Letras Desnudas
Mario Caballero
El pasado sábado, mientras algunos estábamos tratando de descansar para liberar el estrés de la semana, una nota difundida en las redes sociales sobre un presunto motín en el penal El Amate nos sacó de nuestro confort.
La noticia no era para menos, sobre todo por las imágenes adjuntas que mostraban incendios en el interior de las instalaciones y gente huyendo en medio de llamaradas y columnas de humo negro.
Sin embargo, a los poquísimos minutos la Secretaría de Seguridad del Pueblo, que ha implementado una exitosa estrategia de comunicación, emitió un comunicado para desmentir la información y aclarar que en dicho centro penitenciario no se habían registrado incidentes de ninguna naturaleza.
¿QUIÉN ESTÁ DETRÁS?
Qué bueno que lo del presunto motín fue una nota falsa, pero qué mal que se haya generado. Provocar alarma entre la gente mediante la difusión de noticias engañosas no se vale.
Sin embargo, debemos comprender por lo menos dos cosas. Una, las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información representan un avance sobresaliente en el ramo de las telecomunicaciones, que juntas forman un instrumento eficaz para estar comunicados, informados y nos permiten participar en el debate público de manera activa.
Segunda, y aquí viene un pero, también son herramientas utilizadas para la desinformación, la manipulación mediática y la propagación de noticas falsas o fake news. Al mismo tiempo que facilitan la rapidez de la comunicación, sirven igualmente para provocar caos, psicosis social y alimentar intereses de toda índole.
Por eso antes de compartir cualquier nota que leemos en las redes nos debemos preguntar si la información es verídica. Mejor todavía, investigarla por nosotros mismos a través de los medios convencionales o los canales de comunicación institucionales. De lo contrario, no sólo corremos el riesgo de ser engañados sino también contribuir a que otros caigan en el embuste.
Pero lo que más me interesa decir hoy no es eso, sino exhibir quién estuvo detrás de la noticia del falso motín.
Debido a la distancia entre lo acontecido y la publicación de esta columna, es posible que muchos ya conozcan que el diputado Javier Jiménez Jiménez ha sido señalado como autor intelectual de la nota. Y hay varias razones para creerlo.
RAZONES
En primer lugar, trascendió que en los próximos días Javier Jiménez podría ser investigado por los delitos que se le achacan durante su gestión como secretario de Hacienda en la pasada administración.
En este espacio hemos abundado que el exsecretario Jiménez fue denunciado por condicionar los recursos a las dependencias. Es decir, exigía contratos de obra, moches o tajadas del presupuesto a las instituciones estatales a cambio de transferirles los recursos para su operación.
También de que abusó de su autoridad para colocar a personas de su familia y allegados en puestos gubernamentales o del ámbito judicial, o para que fueran incluidos en la lista de proveedores del Estado.
Asimismo, hemos hablado de que pasó de ser un humilde maestro universitario, al que sus compañeros y alumnos califican de mediocre, a excéntrico millonario.
En colaboraciones anteriores hice mención de la residencia de más de ocho mil metros cuadrados que construyó por el libramiento norte poniente durante el sexenio pasado y cuyo valor (incluye alberca, jardines, campo de fútbol profesional, entre otros lujos) no concuerda con el nivel de sus ingresos. De acuerdo con información, no pudo haber construido dicha propiedad aunque en veinte años no hubiera tocado un solo peso de su salario.
Es más, como botón de muestra de su desmedido enriquecimiento está la casa con techó de lámina que paró en la colonia Potinaspak, donde hace muchos años el exalcalde de Tuxtla Gutiérrez, Julio César García Cáceres, le regaló tres terrenos.
Por tanto, ¿cómo es posible que un catedrático de mediopelo, que apenas tenía para comer, de pronto y con la sospechosa amistad con el exgobernador Rutilio Escandón Cadenas se hizo de una gran fortuna?
Pues se especula que el conjunto de propiedades de Javier Jiménez ronda actualmente los 500 millones de pesos.
En segundo lugar, ya se dio cuenta de que no levanta la campaña de su hija Adriana Sarahi Jiménez López, que participa en la contienda electoral por el cargo de jueza de Distrito en Materia de Amparo y Juicios Federales. No tiene estrategia, no tiene propuestas y, peor todavía, es vox populi que su carrera judicial fue hecha al vapor y con las influencias de su padre, quien según la colocó en el Tribunal Electoral del Estado.
Así, ante el muy probable fracaso de su hija, Javier Jiménez no tendrá quien lo proteja de ser llamado a rendirle cuentas a la justicia por los escándalos de corrupción que lo persiguen y por los cuales buscó colarse a como diera lugar en el Congreso del Estado. Obvio su interés por un cargo de representación popular nunca fue por servir a los intereses del pueblo, sino para resguardarse detrás del fuero.
Empero, la inmunidad que ahora lo arropa se le puede terminar con un simple proceso de desafuero. En el Congreso y en ninguna otra parte nadie lo respalda.
Tercero, y quizá mayor en importancia, Javier Jiménez no tiene capital político.
Quiso ser candidato de Morena a la gubernatura y no pudo. Luego se reveló que sustrajo dinero público para financiar las campañas políticas de Pepe Cruz y de Adán Augusto López Hernández, y al ver que falló en su apuesta, en la recta final de la contienda se inclinó a favor de Sasil de León, a la que según le entregó portafolios cargados de dinero.
Para mayor inri, durante toda la contienda por mencionada candidatura gente de su equipo afirmó que financió y encabezó una campaña de desprestigio contra Eduardo Ramírez Aguilar.
¿BUSCA NEGOCIAR?
En consecuencia, al no tener ningún respaldo político y sí muchas acusaciones en su contra, no le queda otra que tratar de chantajear al gobierno para negociar impunidad. Y sólo puede hacerlo por medio de la propagación de noticias falsas que siembren la duda, el odio y la desconfianza en la actual administración.
¿Tiene posibilidad de lograr algún acuerdo? No lo creo.
Por una parte, Javier Jiménez es un político del que se puede prescindir. Si como catedrático fue mediocre, como político es una vergüenza. Fuentes confiables insisten en que abrió la chequera para comprar la candidatura del PT a la diputación que hoy ostenta y que hizo lo mismo para comprar los votos que le permitieron ganar la elección. Logró con dinero (de orígenes sospechosos) lo que nunca podría con buenas propuestas y mejores acciones.
Por otra, Eduardo Ramírez no le debe nada a nadie. Y al ser el gobernador más votado de la historia democrática de Chiapas, tiene el respaldo social y no puede fallar a la confianza que le depositaron para construir un gobierno eficaz, propositivo, honesto y capaz de recuperar la seguridad, la paz y el Estado de derecho, y esto incluye hacer justicia por los tantos daños cometidos a la sociedad por políticos corruptos.
En fin, no tiene ninguna oportunidad al golpear al gobierno. Todo lo contrario, sólo cava su propia tumba, cuyo epitafio podría decir “Aquí yace Javier Jiménez Jiménez, el que pensó que hacer política era lo mismo que robar”.