Terry Fox: El joven canadiense que dio esperanza a los enfermos de cáncer

Jesús Martínez Soriano

Toronto, Canadá. Desde el pasado mes de agosto en diversos puntos de esta ciudad (estaciones y vagones del metro, autobuses, trenes, oficinas públicas, escuelas y otros espacios públicos) empezó a promocionarse la imagen de Terry Fox, así como la carrera de 2024 que anualmente se realiza en su honor, misma que se llevará a cabo el próximo día 15 de septiembre. En un cartel colocado en diversas estaciones del metro se observa el busto de dicho personaje, portando una playera blanca con la bandera de Canadá y una frase en letras negras que dice: “Maratón de la esperanza”; en tanto que en el centro del mismo puede leerse en letras color rojo: “NO MATTER WHAT” (No importa que o Pase lo que pase), y enseguida el texto “Únete a nosotros y recauda fondos para la cuadragésima cuarta carrera anual Terry Fox.” Acaso en México pocos recuerden que en 1980 un intrépido joven canadiense llamado Terry Fox, de tan solo 21 años de edad, se propuso correr el que denominó Maratón de la Esperanza, cruzando su país de costa a costa, con una pierna amputada debido al cáncer y teniendo aún severos padecimientos, a fin de que cada canadiense contribuyera con un dólar para canalizarlos a la lucha contra dicha enfermedad. Terry no pudo concluir su travesía debido a que unos meses después de haberla iniciado, el cáncer le arrebataría la vida, pero dejó un invaluable legado para la posteridad que hoy en día merece la pena ser recordado.

El Maratón de la Esperanza

Muchos de nosotros solemos asociar el término maratón con la práctica del atletismo y con las grandes justas deportivas como las olimpiadas o los maratones de Boston, Nueva York, Berlín, etc. Pero acaso pocos teníamos conocimiento del Maratón de la Esperanza, un nombre que tiene un gran simbolismo por todo lo que significa: Nació con un propósito complemente altruista; se propuso una meta extremadamente ambiciosa (recorrer todo Canadá del Atlántico hacia el Pacífico); fue realizado únicamente por un joven a quien le había sido amputada una pierna, y tuvo un inconcluso y trágico final. Hoy en día ese es el único Maratón en el que no hay ganadores, ni récords de tiempos, ni premios o recompensas, sino que, por el contrario, está inspirado en una voluntad de apoyo y contribución de parte de todos los participantes y al que invariablemente se unen deportistas y no deportista por una sola y noble causa: Brindar esperanza a los enfermos de cáncer.

Por ello, vale la pena recordar cómo nació el Maratón de la Esperanza, de lo cual ya he hecho mención en colaboraciones anteriores. Terrace Stanley Fox, más conocido como Terry Fox, nacido en 1958 en Winnipeg, capital de la provincia de Manitoba, se había mudado al Puerto de Coquitlam, en la provincia de la Columbia Británica, a los 10 años de edad. A los 18, cuando recién había ingresado a la Universidad Simón Fraser, en Vancouver, para cursar la carrera de Kinesiología, allá por 1976, y derivado de una molestia en su rodilla derecha, el joven fue diagnosticado con sarcoma osteogénico (cáncer de hueso). La enfermedad se le propagó rápidamente por esa parte del cuerpo, por lo cual unos meses después, ya en 1977, le fue amputada la pierna derecha. Posterior a su operación, durante casi año y medio, Fox fue sometido a tratamientos de psicoterapia y quimioterapia. Para enfrentar el golpe emocional que implicó la pérdida de una de las extremidades de su cuerpo, Terry se unió al equipo de basquetbol o baloncesto en sillas de ruedas de su escuela y posteriormente le surgió el interés por el atletismo apoyado con una prótesis especial. Inspirado por el estadounidense Dick Traum, quien fue la primera persona que teniendo una pierna amputada participó y concluyó el Maratón de Nueva York en 1976, Terry Fox se propuso una enorme hazaña: recorrer Canadá de este a oeste, el segundo país más grande del mundo por extensión territorial, después de Rusia, en lo que llamó el Maratón de la Esperanza

Un sueño que se truncó en Thunder Bay

El 12 de abril de 1980, contando con 21 años de edad y teniendo una prótesis en su pierna derecha, Terry Fox inició en la Ciudad de St. John’s, capital de la provincia de Newfounland (o Terranova) y Labrador, el Maratón de la Esperanza. Ahí, en el Océano Atlántico, sumergió una de sus piernas artificiales y llenó una botella de agua, la cual planeaba vaciar en el Pacífico, en donde también pensaba enterrar otra de sus prótesis. Su meta era recaudar un dólar por cada canadiense (en aquel año la población de Canadá era de 24 millones de personas) para destinarlos a la lucha contra esa enfermedad. Desafortunadamente Fox no pudo concluir su travesía, toda vez que, después de recorrer 5,573 kilómetros (42 kilómetros por día, en promedio), en 143 días, un dolor en el pecho que le impedía respirar con normalidad le obligó a abandonar la carrera el 1 de septiembre de ese mismo 1980, en Thunder Bay, una ciudad localizada al noroeste de la provincia de Ontario. Fue llevado a un hospital de esa localidad, en donde estudios de Rayos X reflejaron que el cáncer había empezado a expandírsele a los pulmones. A pesar de los diversos tratamientos recibidos posteriormente, ya en la provincia de la Columbia Británica, la enfermedad continuó propagándose. El 27 de junio de 1981, Terry Fox contrajo una neumonía, que fue la que finalmente le causó la muerte un día después, el 28 de junio de ese mismo 1981, a la edad de 22 años, en la Ciudad de New Westminster, Columbia Británica. Aunque aquel joven canadiense no pudo concluir el Maratón de la Esperanza, sí alcanzó su sueño de reunir los 24 millones de dólares cuatro meses antes de ocurrido su fallecimiento. (https://www.thecanadianencyclopedia.ca/en/article/terry-fox).

Casi tres meses posteriores a su deceso, el 13 de septiembre de 1981, el empresario Isadore Sharp, fundador de la cadena de hoteles Four Seasons, organizó la primera carrera Terry Fox en más de 800 pueblos y ciudades de Canadá. Sharp, quien fue un gran admirador de Terry y con quien tuvo contacto cercano cuando éste último estuvo hospitalizado, había perdido un hijo debido al cáncer en 1979. Desde entonces cada año se ha venido realizando diversas carreras en distintos puntos del país, casi todas en el mes de septiembre, para continuar con el legado de Terry Fox. Hoy en día dicho evento se lleva a cabo en unos 50 países, incluido México, siendo el evento más importante en la recaudación de fondo para la investigación destinada a la cura del cáncer. (https://www.canadianclub.org/events/isadore-sharp-3/#:~:text=He%20is%20the%20Director%20of,finding%20a%20cure%20for%20cancer).

Estamos moldeados por los obstáculos que enfrentamos

Han transcurrido más de cuatro décadas de la partida de Terry Fox, pero su herencia y su legado continúan vigentes en la memoria de los canadienses. El año pasado aquí, en Toronto, fue inaugurada una obra de arte en un espacio público, dentro del Jardín de la Música, a orillas del Lago Ontario, muy cerca de la CN Tower, denominado “We Are Shaped by the Obstacles We Face” (Estamos moldeador por los obstáculos que enfrentamos). Las instalaciones y el paisaje de la misma fueron realizados por el artista Jon Sasaki y los arquitectos paisajistas de la firma DTAH, cuyo esfuerzo está dedicado al “espíritu de coraje, determinación y acción” que encarnaba el realizador del Maratón de la Esperanza. Como se describe en un cartel colocado en ese complejo cultural en el que también aparece la imagen más icónica de Terry, la obra inicia con la escultura de este joven en su adolescencia sentado sobre una barra de concreto, antes de que le diagnosticaran cáncer de hueso. Continúa “en forma de un camino que, como el Maratón de la Esperanza de Terry, viaja hacia el oeste y es interrumpido por una serie de obstáculos formidables.” En el centro principal del complejo “tres piezas de granito sobresalen del sinuoso camino, actuando como chicanas (obstáculos que hacen lentos los movimientos y, en este caso, invitan a la contemplación de los desafíos de nuestras propias vidas).” Vistos desde una banca situada a unos cinco metros de distancia, de oeste a este, hacia la CN Tower, “los obstáculos de granito forman una silueta familiar de Terry durante su Maratón de la Esperanza, lo que sugiere que son en parte los desafíos que enfrentamos los seres humanos, los cuales nos hacen ser quienes somos (…)” El observar la silueta tomar forma “representa una invitación al espectador a reflexionar y darse cuenta de cómo sus propios desafíos pueden convertirse en fuerzas positivas y qué cosas excepcionales podrían lograr ellos mismos, haciéndolo con altruismo, perseverancia y determinación.”

En ese espacio, continúa la descripción del cartel, se encuentran dispersas “flores de color amarillo brillante, las cuales formaban parte del paisaje indígena. Las plantas, denominadas Hypericum perforatum, más comúnmente conocida como hierbas de San Juan, contienen agentes anticancerígenos, por lo cual la presencia de esta especie nativa ahí representa un tributo a la misión de Terry de crear conciencia sobre el cáncer y a todos los que han sido afectados por la enfermedad.” Cuando visité ese espacio, hace algunos días, y leí el cartel que describe su integración y contenido, me pareció una obra de arte con un profundo significado; sin embargo, creo que al ser demasiado abstracta a primera vista se dificulta su comprensión. Mientras yo recorría ese espacio observaba que para algunos visitantes de esa zona la obra pasaba inadvertida y solo algunos se detenían a leer el cartel y a colocarse en posición para tratar de percibir la silueta de Terry Fox. Como quiera que sea, me parece que la ciudad de Toronto, la más grande de la Provincia de Ontario (en donde se interrumpió el Maratón de la Esperanza) y también de Canadá, tenía un pendiente con Terry Fox, a quien finalmente rinde tributo con esta impresionante obra de arte, la cual nos permitirá seguir recordando el legado de ese joven que en la década de los 80 conmocionó a todo Canadá.

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