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AMLO y Rusia: condenamos, pero no sancionamos

Razones

Jorge Fernández Menéndez

El presidente López Obrador, luego de varias reticencias, condenó finalmente la intervención rusa en Ucrania, pero lo hizo casi a hurtadillas. Tuvieron que expresar condenas firmes el canciller Marcelo Ebrard y el representante ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, para que la posición de México fuera mucho más clara y explícita. Pero tampoco alcanzó: en la mañanera de ayer el presidente López Obrador se volvió a referir al tema y aclaró que si bien se condena la intervención rusa (una invasión contra un país soberano realizada sin ninguna justificación legítima), México no aplicaría sanciones al régimen de Vladimir Putin, porque México “busca el diálogo”.

En realidad, condenar una invasión a un país sin que eso se refleje en acciones es lo mismo que nada. No estamos al nivel de Nicolás Maduro que apoya y celebra la acción de Putin, o la de Trump, que consideró la invasión como una acción “genial” del “inteligentísimo” autócrata ruso, pero tratamos, en última instancia y una vez más, de quedar bien con todos. Y sencillamente eso no se puede.

Hablábamos la semana pasada, en el inicio de la intervención rusa, de lo esquizofrénica que es nuestra política exterior. Lo que Ebrard y su gente, incluyendo la representación en la ONU, tejen durante el día, lo desteje el presidente López Obrador u otros funcionarios en unas horas, con una simple declaración. La decisión de no apoyar las sanciones prácticamente universales contra Rusia nos deja, internacionalmente, en una posición muy precaria, sobre todo ante nuestros aliados estadounidenses y europeos.

Hasta Suiza que se mantuvo neutral en las dos guerras mundiales, en una acción inédita, suspendió y congeló todos los activos rusos en las cuentas radicadas en ese país e incluso apoya el esfuerzo europeo de proporcionar armamento a Ucrania. Que se sostenga que hay que buscar el diálogo en lugar de las sanciones, como dijo el presidente López Obrador, el mismo día que las tropas rusas han comenzado a bombardear Kiev y otras ciudades ucranianas (utilizando incluso armamento prohibido por la ONU, como las bombas de alto vacío) es lo mismo que si se le hubiera pedido a Hitler que dialogara una vez que había invadido Polonia y avanzaba hacia el resto de Europa en 1939.

Hay razones para esa reticencia presidencial. Varios de los que se han convertido en los spin doctors del Presidente, son partidarios de Maduro y de Putin. Algunos de ellos, como John Ackerman son colaboradores de tiempo completo del órgano internacional oficial del gobierno ruso, Rusia Today. Pedro Miguel, incluso le propuso a Putin la compra del avión presidencial, el TP 01, que tan útil hubiera sido, por ejemplo, para trasladar refugiados desde Ucrania o para muchas otras labores. Hoy está arrumbándose en un hangar.

Pero regresemos al tema, Rusia logró en estos años de aguda polarización influir en muchos gobiernos y procesos, lo mismo que hace internamente, apoyando en forma simultánea a grupos de extrema derecha y extrema izquierda que en última instancia el propio Putin pueda manejar (los enemigos son los que apuestan por la democracia interna). También Putin ha fomentado las divisiones y la polarización en muchas partes del mundo: obviamente en Estados Unidos apoyando en los comicios de 2016 a Trump, hackeando y difundiendo información en contra de Hillary Clinton con una catarata de fake news, una intromisión confirmada por la CIA y el FBI incluso durante el gobierno de Trump; apoya en Francia al movimiento de ultraderecha de Le Pen; apoyó y apoya en España, la independencia de Cataluña y a las posiciones más duras de Podemos; en Gran Bretaña apoyó al Brexit. En América latina ha apostado y apoyado por todos los regímenes populistas de derecha o de izquierda, desde Bolsonaro a Maduro. Siempre ha apostado a dividir y debilitar las democracias.

Pero las corrientes duras de Morena también creen en que las democracias no son funcionales. Son los que presionan al presidente para que su “transformación” sea en realidad una “revolución”: lo publican, lo dicen, lo pregonan como Epigmenio Ibarra. Y para todos esos partidarios de la línea dura del lopezobradorismo, Putin, tan cercano al régimen cubano y a los distintos grupos bolivarianos, desde Maduro hasta Evo Morales, es un ejemplo a seguir: las democracias y sobre todo Estados Unidos son el verdadero adversario. Todo lo que las fortalezca, en realidad debilita en su propio proyecto revolucionario. El presidente López Obrador, tan admirador del régimen cubano, no debe pensar demasiado diferente. Por eso defendió a Miguel Ángel Torruco, que le envía saludos a Aeroflot en medio de las sanciones internacionales para los vuelos rusos y la invita a regresar a México.

Los invasores rusos han comenzado a bombardear Kiev y otras importantes ciudades ucranianas. Es la estrategia que usaron ya durante la guerra de Siria: atacar con bombas y misiles las ciudades, vaciarlas de población civil y tomarlas. La resistencia ucraniana ha sido ejemplar, heroica, pero no nos engañemos: la maquinaria militar rusa, aunque oxidada, es brutal. Por eso son tan importantes las sanciones de todo tipo: lo único que detendrá a Putin es convertirlo en un paria internacional, que esos oligarcas socios suyos que tienen 800 mil millones de dólares en el exterior, vean que sus recursos están en riesgo y comiencen, ellos, a ponerle límites, lo mismo que la propia población rusa, enviada a una guerra que no comprende. Paradójicamente, ha sido el propio Putin, con sus acciones, el que ha puesto en marcha ese mecanismo que puede terminar deshaciéndose de él.

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