México: Elecciones en medio de pugnas burguesas y tragedias el 6 de junio
Manuel Aguilar Mora
La terrible tragedia del 3 de mayo cuando un convoy del tren urbano de la Ciudad de México, popularmente conocido como el Metro, colapsó en un tramo de su sector elevado, cerca de la estación Olivos de la Línea 12, ubicada en Tláhuac una de las alcaldías más proletarias y pobladas, conmocionó a la población de la ciudad y obviamente reverberó al nivel nacional: el balance letal oficialmente fue de 26 muertos y hubieron alrededor de 80 heridos muchos de ellos graves. Fue el peor desastre de construcción del enorme Sistema de Transporte Colectivo (STC) que hoy después de más de 50 años de existencia es una gigantesca red que sirve diariamente a más de seis millones de usuarios, la abrumadora mayoría trabajadores y trabajadoras que lo utilizan varias horas diarias para desplazarse en sus actividades, constituyendo así las venas de la circulación vital de la gran concentración urbana.
Los trabajadores y sus representantes en las diversas organizaciones sindicales del Metro ya habían advertido la ostensible disminución de su presupuesto y sus ominosas consecuencias que venía sufriendo el sistema. En efecto una consulta a las finanzas del STC no deja lugar a dudas: a partir de 2017 es palpable la disminución del presupuesto en varios cientos de millones de pesos, lo cual se hizo más patente durante los últimos dos años. Una prueba elocuente de las políticas de austericidio y de privatización impuestas por los gobiernos neoliberales, que ha seguido el presente gobierno obradorista.
Fernando Espino dirigente de uno de los sindicatos del metro declaró en una entrevista que desde 2012 se venían reportando regularmente a las autoridades diversas fallas en la Línea 12, en especial de su viaducto elevado como frenados, golpeteos, vibraciones, chirridos de las ruedas y desgaste de los rieles. “Pero hasta el momento no nos han hecho caso”. (El Universal, 05.05.2021). Otros dirigentes añadían informaciones sobre los daños estructurales a lo largo de las decenas de kilómetros de la obra civil causante de filtraciones de agua, los cuales se habían intensificado con motivo del sismo del 29 de septiembre de 2017. También en una entrevista en el mismo día que la anterior, la directora del metro Florencia Serranía, quien por cierto no se presentó el 3 de mayo en la escena del desastre en ningún momento, negaba del todo tales afirmaciones diciendo que en las revisiones diarias nunca recibió reportes de fallas en su operación.
Una tragedia muy anunciada
Estamos ante un hecho que se venía venir. Desde la instauración de las políticas neoliberales el STC ha sido sometido a una deficiente labor de mantenimiento debido tanto a la mencionada política de austeridad como a la cada vez más torpe y negligente conducta de los funcionarios al mando del gobierno de la ciudad. En un reportaje a los trabajadores éstos afirman que la situación del STC “es una bomba de tiempo” y que “la tragedia del lunes 3 de mayo podría repetirse en cualquier momento en alguna otra de sus líneas”, (“El Metro es una bomba de tiempo”, Proceso, 09.05.2021).
Durante el periodo del PRIAN el descuido del Metro fue patente, así como la detención de su ampliación hacia sectores de la ciudad con imperiosas necesidades de nuevos y mejores medios de transportación pública. La Línea 12 de STC ha sido la última construida hasta la fecha por el gobierno que llegó al poder de la gran metrópoli de la Ciudad de México a partir de la derrota del PRI en 1997. La llegada del PRD en ese año con Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de gobierno y después sucedido por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en el 2000 convirtió a la Ciudad de México en el baluarte más firme de este último, primero como candidato presidencial del PRD y después como de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional). Fue en la Ciudad de México que AMLO se proyectó como líder nacional y fueron precisamente Iztapalapa, Tláhuac, Gustavo A, Madero, las grandes delegaciones proletarias del oriente y el norte de la misma donde consiguió su primer apoyo masivo. Finalmente, AMLO después de tres campañas presidenciales derrotó al PRIAN en 2018 y conquistó la presidencia de la República.
Fue el sucesor de AMLO en la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en 2006-2012, Marcelo Ebrard, quien inició la construcción de la Línea 12, que bautizó como “Dorada”. Desde el inicio de su construcción fue viva materia de polémica y controversias. La conducta de Ebrard como jefe de la obra constructora de la Línea 12 está en el origen de la tragedia del 3 de mayo. Fue durante su gobierno que se decidió que la mitad de su recorrido fuera en una autovía elevada y no vía subterránea. Decisión contraindicada pues se trataba de la trayectoria correspondiente a su recorrido por Iztapalapa y Tláhuac, dos alcaldías proletarias densamente pobladas de la ciudad situadas en terrenos arcillosos muchos de los cuales todavía a principios del siglo XX eran el asiento de lagos y lagunas. Todos los datos señalan que las decisiones de Ebrard y su equipo, en el cual se encontraban tanto Miguel Ángel Mancera, quien lo sucedió como jefe de gobierno en 2012-2018 y Mario Delgado quien fue su secretario de finanzas y actualmente es el presidente de Morena, se debieron a su decisión de seguir los criterios de construcción prevalecientes inclinados a la utilización de materiales lo más económico posible; trenes con ruedas de acero en lugar de llantas, convoyes inadecuados para los rieles instalados, etcétera. Además, Ebrard obviamente quería inaugurar la Línea 12 lo cual aceleró el ritmo de las obras. En efecto Ebrard la inauguró el 30 de octubre de 2012, sólo días antes del fin de su periodo de gobierno. Finalmente, el sobreprecio que costó la obra, excediendo varios miles de millones de pesos su presupuesto original ha sido desde entonces materia de especulaciones que apuntan a una enorme corrupción.
Miguel Ángel Mancera, un personaje mediocre sin una pizca de orientación ideológica progresista, sucedió a Ebrard como candidato del PRD. Mancera se inclinó hacia Peña Nieto lo cual determinó que Ebrard en la práctica se exilara y así permaneció hasta 2018. Se realizó una auditoría de la construcción, aunque no se publicaron ninguna de sus conclusiones, las cuales siguen sin ser conocidas. Mancera cerró el trayecto elevado de la Línea 12 en el 2013 con el objetivo de revisar las ya muy evidentes fallas en su construcción. Un alto funcionario involucrado en la construcción fue inhabilitado para ejercer un trabajo en el gobierno por acusaciones de irresponsabilidad y negligencia. Varios empleados más también fueron señalados. Primero se pensó que el cierre del trayecto elevado sería de seis meses, finalmente duró cerrado veinte, pero cuando se reabrió no parecía en modo alguno que hubiera habido una verdadera y profunda compostura. Trabajadores, usuarios y todos los habitantes de Iztapalapa y Tláhuac seguían viendo directamente las fisuras en las columnas, oyendo los chirridos de las ruedas sobre los rieles y sentían el temblor al paso de los convoyes. Todos ellos no podían sino percatarse de que la Línea 12 estaba mal construida. El temblor de 2017 que dejó su huella en las fisuras de ciertas columnas y trabes tampoco pasaron desapercibidos.
Así estaban las cosas cuando en 2018 llegó, junto con AMLO, Claudia Sheinbaum a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México y la situación del Metro no cambió sino se agravó. Durante su jefatura antes del colapso de los convoyes en la estación Olivos hubo diversos accidentes entre los cuales destacaron dos grandes y ominosos: un choque de trenes en la Línea 1 en la estación de Tacubaya el 10 de marzo de 2020 y un incendio del Puesto Central de Control el 9 de enero de 2021 que obligó a suspender el servicio en cuatro líneas durante varias semanas. En estos hechos siempre destacó la torpeza de las “explicaciones” de la directora Florencia Serranía y cuya ausencia y protección ante los medios después del colapso de la estación Olivos sigue siendo una de las más escandalosas circunstancias de todo el caso.
Perspectivas
Con su gobierno AMLO ha significado un drástico cambio de la dinámica que “la transición democrática” quería imponer. El fracaso de lo que representó el periodo de los 18 años del PRIAN fue para AMLO la gran coartada política que sin embargo la ineficacia y la nula presentación de acervos notables en los tres años de la 4T están agotando. Las elecciones próximas medirán la maduración de la consciencia popular. Ciertamente la tragedia del Metro al caer por completo en terreno obradorista ayudará a medir la maduración de la indignación de sectores populares claves de la Ciudad de México, densamente habitados por poblaciones proletarias afectadas directamente con las nefastas consecuencias del desastre de la estación Olivos. La cuestión del control y administración de este sistema de transportación pública crucial para la gran concentración urbana planteará de entrada el control de sus trabajadores y usuarios ante la ineficacia y negligencia de su administración por parte del gobierno obradorista.
Ciertamente es imposible precisar lo que será el resultado de las elecciones más grandes de la historia de México. Se pueden sin embargo sin grandes riesgos prever algunas cuestiones centrales. En primer lugar, que la ausencia total de una alternativa que represente y exprese los verdaderos intereses de la población trabajadora es un factor cuya importancia cae por su propio peso. Como clase, como protagonistas los trabajadores y sus aliados las mujeres, los indígenas y la juventud más oprimidos siguen sin representación política. Un hecho que añade más volatibilidad a la coyuntura electoral que es de por sí esencialmente volátil.
En lo referente al propio gobierno de AMLO toda la relación desplegada en estas páginas podrá permitir comprender que las tendencias autoritarias presentes en su seno tenderán a desplegarse después del 6 de junio con más fuerza. No hay una vocación verdaderamente democrática en el proyecto obradorista. Después del tiempo perdido, en las próximas elecciones es muy probable que no se repita un tsunami electoral como el de hace tres años. Así el nuevo régimen se inclinará hacia una dictadura, aunque los obstáculos han aparecido tanto de uno como de otro lado: cada vez más sectores burgueses discrepan abiertamente con su gobierno y el giro que significó el desplome del Metro abrió una primera gran brecha en la confianza popular masiva.
Los tiempos después de las elecciones serán muy conflictivos. Las fuerzas populares debemos permanecer independientes y concentradas en la preparación de las movilizaciones que forjarán en las calles y en las huelgas los frentes y las nuevas organizaciones que dirigirán y triunfarán en las luchas que vendrán.
Una vuelta a las soluciones burguesas estilo PRIAN es imposible. Con el proyecto de gobierno fuerte que es el de AMLO sólo puede repetirse la vuelta de los gobiernos del auge del priismo, lo cual también representa un gigantesco retroceso.
El pueblo de México se encuentra en una situación en la que los gobernantes representantes de las clases capitalistas dominantes, sus fracciones “nacionales” y los grandes capitalistas-imperialistas, en especial estadounidenses, han conducido al país a su gravísima situación actual. Sólo la lucha firme, democrática y emancipadora de los trabajadores y sus aliados populares será capaz de superarla.
La agenda del pueblo mexicano señala a esa lucha de liberación como la tarea histórica fundamental. Para prepararla y culminarla a ella hay que dedicar la organización revolucionaria socialista