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Celos patológicos, psicóticos, enfermizos

De Adicto a ADICTO

Por Ernesto Agustín Salayandía García

Memorias de un adicto
Recuerdo tristemente el maltrato físico y emocional que le di a mi esposa por mi celotipia, puse grabadora al teléfono y me la pasé registrando sus bolsas, inspeccionando su ropa, abriendo cajones, sacando todo tipo de objetos que me dieran la certeza de que ella me engañaba. Fui capaz de esculcar en los sillones de la sala, debajo de los colchones, hurgar en periódicos, revistas, papelitos, recibos telefónicos, en los asientos, cajuela y ceniceros de la camioneta que ella usaba, buscaba como loco por todos lados. Mi mente enferma era capaz de engendrar las más sucias y perversas escenas, denigrantes degeneraciones. Mi mente armaba y generaba escenas de película XXX y muchas de ellas venían a mi mente en los momentos más íntimos, lo que me causaba al mismo tiempo dolor y placer, era un verdadero tormento.
Marea Roja
Hace 29 años, yo tenía un excelente trabajo que me encantaba, en verdad me hacía muy feliz, me gustaba mucho todo lo que giraba alrededor del mismo. Tuve la oportunidad de producir, conducir y dirigir un noticiario estatal de radio en mi estado natal. La Voz de Chihuahua, el otro sabor de la noticia. Me daba poder, mucho poder, importancia, prestigio, una posición envidiable y dinero. Me permitía desenvolverme en el mediocre mundo de los enanos, yo era uno de ellos, solo que saltarín y más cremosito. Mi mundo era el de las máscaras, las armaduras y las apariencias. ¿Cuánto tienes?, tanto vales. Yo vivía para los demás, en complacencias, era el rey, que buscaba constantemente la aprobación de todas las personas, me preocupaban la crítica y el chisme, y el ¿Qué dirán? Me traían de cabeza. No comprendía que las palmaditas eran para el medio de comunicación y no para mí. En Navidad no cabían en mi casa los regalos, arcones y tarjetas. Ahora que no estoy al aire, pregúntenme quién se acuerda de mí. El interés tiene pies. – Cuanto tienes, cuanto vales
Ernesto Salayandía García… La Voz de Chihuahua
Aparentemente lo tenía todo, una imagen pública posicionada, posesionada, arraigada, una estructura socioeconómica que me permitía sentirme bien cuando me buscaban por todos lados, así como resolver al instante cualquier problema, por muy grueso o costoso que este fuera. Dominaba un alto nivel de audiencia en el norte de México, jamás visto, lo tenía todo, credibilidad, fuerza, liderazgo, dependían de mí, más de 60 personas entre reporteros, redactores, locutores, operadores, secretarias, vendedores de publicidad, corresponsales, secretarias y colaboradores, entre otros, lo tenía todo, pero mi drogadicción me despojo de todo, me robo mi trabajo, mi éxito, mi trayectoria, la droga, extermino mi vida en todos los sentidos, me volví loco, hundido en depresión y con un nivel de ansiedad altísimo, Me drogaba para vivir, vivía, para drogarme.- Tenía una mujer hermosa, autos, vivía en una súper residencia con alberca techada, jardines, muchas recámaras, salas y otras cosas. Ahí en ese cuadro, están mis cuatro hijos, tres varones y una encantadora mujercita, la mayor, por supuesto; ahí estaba también mi madre, que es el glamour andando, en apariencia, éramos la familia feliz, nadie podía imaginar que ese “gran periodista” había trasformado en un súper drogadicto, alcohólico, neurótico, maniaco depresivo, secuestrado por du celotipia infernal, obsesión que mata, lo tenía todo, empleados, asistentes, “amigos”, todo lo que la felicidad puede representar, pero… no me tenía a mí mismo. Contaba yo con mi staff de colaboradores personales, chofer, jardineros, gurda espaldas, más 3 sirvientes en mi casa, una villa tipo colonial italiano; contaba con dos asistentes que me resolvían todo tipo de problemas, incluso hasta ir con el pucher1 hasta 5 o más veces al día, velarme el sueño a las 3 de la tarde, o conseguir recetas para comprar medicamentos controlados como Nubain, que es morfina sintética o fármacos controlados como el Tafil, Valium, Lexotan, Ribotil y otras porquerías más. Lo tenía todo, y estaba lleno de soberbia. ¿Qué hora es?, La que usted mande patrón. ¿Qué problemas puedes tener si prácticamente lo tienes todo, todo en absoluto?… ¿Todo?
Me gané fama y respeto. Me gané la simpatía y la admiración de muchísimas personas, la mayoría mujeres, de todas las clases sociales; pero también me gané envidias, repudio y odio. En suma, generé resentimientos en mi contra, que aún percibo en hombres y mujeres, del apestoso mundo del poder y la política, que no olvidan mis comentarios, pero si han olvidado los generosos espacios que les otorgué en mi programa radiofónico. Tuve ese enorme poder dentro de la comunicación, me gané enemigos, y amigos de las apariencias; y a pesar de toda esa posición, yo tenía un gran vacío espiritual, un hueco muy grande……Y lo perdí todo, todo eso se me fue de las manos. Yo no sabía lo enfermo que estaba, y menos, estando dentro del tráfico en el mundo de la soberbia, donde yo era alguien muy representativo, y destilaba mi prepotencia con singular expresión, no sabía que estaba muy dañado de mis emociones, y aunque mis conductas así lo acreditaban, yo estaba en la negación total. Yo no tengo el problema ¿No?
Prendido de la cocaína, del Nubain, que es morfina sintética, de las pastillas y del vodka, comencé a perderlo todo: el peso, mi imagen, que era de una apariencia deprimente, prácticamente la tristeza andando, súper flaco, muy flaco y amarillento, ojeroso, con la mirada caída, perdida, triste, sin luz, sin esperanza. No había brillo en mis ojos, podrido por dentro y por fuera, lo blanco de los ojos que se llama esclerótica, se tornaba café cenizo por el severo daño que le causaba a mi hígado, llegue a pesar menos de 60 kilos, por la droga, no dormía, ni comía, no trabajaba, no vivía.
Muerto en vida, pero aún lleno de prepotencia y de achichincles; muerto en vida, pero orgulloso y engreído, como esa tarde en la que me burlé de los compañeros que fueron a darme el mensaje de mi fraternidad “Alcohólicos Anónimos”. Negado hasta las “cachas”, pero tuve que pagar severamente las consecuencias; me burlé de ellos, les ofrecí una cerveza o un vodkita, y tomé desvergonzadamente, delante de ellos. Y aunque no dijeron nada, hubo algo que me marcó de por vida. Tiempo al tiempo, si es que antes no te mueres. Así se me dijo a mí, y no hice caso. Con el alcohol y las drogas no se juega, no hay quien les haya ganado la batalla, tarde que temprano, la obsesión te gana. Lo que tú le avientas a la vida, la vida te lo regresa, es el boomerang, todo se paga, nunca antes ni después, siempre justo en tiempo. El que la hace, la paga, y el boomerang es un huracán rugiente, y te pega donde más te duele, Tarde que temprano, todo se paga.
Celotipia infernal
En aquel tiempo, mi mujer y mis dos hijos pequeños se fueron de vacaciones a Tijuana, y me quedé solo en mi residencia con alberca techada y un estilo colonial italiano, jardines y bambús por todos lados. La relación con mi esposa era buena y cordial, al menos así lo denotaba yo, y ella se extrañaba mucho cada noche que hablábamos por teléfono, la hostigaba con mis celos patológicos, enfermizos, me invadió en mi mente enferma, una celotipia obsesiva, destructiva, por demás psicótica, patológica. – Amor, ¿Qué te pasa, por qué me dices eso? Ella extrañada, sacada de onda me preguntaba, mientras que yo indignado, enojado, le colgaba, aventaba el aparato telefónico o lo golpeaba. La denigraba, humillándola, tratándola como prostituta, ofendiéndola sin razón, y ella no sabía qué demonios pasaba, porque desconocía por completo lo que yo traía en mi mente, que era toda una película de terror y de celotipia infernal, por la droga tenía un pensamiento obsesivo, lo que ahora llamo la loca de la azotea, mi lenguaje era grosero, por demás vulgar y agresivo.

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