Racismo, Vandalismo e Incongruencia

Letras Desnudas

Mario Caballero

¿Se puede poner en duda si están o no justificadas las protestas de hispanos, sobre todo de personas de origen mexicano, en varias ciudades de Estados Unidos? Pienso que no.

Todos los que han salido a manifestarse están enojados, ¿y quién no lo estaría después de tanta discriminación? Pues no estamos hablando de migrantes indocumentados, sino de los que nacieron en Estados Unidos, es decir, ciudadanos legítimos de ese país, que trabajan todos los días, pagan impuestos puntualmente, contribuyen a la economía nacional, son parte del recurso humano en muchas instituciones, inclusive de las Fuerzas Armadas, pero a pesar de eso son excluidos, marginados y tratados como seres inferiores.

¿Usted no se sentiría molesto al recibir un trato así? Supongo que sí. Yo lo estaría. Y más al ver que las autoridades federales están realizando redadas en lugares donde hay más estadunidenses de origen mexicano con el pretexto de detener a personas que residen de manera ilegal. ¿Sabe qué es lo peor? Que la policía migratoria no se anda con nimiedades como averiguar si el detenido o detenida es indocumentado o no. Se le hace fácil hacer un sencillo “perfilamiento racial”, que consiste en aprehender a los de piel morena como posibles sospechosos.

Viendo esta situación de abusos de autoridad y atropellos a los derechos humanos, lo mínimo que la comunidad hispana podía hacer es salir a las calles a manifestar su rechazo a estas acciones humillantes.

RACISMO

No dejemos de ver, sin embargo, lo que hay detrás del hostigamiento, acoso y persecución a los migrantes. Me refiero al racismo.

Sin temor a equivocarme, las autoridades estadunidenses actúan de este modo debido a que Donald Trump ha incitado a los racistas de su país, y vaya que abundan en la nación de los billetes verdes.

En su primera presidencia, Trump hizo del discurso antimigrante una de las mayores causas de su gobierno. En este segundo periodo, lo está haciendo pero de manera recargada.

Es por eso que cada vez se han hecho más frecuentes los videos donde gente originaria de Estados Unidos insulta a los hispanos, y más si se trata de mexicanos. Los escupen, les lanzan líquidos cuando van por la calle, les impiden el acceso a las tiendas de conveniencia o supermercados, incluso los golpean, dañando hasta la dignidad misma de las personas.

Y el discurso racista hacia los migrantes ha penetrado tanto que hasta muchos agentes mexicanos del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) se comportan igual o peor que los oficiales anglosajones. Y es Trump, no nos equivoquemos, el que envía a la ICE a lugares donde ellos viven y trabajan y tiene el descaro de aplaudir públicamente la deportación de migrantes que cuentan con la ciudadanía estadunidense. Y –repito- por el simple hecho de ser de piel morena. Una barbaridad.

Por eso decía al inicio cómo no van a estar enojados los mexicanos-estadunidenses cuando el presidente de su país, Trump, los llama criminales, violadores, asesinos, entre muchas otras lindezas.

En lo personal, aplaudo que ante tanta discriminación y humillaciones hayan salido a protestar a las calles y exigir respeto a sus derechos y a su propia dignidad.

También a título personal confieso que me gustó que hayan utilizado la bandera mexicana como símbolo de orgullo por sus orígenes y raíces.

VANDALISMO

En lo que no estoy de acuerdo, y supongo que muchos de ustedes estarán de acuerdo conmigo, es que algunos de los manifestantes hayan cometido actos vandálicos. Es sumamente reprobable que una minoría salió a protestar pero destruyendo patrullas, pintando automóviles de los ciudadanos y lanzando piedras contra lo que encontraban a su paso. Y que en el acto se hayan atrevido a ondear la bandera nacional.

Esto dañó no sólo la imagen misma de la manifestación, sino también contribuyó a la narrativa racista de Donald Trump. Legitimando, asimismo, la idea de que los mexicanos son bárbaros, hombres y mujeres que no respetan la ley, que son violentos y que sólo buscan el pretexto para vandalizar, violar o asesinar a los estadunidenses.

Todo esto, sin duda de ningún género, justificó que Trump enviara a la Guardia Nacional a Los Ángeles, con el fin de reprimir a los violentos manifestantes que en el calor de la destrucción izaron la bandera tricolor. Otra barbaridad.

¿La utilización de las Fuerzas Armadas fue lo mejor? Obviamente no.

Con ello sólo se exacerbaron los ánimos. Y Trump tomó la situación con mucha astucia para politizarla y arremeter contra el Estado mexicano.Utilizar a las Fuerzas Armadas no fue lo mejor, pero al final estuvo justificado, querámoslo o no.

Para mayor inri, tras el discurso racista y de odio a los migrantes se avivó el gen discriminatorio de los estadunidenses, a los que les repugna que los mexicanos, los negros, los hispanos, los asiáticos estén ganando terreno entre la población y ocupen más y mejores puestos laborales.

Paradójicamente, en la llamada tierra de la libertad y la democracia impera el odio y el racismo, dos sentimientos que Trump ha sabido explotar para sacar raja política. Prueba de ello son los ataques hacia el Gobierno de México después de las lamentables escenas en Los Ángeles.

INCONGRUENCIA

Para el colmo, la respuesta del gobierno mexicano no ayudó mucho.Si bien la presidenta Claudia Sheinbaum se comportó a la altura de la situación, apelando al diálogo, invitando a que las manifestaciones se dieran de manera pacífica y tratando de razonar con su homólogo para que le bajara dos rayitas a su narrativa de odio antimigrante, hubo gente de la estructura gubernamental y de Morena que salieron al quite con un nacionalismo rancio y ramplón.

Ahí está, por ejemplo, el editorial de hace unos días del periódico La Jornada, ligado a la 4T, que publicó, y lo cito: “Dice Trump que ‘Los Ángeles fue invadida y ocupada por inmigrantes indocumentados y criminales’. Y es cierto. Ocurrió en 1848, cuando, con la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo, los estadunidenses nos robaron la mitad de nuestro territorio”.

A la verdad, nada se gana al ponerse al tú por tú con Trump, rebajándose al mismo nivel de odios y rencores.

Pero lo que dijo Gerardo Fernández Noroña fue mucho peor.

No sólo descalificó al Gobierno de Estados Unidos, sino también celebró la violencia de los manifestantes en mencionada ciudad. Dijo que había sido un acto heroico que un mexicano haya enarbolado el lábaro patrio en plena ola de vandalismo y destrucción.

Él, como presidente del Senado de la República, debería entender que sus posturas, expresiones y señalamientos tienen un impacto fuerte sobre nuestro país, que pueden traer tanto cosas buenas como devastadoras. Y sus dichos pudieron, sino es que todavía está cocinándose a fuego lento, un conflicto político con la nación del norte que a México no le conviene.

Así las cosas. Lo que pasa en Estados Unidos en relación con la protestas de los migrantes tiene su razón de ser en la narrativa de rabia y racista de Donald Trump. Pero los mexicanos, y menos el gobierno, no deben sumarse con el discurso de “pinches gringos”. Por el contrario, deberíamos mejor apoyar a los migrantes que residen allá y que están reflejando esa otra cara de la sociedad, la que es tolerante, participativa, democrática y racional.

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