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Dr. Gilberto de los Santos Cruz

Paulo Freire, afirma “la educación sola no cambia la sociedad. Pero, tampoco sin ella la sociedad cambia”. Para que podamos construir una sociedad libre de todo tipo de opresión, la educación debe ser emancipadora, capaz de transformar el presente y el futuro de niñas/os, adolescentes, jóvenes y personas adultas desde la reflexión, el diálogo, el pensamiento crítico; desde la capacidad de indagar, cuestionar, discernir, imaginar y accionar por otros mundos posibles. La emancipación parte, como dice Freire, del diálogo como un principio ético y político. Es desde el diálogo que la educación, siendo emancipadora, puede orientarse a los propósitos de los derechos humanos; a la construcción de la paz y de ciudadanías activas, críticas y participativas; al fortalecimiento de nuestras democracias; y a la superación de las desigualdades y discriminaciones. La consolidación de sistemas públicos de educación, que aseguren la gratuidad y la universalidad para todos y todas, y que sean emancipadores y garantes de derechos.

Ejes para promover una educación emancipadora Educar para la libertad “Nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo. Las personas se liberan en comunión “Los principios de la educación popular nos enseñan que la educación debe ser dialógica, desde y para la promoción de relaciones horizontales con y entre educadores y educandos, y desde pedagogías y prácticas promotoras de conciencia crítica respecto al mundo en que vivimos, respecto a nuestros tiempos y espacios, a nuestras historias y culturas, capaz así de promover transformación y liberación. Una educación emancipadora, promotora de conciencia crítica y que por lo tanto libera, genera condiciones para que todas las personas puedan participar, en pie de igualdad, en la vida económica, política, cultural y social de los distintos lugares. Educación transformadora “Toda educación debe ser popular. Toda educación debe ser derecho. Toda educación debe tener como prioridad las personas que sufren de algún nivel de asimetría. Toda educación debe ser una educación que construye nuestras capacidades de soñar y de transformar, capacidades de conocimiento de los más sencillos a los más complejos, desde diálogos de saberes, como los saberes populares y los conocimientos ancestrales” (Oscar Jara, sociólogo y educador popular) La educación tiene como función la transformación del mundo. Es movimiento que nos construye como personas, y por lo tanto construye nuestra capacidad de transformar la realidad, y así cambiar las asimetrías sociales, uniendo a las personas y entidades que luchan por una sociedad libre de cualquier opresión, marginalización, explotación y exclusión social. De esa manera, la educación debe contribuir a que las personas estén conectadas a su tiempo y espacio, conozcan su territorio, su contexto, su historia, su diversidad cultural. En ese sentido, los espacios y procesos de educación informal, no formal y formal deben estar estrechamente relacionados, siendo promotores de culturas y saberes, investigación, enseñanza y extensión, contribuyendo así para transformaciones hacia horizontes de justicia económica, social y ambiental. Educación decolonizadora “Vivimos en sociedades, en las cuales no se puede entender la opresión o la dominación, la desigualdad, sin la idea de que continuamos siendo, en muchos aspectos, sociedades coloniales” Un proyecto educativo emancipatorio debe proponerse de construir los aspectos coloniales de nuestra sociedad. Así, la educación debe asegurar la enseñanza y el aprendizaje de conocimientos acumulados por la humanidad a lo largo de la historia, en distintos campos, pero superando la hegemonía de conceptos y miradas de base eurocéntrica u occidental, y a la vez tomando en cuenta y valorando la diversidad de saberes y cosmovisiones de los distintos pueblos. Por lo tanto, es fundamental que las prácticas, experiencias y perspectivas invisibilisada en los centros educativos sean potencializadas. Pensar un currículo emancipatorio significa investigar, cuestionar y problematizar prácticas discriminatorias relacionadas a género, orientación sexual, etnia, religión, clase social, condición económica, territorialidad, nacionalidad, entre otros, que muchas veces son tratadas como cuestiones secundarias en los centros educativos. Solo al potencializar la reflexión sobre esas cuestiones es que ellas serán superadas. Educación democrática “La educación se trata fundamentalmente de un encuentro humano” Los centros educativos son espacios esenciales de encuentro, donde los ciudadanos pueden trabajar en forma conjunta para abordar sus problemas, trabajar colectivamente en proyectos, encontrar y experimentar todo tipo de diferencias y practicar la democracia. La participación popular, en especial de los sujetos de la comunidad educativa, debe estar presente en el diseño, definición, desarrollo e implementación de las políticas educativas y de los proyectos político-pedagógicos. Este es un elemento fundamental para la organización de la gestión democrática en la educación. En este sentido, la educación emancipadora está sentada y debe promover la democracia y la participación en pie de igualdad, reconociendo a todos los sujetos de la comunidad educativa como interlocutores legítimos y fundamentales en el diálogo, de manera que ello conlleve a la superación de discriminaciones y a la resolución no violenta de los conflictos, desde la participación, la acción y la reflexión en la vida colectiva. El derecho a la educación, en su concepción más plena, tiene el rol de garantizar la apropiación de la cultura y de los valores democráticos, con el objetivo de promover la ciudadanía, y asegurar que los centros educativos sean espacios de promoción, respeto y realización de los derechos humanos de todas las personas, así como ámbitos para la formación en derechos humanos y para la educación desde la perspectiva de derechos. Educación para la igualdad de género “Promovamos pues una educación sexual integral con perspectiva de género y de derechos humanos. Una educación así fortalece no solo la promoción de relaciones de género igualitarias, sino que también contribuye para la construcción de Estados democráticos y respetuosos de los derechos humanos”. La realización de los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes, así como de las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (LGBTIs) está relacionada a la promoción de una vida digna, y a la posibilidad de elegir con libertad el propio proyecto de vida, sin restricción a su ser y actuar en el mundo. De esta manera, para que la educación sea un derecho universal y central en la superación de la violencia y discriminación, así como en la construcción de una vida digna, es primordial que se promueva la reeducación de las relaciones de género, construyendo patrones patriarcales y afirmando normas, roles y relaciones de género en condiciones de igualdad y equidad. Una educación que nos permita reflexionar sobre los roles y estereotipos que se asignan a los géneros, y replantear nuestros conceptos de masculinidades y feminidades, para que sean más sensibles y responsables, y busquen la construcción de sociedades cada vez más inclusivas, pacíficas y democráticas. La educación para las afectividades y el cuidado “Los docentes deben estar preparados para aproximarse a los estudiantes de forma afectiva y amorosa, para que sean capaces de conducir a las niñas y niños al desarrollo del autoconocimiento, respetando sus características personales. Este es el camino para formar personas más benévolas, solidarias y compasivas” (Claudio Naranjo, psiquiatra) Los estudiantes traen en sí un contenido rico de experiencias, vivencias, sueños, emociones y sensibilidades, que pueden usarse para su propio desarrollo. Más que mera transmisión de conocimiento, la educación debe valorar la manera de ser, sentir y pensar de las personas, permitiendo a ellas, desde el autoconocimiento, desarrollar sus potencialidades intelectuales, amorosas, naturales y espontáneas.

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