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(primera parte)

Edgardo Bermejo Mora

La invención literaria -la creatividad aplicada al lenguaje y la palabra- no es menos reveladora de la inteligencia humana que el poder de imitación y la capacidad de síntesis del que nos valemos a la hora de escribir. Toda obra literaria camina, a fin de cuentas, entre la ruptura y la continuidad, entre lo que inventamos y lo que -voluntaria o involuntariamente- heredamos o abrevamos lo mismo de otros autores que de la lengua en la que escribimos y de sus giros idiomáticos.

Las habilidades literarias del sistema de inteligencia artificial que se aloja en la aplicación ChatGPT de algún modo coinciden con la sentencia anterior. Le pedí que escribiera un poema sobre el tiempo al estilo de Jorge Luis Borges y esto fue lo que propuso:

El tiempo, un laberinto sin fin,

una espiral que avanza sin pausa,

un río que fluye sin cesar,

un universo en constante cambio.

En sus manos se esconde el pasado,

los recuerdos que ya no volverán,

las risas, los besos, los abrazos,

que en el olvido se desvanecen.

El tiempo, un misterio insondable,

una trampa en la que todos caemos,

una prisión en la que vivimos,

una ilusión que nos engaña.

¿Es acaso el tiempo real,

o solo una invención de nuestra mente,

una forma de medir la existencia,

un espejismo que nos confunde?

Nadie sabe con certeza lo que el tiempo nos deparará,

pero mientras tanto, vivamos,

aprovechemos cada instante, antes de que se desvanezca

en la inmensidad del universo.

Le pedí entonces que escribiera el mismo poema, pero al estilo de Octavio Paz, y en cosa de segundos tenía preparada la nueva versión. Casi me pareció escuchar el timbre y los ademanes de Paz leyendo en voz alta su poesía:

El tiempo es un eco que resuena

en el vacío del universo,

una melodía que se desvanece,

un susurro que apenas se escucha.

El tiempo es un laberinto sin fin,

una espiral que se desenrolla,

una danza que no tiene fin,

un fluir constante, una ola.

El tiempo es un abrazo que se escapa,

una mirada que se desvía,

un beso que se pierde en la nada,

un adiós que nunca se olvida.

El tiempo es un enigma que se despliega,

un poema que se deshoja,

un misterio que nos desafía,

una realidad que nos despoja.

El tiempo es un sueño que se despierta,

una vida que se desliza,

un destino que se nos presenta,

una experiencia que se eterniza.

El tiempo es un presente que se transforma,

un pasado que siempre nos persigue,

un futuro que nos espera,

una verdad que nunca se diluye.

El tiempo es lo que somos,

lo que fuimos y lo que seremos,

un camino que se va tejiendo,

una historia que siempre está naciendo.

El buen lector encontrará cierto vocabulario, el fraseo y algunos guiños estilísticos de Borges y de Paz en los dos poemas anteriores. No conforme, reté de nuevo a sus habilidades y le pedí el mismo poema en un tono más coloquial. Ignoro la razón, pero lo cierto es que se decantó por un estilo entre caribeño y centroamericano:

El tiempo, compa, es una vaina loca,

un chorro que no para ni pa’ tomar agua,

un camino que sube y baja,

y nos lleva por la vida loca.

Es como un reloj que no se detiene,

y que nos hace pensar en lo que hacemos,

que, si no aprovechamos,

nos quedamos sin tiempo pa’ hacer lo que queremos.

Pero ¿quién sabe cómo manejar

este asunto del tiempo, mi pana?

¿Quién puede hacerlo andar pa’ atrás,

o frenarlo cuando quiere avanzar?

Somos como hojas en el viento del tiempo,

pasajeros de una vida fugaz,

un suspiro que se pierde en el viento,

y un sueño que se esfuma al despertar.

El tiempo es la llave que abre

la puerta de nuestra libertad,

el sendero que nos lleva a la eternidad,

y el abismo que nos lleva a la oscuridad.

Pero, ¿quién puede entender su misterio,

o comprender su esencia, mi hermano?

El tiempo es una movida incierta, un rollo

que nos deja con las manos vacías y el alma en carne viva.

Finamente le pedí que lo intentara de nuevo, esta vez imitando el habla peculiar de los chilangos.

Chale mi cuate, el tiempo es una cosa de locos,

una chamba que nunca para ni pa’ respirar,

un pedo que te lleva y te trae,

y te hace vivir la vida como los chilangos.

Es como un relojito que nunca se apaga,

y te hace pensar en todo lo que no has hecho,

que, si no te pones las pilas, pues te quedas

sin tiempo pa’ gozar y pa’ echar desmadre.

Pero ¿quién sabe cómo manejar

esta bronca del tiempo, mi compadre?

¿Quién puede hacerlo correr para atrás,

o frenarlo cuando avanza sin chistar?

Somos como hojas en el viento del tiempo,

solo de paso en este mundo tan jodido,

un suspiro que se esfuma en un segundo,

y un sueño que se va al carajo al momento.

El tiempo es la llave que abre

la puerta de la vida pa’ que te avientes,

el camino que te lleva al más allá,

y el abismo que te come sin mirar.

Pero, ¿quién puede entender su enredo,

o entender su rollo de principio a fin?

El tiempo es una movida cabrona,

que te deja con el corazón en un puño y la mente en la lona.

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