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Raúl Trejo Delarbre

El video que registró una cámara de seguridad en el refugio para migrantes en Ciudad Juárez muestra el inicio del fuego. Aparecen dos agentes, pero no se acercan a la reja de la zona de detención. Un migrante patea la puerta y aparentemente grita. Los custodios nunca voltean a mirarlo. El fuego se extiende, ahora hay llamas que brotan detrás del migrante. El humo, cada vez más denso, comienza a llenar la habitación. Los custodios salen y dejan encerrados a los migrantes. El humo lo cubre todo. Es el infierno en 32 segundos.

Había 68 personas detrás de esa reja, en medio del fuego. Murieron 39 de ellos. Otros 29 quedaron heridos, casi todos graves. El horror, la tristeza y la indignación suscitados por esas muertes, no han sido compartidos por el gobierno mexicano.

La mañana del martes 28 de abril, horas después de la tragedia, el presidente Andrés Manuel López ya conocía ese video y sabía que los migrantes murieron porque los dejaron encerrados. Sin embargo, quiso propalar la versión de que, simplemente, esas muertes se debieron a que uno de ellos les prendió fuego a varias colchonetas. Ese día, la conferencia de prensa del presidente duró 2 horas con 40 minutos. De ese tiempo, 2 minutos con 20 segundos estuvieron dedicados a los hechos en el refugio fronterizo.

Si, como dijo después, la tragedia le “partió el alma”, el presidente lo disimuló muy bien. Esa mañana del martes, río con soltura varias veces durante la conferencia de prensa. Las formas, como él bien sabe, en estos casos son parte del fondo. La ligereza de López Obrador y su gobierno ante la muerte de 39 personas, es parte del infructuoso esfuerzo para restarle importancia a esa terrible catástrofe.

Entre el martes 28 cuando se conoció la tragedia en Ciudad Juárez y el viernes 31, López Obrador ofreció cuatro conferencias de prensa que, en total, ocuparon 8 horas con 54 minutos. De todo ese tiempo, el presidente se refirió a los hechos de Ciudad Juárez durante 41 minutos. El miércoles, fueron 17 minutos. El jueves, aunque ya circulaba abundante información sobre la negligencia del gobierno, habló del tema 3 minutos. El viernes, fueron 18 minutos y medio debido a las preguntas de varios reporteros, pero la mayor parte de ese tiempo se le fue en auto elogios a sus iniciativas (hasta ahora fallidas) para que los centroamericanos no migren hacia el norte.

Ese viernes, López Obrador fue a Ciudad Juárez, pero no a visitar a los heridos. sino para atender asuntos ya agendados. Al presidente no le gusta reunirse con las víctimas de tragedias, quizá porque no pueden ni quieren vitorearlo. Cuando un gobernante se encuentra con los damnificados de alguna catástrofe, él no es el centro de la noticia. A López Obrador no se le dan las actitudes compasivas. Tampoco suele ofrecer explicaciones y, mucho menos, disculpas. Por eso, de casi nueve horas que destinó a esas conferencias de prensa, habló de la tragedia menos del 8% de ese tiempo y en ningún momento explicó, ni reconoció, sus causas.

Los migrantes no tenían por qué estar detenidos pero el gobierno mexicano, en ese tema, actúa tal y como prescribió hace cuatro años el entonces presidente Donald Trump. Ese personaje se ufana de haber “doblado” a López Obrador para que la Guardia Nacional mantenga en México a los migrantes que llegan de otros países. En vez de resguardarlos a los migrantes los encarcelan, se les maltrata y extorsiona, de muchas mujeres se abusa físicamente, se les regatean la alimentación y atención médica.

En las crisis, se manifiesta el talante y la capacidad de las personas. De la crisis en Ciudad Juárez, el presidente ha querido echarle la culpa a otros (la falta de apoyo del gobierno estadounidense, las colchonetas quemadas o los propios migrantes). Adán Augusto López quiso eludir su responsabilidad diciendo que los asuntos migratorios los atiende Relaciones Exteriores, aunque el Instituto de esa índole está adscrito a la Secretaría de Gobernación.

Tanto Adán López como Marcelo Ebrard, tendrían que haber renunciado porque ambos han tomado decisiones que condujeron a la muerte de los migrantes. Uno, al permitir que el INM funcione como organismo de contención y reclusión. El otro, al aceptar y promover una política anti migrantes, subordinada a las exigencias de Estados Unidos. López Obrador, ha avalado esas decisiones.

De manera inevitable, se han podido recordar otras desgracias relacionadas con negligencias del gobierno en turno. Cuando en junio de 2009 murieron 49 niños en la guardería ABC en Hermosillo, López Obrador y sus propagandistas culparon al gobierno del presidente Felipe Calderón. Lo mismo dijeron del presidente Enrique Peña Nieto, cuando fueron asesinados los 43 normalistas de Ayotzinapa. Cada caso ha sido distinto, pero en ellos y ahora en la muerte de los migrantes hay responsabilidades oficiales.

Si fue el Estado, o no, será solamente una fórmula retórica mientras no se deslinden culpas y omisiones específicas. Todo indica que López Obrador quiere resolver este episodio sancionando a empleados y funcionarios menores. Pero el intento para subestimarlo, el nulo aprecio por los migrantes y sus derechos y insensibilidad del presidente, harán del incendio en Ciudad Juárez uno de los mayores oprobios de su gobierno.

ALACENA: Raúl Padilla López

La Feria Internacional del Libro, el Festival de Cine, las unidades regionales y numerosos centros de investigación de la Universidad de Guadalajara, se deben al afán promotor de Raúl Padilla López. Del liderazgo en la antigua Federación de Estudiantes Padilla transitó más tarde, en 1989, a la rectoría de la UdeG. Allí consolidó el influyente grupo que la ha dirigido desde entonces. La presencia pública de esa institución, lo enfrentó con el actual gobierno de Jalisco. La libertad crítica en la FIL, desató el intolerante rechazo del presidente López Obrador. Hombre inteligente, fue muy apreciado en el mundo de la cultura hispanoamericana. La decisión de Padilla para quitarse la vida este domingo, pone a prueba la solidez de las instituciones que creó.

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