones complementarias.

Benedicto tardó hasta 2011 en llegar a estas conclusiones. Este progreso extremadamente pausado, si es que fue un progreso, así como algunas de las posturas que aún defendía, siguen preocupando a algunos observadores judíos. Su biógrafo John L. Allen señaló que la postura teológica de Benedicto, “que, para los cristianos, la historia y las escrituras judías alcanzan su plenitud sólo en Cristo, resulta profundamente ofensiva para algunos judíos y ha sido tachada de ser una forma de ‘antisemitismo teológico’ por algunos estudiosos”.

Benedicto expresó estas convicciones mucho antes de convertirse en papa. En una entrevista concedida en 1987 al periódico italiano Il Sabato, el entonces cardenal Ratzinger manifestó una primera versión de la misma opinión de que la única manera de que los judíos pudieran ser fieles a su herencia era convirtiéndose al cristianismo. Aludió a Edith Stein, una filósofa judía alemana que se hizo monja carmelita.

A Stein la canonizaron como mártir y santa de la Iglesia católica tras ser asesinada en el campo de concentración de Auschwitz en 1942. Para Benedicto, al “encontrar la fe en Cristo, [Stein] entró en la plena herencia de Abraham… Se volvió hacia su herencia judía para poseer una herencia nueva y diversa. Pero al entrar en unidad con Cristo, entró en el corazón mismo del judaísmo”.

Aunque se sucedieron los desmentidos pro forma y las alegaciones de citas erróneas, el rabino Wolfe Kelman, líder del judaísmo conservador norteamericano, y originario de Austria, observó que, como hablante nativo del alemán, tenía claro que el mensaje del entonces cardenal Ratzinger era que “el ideal para los judíos estriba en hacerse cristianos”.

Tal vez el problema fuera, como explicó el historiador religioso Karma Ben-Johanan, que “a diferencia de Juan Pablo II, Ratzinger no tenía una relación personal especial con los judíos”. Tampoco sus puntos de vista sobre el judaísmo cambiaron esencialmente después de convertirse en Papa, aunque Ben-Johanan agregó: “sus diferentes sombreros requerían, sin embargo, a menudo que discutiera el asunto de diferentes maneras”.

En fecha tan reciente como 2018, Benedicto levantó ampollas con un artículo que mostraba, según el teólogo católico alemán Michael Böhnke, una “comprensión problemática del judaísmo, e ignoraba el sufrimiento que los cristianos habían infligido a los judíos”. El entonces ex Papa Benedicto seguía sugiriendo que los cristianos tenían una misión, que implicaba la conversión, respecto a los judíos, en lugar del mero diálogo.

El Vaticano insistió en su respuesta en que debía existir diálogo entre judíos y cristianos, acerca de si Jesús era el Hijo de Dios. Y así continuaron resonando las paradojas del legado del papa Benedicto a través de sus opiniones dogmáticas sobre la comunicación interreligiosa. Tal vez, como dijo el Hamlet de Shakespeare, Benedicto podría mostrar “un poco más de parentela, y un poco menos de gentileza”.

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