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México: AMLO en jaque ante la imparable violencia homicida

Manuel Aguilar Mora

El fracaso rotundo de su política de abrazos y no balazos en la espinosísima cuestión de la seguridad pública ha colocado a Andrés Manuel López Obrador (Amlo) a la defensiva tanto en foros nacionales como extranjeros. Es un alud de críticas que ya son compartidas en todos los rincones, penetrando incluso en medios que hasta hoy eran notorios por su moderación e incluso de apoyo al obrador ismo. Solo quedan firmes los núcleos fieles y duros obradorista, ciertamente todavía de proporciones considerables pero muy lejos de la abrumadora mayoría de la población de hace cuatro años.

Un balance aterrador

En el cuarto aniversario de su estruendosa victoria electoral, que se cumplió en días pasados, a partir de la cual Amlo se convirtió en el centro incuestionable de la política mexicana, con una influencia avasalladora en lo que se ha dado en llamar la “conversación dominante” al nivel nacional, es palpable que en sus pláticas diarias de la mañana ya no basta para sus justificaciones políticas recurrir al argumento clave hasta la fecha. O sea, culpar al enorme y pesado legado histórico de atrocidades de los gobiernos del PRIAN pasados como la explicación principal de la lamentable posición actual prevaleciente ya no funciona y menos después del elevadísimo presupuesto, muy superior al de sus antecesores que el obradorismo ha entregado a las fuerzas militares, como nunca favorecidas como lo han sido en el presente gobierno. Sólo la Guardia Nacional, ya controlada por y con los planes de integrarla sin más al ejército ha agregado a las huestes cien mil tropas más.

Y la razón principal es la terrible situación de violencia homicida que ha desbordado todos los índices anteriores. Ya transcurrida la primera mitad del sexenio, con solo dos años y meses que le restan para 2024 Amlo ya no puede evadir el balance de impotencia que ha resultado su política de (in)seguridad pública con la actual terrible cifra de 125 mil asesinados en lo que va de su gobierno, más que en los seis años de Calderón. Tampoco puede negar que al ritmo que ha tenido la tendencia criminal de asesinatos en los cuatro años anteriores en el fin de su sexenio el número de asesinados supere a los 200 mil. Es una probabilidad que rebasaría también con creces los 150 mil asesinados durante el gobierno de Peña Nieto

Pero Amlo se defiende como gato boca arriba y con su tradicional forma de argumentar desviacionista declaró en su mañanera del 14 de julio que Calderón era el campeón en los homicidios violentos pues en su sexenio se dispararon un 200% y en cambio en el actual gobierno el ritmo bajó al 9%. (La Jornada, 15.07.2022). Así es, pero el sofisma obradorista es que con Calderón comenzaba apenas la intervención masiva del ejército en el combate contra las drogas y prácticamente se partía de un nivel de violencia que era inicial, pero con el monto en cantidad tan grande alcanzado en la tendencia de violencia tanto de los militares y sobre todo de los homicidios de los cárteles en los doce años siguientes, tendencias de los gobiernos anteriores no abatidas ni mucho menos en el presente gobierno, todas las señales indican que el monto cuantitativo de asesinatos en el 2024 superará con creces al de Calderón.

Sea cual sea la forma de evaluar la política de combate a la violencia, el balance del gobierno obradorista ya no puede justificarse con el pasado siniestro de sus antecesores. Con más de la mitad del sexenio transcurrido no puede evadirse la conclusión de que ha sido un fracaso. A los abrazos han correspondido no menos sino más balazos.

El balance también es aterrador. Además de los homicidios violentos mencionados se deberían agregar, los miles de desaparecidos, los diez feminicidios que se dan día tras día, los 14 periodistas asesinados sólo este año y ahora ha aparecido la nueva figura con motivo del asesinato de dos jesuitas en Chihuahua el pasado 20 de junio lo que los curas han llamado “el clericidio”.

Amlo y los católicos

Ha sido sin duda el asesinato de los dos misioneros jesuitas Joaquín Mora Salazar y Javier Campos Morales en las profundidades de la Sierra Tarahumara, en el triángulo donde coinciden en el extremo sur del estado de Chihuahua los otros dos estados vecinos de Sinaloa y Durango, el acontecimiento que conmocionó a todo México el 20 de junio pasado. Se trata de asesinatos cometidos contra personas pacíficas y con una vocación desplegada durante décadas de servicio al prójimo en el corazón de un territorio de población marginal, en su mayoría indígena. Pero también se trata del territorio controlado por el narco en el cual el dominio del estado nacional es prácticamente nulo, como lo demuestra el hecho que el asesino de los jesuitas Noriel Portillo Gil, apodado El Chueco, es un sicario conocido en la zona y con una cola enorme de crímenes cometidos desde hace años, sin que hasta la fecha haya sido detenido. Persiguiendo a su víctima, Pedro Eliodoro Palma quien para protegerse ingresó a la iglesia de la comunidad de Cerocahui del municipio de Urique, hasta allí llegó El Chueco para asesinarlo a él y de paso a los dos sacerdotes que lo defendían. La indignación de la iglesia católica fue enorme e inmediata y no quedó sola pues su eco fue nacional.

La alta jerarquía católica (la Compañía de Jesús, la Conferencia del Episcopado Mexicano y la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos Mexicanos), no escatimó críticas a la política obradorista y Amlo respondió defendiéndola y asegurando firmemente que no la cambiaría. El papa Francisco deploró la violencia que azota al país y no tardaron de anunciarse y realizarse en los siguientes días las respuestas de los católicos mexicanos. Tanto el alto como el bajo clero organizaron las primeras “Jornadas de Oración por la Paz” las cuales según sus informes reunieron a 50 millones de personas convocando a terminar con la oleada de violencia que azota al país. Para la religiosa Juana Ángeles Zarate, presidenta de la Conferencia de Superiores Mayores las jornadas están destinadas a ser “un momento de autorreflexión y discernimiento con el fin de tomar conciencia de que no podemos dejar que continué la actual situación de violencia que vivimos en México. Esta primera jornada será un periodo de introspección a nivel individual y comunitario para luego pasar a algo más amplio. Sera pues sólo la primera acción de otras acciones a futuro.” (Proceso, 10.07.2022). Ha surgido así, como consecuencia de la fallida política de seguridad pública del gobierno obradorista, una inesperada fuerza de oposición en el seno del catolicismo mexicano agrupado en torno a su iglesia. Se trata de una institución protagonista tradicional central de la historia de México que hoy agrupa a 14 mil sacerdotes, 150 obispos y 30 mil monjas vinculados al pueblo católico mexicano el segundo más populoso del mundo tras el brasileño, que hasta la fecha había sido un aliado moderado del obradorismo, al cual le dio su voto de confianza en forma abrumadora en 2018.

¿Hacia dónde se orientarán los millones de votos de castigo que se están generando ante la grave situación de violencia homicida imparable? Es muy pronto para saberlo, sin embargo, se puede decir sin gran margen de error que la oposición derechista del PRIAN no representa un gran atractivo. Estamos ante un espacio en donde es posible el surgimiento de nuevas alternativas y la paradoja es que una fuerza masiva tradicionalmente conservadora sea la que esté llamando a la movilización ciudadana para detener la imparable violencia homicida.

Hacia el 2024

Con el estilo impuesto por Amlo a su gobierno, la cuestión electoral se convirtió en la guía fundamental del mismo. Ya todo gira hoy en su seno alrededor de la sucesión presidencial del 2024. Las constantes declaraciones de Amlo que él en ese año se retirará a La Chingada, su rancho en Campeche, son motivo de preocupación de no pocos de sus seguidores dentro y fuera de Morena. Es en este último, en el seno de la organización de donde surgirá el candidato o candidata presidencial del mismo en el cual las contradicciones son cada más evidentes y anuncian estallidos políticos inevitables. La razón es muy obvia. Ante la abrumadora presencia mayoritaria de Morena en los gobiernos estatales y en el federal, en las cámaras, con importante presencia en la Suprema Corte y manteniendo gran influencia en amplias capas de la población y el lamentabilísimo estado de la oposición de derecha tradicional, todo ello determina que sea en ese partido en el cual se decidirá la política para el sexenio de 2024-2030. Pero el caudillismo avasallador de Amlo no ha permitido que crezcan a su lado en Morena figuras del tamaño requerido para sucederlo. Cuando se retire se llevará su carisma sin que lo herede su sucesor(a). El mismo se ha encargado de rebajar y menospreciar a sus colaboradores más cercanos a quienes ha designado como sus posibles sucesores, definidos como “sus corcholatas”, los tapones de botella que se destapan y después se echan a la basura, para 2024. Ellos son Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López a quienes hay que agregar otros autoproclamados que también se consideran aspirantes a sucederlo, entre los cuales destaca Ricardo Monreal, morenista presidente del Senado pero que Amlo notoriamente ha descartado. Una de las facetas más evidentes del obradorismo ha sido la restauración del tapadismo y con ello del “dedazo”. Y lo que ocurre en el nivel más alto, la selección del candidato(a) presidencial se repite incluso más cruda y descaradamente en la selección de los demás candidatos y dirigentes en los niveles estatales y municipales. Morena ha restaurado la pirámide del priato, adoptando en todos los niveles las decisiones de los jefes o caudillos regionales o locales.

Como se puede apreciar por todo lo antes dicho, las elecciones presidenciales de 2024 apuntan a que no serán como las de 2018. O sea, no habrá un candidato que avasalle como Amlo lo hizo ese año y el país que dejará su gobierno estará inmerso en las tremendas contradicciones nacionales y mundiales sembradas en el periodo de 2020-2022: pandemias sanitarias, crisis económica de estancamiento e inflación (estanflación), migraciones gigantescas y una terrible guerra europea en Ucrania de enormes consecuencias, muchas de ellas todavía imprevisibles, solo para apuntar los acontecimientos destacados más importantes

La oposición de izquierda

Una de los corolarios más interesantes de esta situación de gran incertidumbre que se atisba en la crisis latente de Morena y de sus consecuencias en las elecciones presidenciales del 2024 es que el México que está surgiendo del fracaso del obradorismo como exponente de un nuevo sistema social y político como prometían en sus campañas electorales Amlo y sus seguidores, es un país deseoso y sediento de verdaderos cambios.

Particularmente en lo que respecta a la violencia homicida que gangrena al tejido social, su enfoque desborda al sistema actual capitalista. El comercio de las drogas en sus diversas y numerosas vertientes es un negocio muy lucrativo y no desaparecerá sino con la desaparición del capitalismo. Por eso combatir a las bandas delincuentes implica una alianza con todos los países en los que actúan y sufren las consecuencias sanitarias, de extorsión, de torturas y asesinatos de su accionar. Esto solo es posible dentro de una estrategia anticapitalista e internacionalista que debe incluir, por supuesto, al principal país consumidor y productor de drogas que es Estados Unidos.

Mientras tanto, las demandas de transición son las vigentes en la lucha socialista y revolucionaria. Y con respecto a la producción, distribución y consumo de drogas es necesario convocar a la lucha por la legalización de su producción, comercio y consumo.

La izquierda socialista y revolucionaria, las organizaciones clasistas y anticapitalistas tendrán por fin unas circunstancias favorables para desarrollar su propaganda y desplegar sus actividades. Después de años de la travesía del desierto las condiciones están madurando para el resurgimiento de una autentica izquierda revolucionaria, socialista e internacionalista.  Como fuerzas y organizaciones minoritarias serán, sin embargo, poderosas y bienvenidas por su programa y su historial sin manchas, sin corrupción oportunista, por mantenerse firmes en medio de la capitulación y el cinismo provocados por las grandes derrotas del pasado. Pero como dijo Rosa Luxemburgo, las nuevas victorias estarán pavimentadas con los viejos fracasos.

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