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Educación Afectiva

 (Segunda Parte)

 

Dr. Gilberto de los Santos Cruz

La afectividad, emociones, sentimientos y pasiones están arraigadas biológicamente en nuestra naturaleza y forman parte de nosotros, lo queramos o no. Con la ira expresamos malestar y puede servir para defendernos de una situación de peligro; la ansiedad nos permite estar en estado de alerta ante situaciones difíciles; la tristeza es una forma de expresar el dolor que llevamos dentro o nos lleva a pedir ayuda; manifestamos insatisfacción y frustración, etc. Las emociones, sentimientos, etc. son necesarios; ahora bien, las emociones, pasiones… pueden dispararse en momentos determinados sino se ejerce el debido control sobre ellas, pueden salir de nuestro control y esto puede llegar a afectar a nuestro bienestar psicológico o repercutir en los demás, de ahí la necesidad de una adecuada educación afectiva. La educación en la afectiva se realiza por “contagio social”. No es necesaria una programación para educar afectivamente, se realiza de forma espontánea y natural mediante la educación familiar, escolar y mediante el proceso de socialización y culturización ambiental. Dicho esto, hay que matizar esta frase afirmando que el desarrollo emocional del niño es un tema complejo, difícil de delimitar, por las múltiples conexiones que la esfera afectiva tiene con los restantes procesos físicos y psíquicos del niño. Las emociones desempeñan un papel de máxima importancia en la vida del niño. Añaden placer a sus experiencias cotidianas, sirven de motivación para la acción. Las respuestas afectivas se vinculan con todas las situaciones y relaciones humanas: con los padres, con el entorno, con el grupo de iguales, en el trabajo o aula, en la actividad sexual, social y moral, en los procesos cognitivos, etc. Condicionan todos los ámbitos de la vida de la persona. Las emociones están presentes y nos acompañan en toda nuestra vida. De hecho, puede decirse que vivimos emocionalmente. Estamos tristes o nos sentimos felices en función de las actividades que realizamos. Así, nos relacionamos más con las personas con las que nos sentimos más a gusto. Nos cuesta trabajar en aquello que no nos motiva y nos entusiasmamos cuando algo nos resulta gratificante. Por todo lo que antecede hay que decir con claridad que la educación afectivo-emocional es un proceso educativo continuo y permanente que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento del desarrollo cognitivo, para posibilitar el desarrollo de la personalidad integral. La educación emocional es una forma de prevención, cuando todavía no se ha producido la disfunción. Por extensión, implica fomentar actitudes positivas ante la vida, habilidades sociales, empatía, etc., como factores de desarrollo de bienestar personal y social. El concepto de Afectividad, en sentido estricto, es la respuesta emocional y sentimental de una persona otra persona, a un estímulo o a una situación. En sentido amplio, en el término de afectividad se suele incluir tanto las emociones y los sentimientos como las pasiones. Las emociones, son estados afectivos que sobrevienen súbita y bruscamente en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras (estado afectivo agudo, de corta duración y acompañado de mayor o menor repercusión orgánica). Los sentimientos, son estados afectivos complejos, estables, más duraderos que las emociones, pero menos intensos (respuesta duradera y persistente, pero de matices suaves). Las pasiones, serían estados afectivos que participan en las características de las emociones y de los sentimientos en cuanto que poseen la intensidad de la emoción y la estabilidad del sentimiento. Es evidente que, en los niños, hasta los dos años, lo que predomina son las emociones. La mayoría de los autores afirman, que las emociones tienen un claro componente hereditario, sin embargo, las diferencias de salud, del medio familiar y del ambiente, producen variaciones en las manifestaciones individuales, tanto en la frecuencia e intensidad como en la duración de las diversas emociones. En la emoción influyen tanto elementos genéticos de maduración del individuo, como los elementos situacionales del aprendizaje. Aunque las emociones-sentimientos están presentes al nacer, el desarrollo emocional se debe tanto a la acción de la maduración como a la del aprendizaje, operando estos dos componentes juntos y a la vez. El aprendizaje y la maduración están íntimamente entretejidos en las emociones-motivaciones-sentimientos-pasiones, resultado muchas veces difícil determinar lo que se debe a la maduración y lo que pertenece al aprendizaje, es decir, lo que es herencia (genético) y lo que pertenece al medio (adquirido). Por tanto, es difícil conocer experimentalmente los determinantes genéticos de las emociones. En general se puede decir que no hay formas universales en las manifestaciones de las emociones. Primero son los factores innatos los que influyen, aunque son los factores ambientales, principalmente, los que determinan las diferencias o semejanzas de la expresión y manifestación de las emociones. Es decir, la forma peculiar y propia de vivenciar las emociones cada persona, depende de sus capacidades biológicas y psicológicas en interacción permanente con el medio sociocultural que le rodea. Además, el efecto de los factores genéticos y de los factores ambientales está mediatizado por la edad de cada individuo, por el sexo, la clase social, Etnia etc. Las distintas emociones aparecen progresivamente a lo largo del desarrollo psicológico del niño y constituyen el vínculo entre los sentimientos, el carácter y los impulsos morales. La mayoría de las señales de casi todas las emociones básicas están presentes en la infancia. La capacidad de responder emocionalmente está presente en el recién nacido, como parte del proceso de desarrollo, y no necesita ser aprendida. Entre los seis y nueve meses de edad todas las emociones infantiles básicas se diferencian y distinguen entre sí. Antes de que el niño cumpla un año, son reconocibles expresiones emocionales semejantes a los estados emocionales de los adultos A esta edad, las expresiones emocionales están bien organizadas y por tanto, son capaces de decirnos mucho sobre el estado interno del bebé. Parece que existe “una cierta programación evolutiva” aprendida en virtud de la cual los bebés adquieren la capacidad para desplegar emociones específicas relacionadas con los acontecimientos que les rodean.

 

FACTORES INFLUYENTES. Las influencias que el niño recibe desde el momento de su nacimiento van configurando su personalidad. La relación que establezca el niño con su entorno depende de sus características personales y de la actuación de los diversos agentes sociales, ya citados. Me refiero a la familia, escuela y sociedad por ser los que más inciden. Las influencias de éstos agentes son básicas para que el sujeto alcance una estabilidad conductual y un nivel de madurez adecuado que le permita ser autónomo y responsable. La familia proporciona lo que consideramos condiciones óptimas para el desarrollo de la personalidad de los individuos jóvenes. La familia es el primer contexto de desarrollo del niño y el más duradero, por supuesto, otros escenarios o contextos sociales también modelan el desarrollo de los niños, pero en cuanto al poder y a la extensión, ninguno iguala a la familia. La familia constituye el medio natural en el que el niño comienza su vida e inicia su aprendizaje básico a través de los estímulos y de las vivencias que recibe, las cuales le condicionan profundamente a lo largo de toda su existencia; la estabilidad y equilibrio en su relación materna-paterna, así como con el resto de la familia, definen el clima afectivo, en el que transcurre la primera etapa de su vida.

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