Los rastros clandestinos siguen siendo el principal riesgo para el consumidor de carnes, aunque durante años su existencia ha sido denunciada, continúan operando, especialmente en aquellos municipios por donde se comercializa con los animales vivos.
El riesgo de consumir estas carnes, cuyo origen es desconocido, va más allá del miedo al gusano barrenador; el uso de clembuterol ha causado muertes y afectaciones a los consumidores de estos productos.
“Es un problema de raíces profundas, muchas veces hemos pedido a las autoridades sanitarias que hagan algo, pero las respuestas terminan en el mismo punto, ante una supuesta incapacidad de detener todos los centros de matanza que no cumplen con ninguna regulación”, comentó en una entrevista el presidente de la Asociación de Tablajeros de Tuxtla Gutiérrez, Juan Morales Sánchez.
Mientras que a los establecimientos se les exigen regulaciones, en las calles el comercio ilegal puede llegar a mover piezas de carne que los compradores desconocen si proceden de un animal enfermo, agregó.
“Aquí el llamado es al comprador, a que prefiera lugares que sí cuentan con los documentos, el rastreo del producto que ofrecen, es posible que el precio sea un poco mayor, pero esto se debe a que no sólo cumplimos con regulaciones sanitarias, también de índole fiscal, algo que la venta ilegal no”.
Se estima que son cientos de pequeños mataderos a través de los cuales pasa carne sin ningún tipo de control, carne que se moviliza lo más rápido posible y al menor precio posible, un mercado complejo, como lo reconoce Morales Sánchez.
Aparentemente si las autoridades no pueden, o no quieren hacer frente a este problema, queda en las manos de los consumidores seguir alimentando el comercio ilegal de carne, con las consecuencias que esto puede traer.
“Los sellos, los códigos que mostramos en los puntos de venta, avalan todo el proceso que llevó el animal hasta la exhibición de la carne en los mercados públicos y centros comerciales”, destacó el carnicero.