Letras Desnudas

Mario Caballero

Como muchos de los que leerán estas líneas, la primera playa que conocí en la vida fue la de Puerto Arista. Me llevaron mis padres siendo muy pequeño, un niño de quizá tres o cuatro años. En ese entonces vivía en Arriaga, mi tierra natal, así que casi cada domingo era el destino de descanso preferido de mi familia.

Llegábamos en un Ford Fairmont blanco modelo 1983. Un coche en verdad elegante, espacioso y con rugido de león, pues tenía un motor de ocho cilindros que con solo encenderlo se tragaba medio litro de gasolina Nova. ¡Qué más daba! En aquel tiempo el negocio de mi padre iba viento en popa y el combustible era barato. Se podía costear el mantenimiento de un automóvil de ese cilindraje. No como ahora, que aparte de los altos precios de las gasolinas, hay mayor consciencia sobre el impacto negativo al medioambiente de los vehículos de mayor consumo.

Desde entonces siempre me ha parecido una delicia ir a ese lugar al que considero paradisiaco. Viajar por su carretera bordeada por parcelas de mango, atravesada por pequeñas comunidades, con sus casas de teja, sus amplios patios, sus palapas y los niños jugando bajo los frondosos árboles, te proporciona un poco de paz interior.

Hasta el día de hoy guardo una sana envidia, si se me permite el término, por los hombres que, tras una larga jornada de trabajo en el mar o en el campo, veía descansar en sus hamacas tendidas en los corredores recién mojados de sus hogares. No sé usted, pero para mí, a la edad que tengo (40), eso representa un cuadro que resume la felicidad.

Luego, al llegar, el solo encuentro con la gente te permite ver la humildad y la bondad encarnada. Esto gracias al trato afable, siempre respetuoso, cordial y cálido de los costeños. Ante mis ojos de niño esta peculiaridad pasaba desapercibida, pero ahora contemplarla me llena de orgullo haber nacido chiapaneco y precisamente en esa parte del mundo donde se mezcla el candor de las personas con el dulce sabor del mango, la guanaba, la pitahaya, el papause y el nanche.

El espectáculo del mar es otra cosa. Es una soberbia demostración de poder, que te señala dónde comienza, pero no dónde termina. El reventar de las olas inspira respeto y excitación. Forman una danza maravillosa y eterna donde se unen el agua, el viento y las arenas grises de la playa. Es un bailoteo que empieza con gran furor y estruendo y culmina con una apacible línea de espuma desvaneciéndose poco a poco bajo el incandescente sol.

Si hay algo que aun en su estado quieto posee la capacidad de demostrar cuán grande es el poder de Dios, sin duda es el mar.

TRISTE ALEJAMIENTO

¿Cuántas veces he pisado la arena caliente y me he bañado en las aguas iracundas de Puerto Arista? No lo sé, pero han sido muchas, tanto de niño como de adulto, con la familia que Dios me permitió crear.

Ahí he visto muchos amaneceres y puestas de sol. He reído y bailado. He tomado coco con ginebra. En compañía de un amigo, sentados bajo una palapa y bebiendo cerveza, pasé el 21 de diciembre de 2012, considerado el día del fin del mundo. Estaba nublado y hacía frío. Y también estando ahí me enteré de la muerte de Juan Gabriel.

En Puerto Arista he vivido muchas cosas de las que guardo muy gratos recuerdos. Por eso, cada vez que me es posible no dudo en volver.

Sin embargo, hasta hace pocos días, no había podido regresar en al menos tres años.

Viajar allá se convirtió en una osadía. De pronto, y ante la mirada indiferente de las anteriores autoridades estatales, las bandas delincuenciales se apropiaron de diferentes tramos de carretera, desde la capital del estado hasta la costa, donde asaltaban, despojaban a las personas de su vehículo y secuestraban, tal como se registró en no pocos casos.

Asimismo, se corría el riesgo de sufrir un accidente por el mal estado de la carretera. Y, como muchos puntos turísticos de Chiapas, Puerto Arista se volvió inseguro. Más allá del abandono, con calles destruidas, sin alumbrado público, sin señalamientos, etcétera, se multiplicó el narcomenudeo y los índices de robo a mano armada, robo a negocios y asaltos a transeúntes. Conseguir mota, coca o tachas era igual de sencillo que pedir un cóctel de camarón.

En lo personal, esos fueron los principales motivos de mi triste alejamiento de esa playa que por generaciones nos ha dado alegrías e infinidad de motivos para ser felices.

TRANSFORMACIÓN

Por lo regular, no acostumbro visitar Puerto Arista, y ningún otro lugar, en Semana Santa. En mi familia se hizo un hábito ir una semana antes o dos después. Empero, debido a mis responsabilidades actuales y a que no tendría días de asueto más adelante para hacerlo, fui y me encontré con muchas sorpresas.

En primer lugar, tal como lo confesé anteriormente en este espacio, viajar es seguro. Además del buen estado de las carreteras, hay puntos de vigilancia instalados en lugares estratégicos y se realizan patrullajes constantes para cuidar el orden, proteger a las personas y brindar ayuda a los automovilistas por descomposturas o percances.

Sólo con ello es fácil decir que Chiapas es un estado seguro para vivir, invertir y visitar.

Segundo, Puerto Arista ha recuperado su majestuosidad y belleza. Es claro que hay un nuevo gobernante, uno en verdad preocupado porque esté considerado entre los principales destinos turísticos de playa de México y el mundo.

El gobierno de Eduardo Ramírez invirtió, en una primera etapa, más de 48 millones 567 mil pesos por remodelar la imagen urbana y mejorar los servicios.

Por ejemplo, se rehabilitaron cinco accesos al mar, se instaló mobiliario urbano, señalética y nomenclatura. Se colocó sistema eléctrico subterráneo, se instalaron descargas sanitarias y tomas domiciliarias de agua potable.

También se realizaron trabajos en obras resilientes a desastres naturales, se demolió infraestructura dañada y se repusieron calles y banquetas de concreto en la entrada principal, entre otras acciones.

De acuerdo con las palabras del gobernador Ramírez Aguilar esto es el inicio de la transformación de Puerto Arista:

“Este es un punto de referencia turística para Chiapas y el sur del país, pero lo vamos a convertir en un destino con proyección nacional e internacional. Esta es apenas la primera etapa, porque cuando ya se tiene paz hay que disfrutar. A Chiapas no hay que inventarlo, está hecho y es extraordinario por naturaleza; tiene bellezas inigualables y una gran riqueza cultural. Ya recuperamos la seguridad, ahora sigue el desarrollo económico y el turismo es un eje prioritario”, dijo durante la inauguración de las primeras obras.

DE VUELTA

En fin, tres años después mi regreso a Puerto Arista me dejó un buen sabor de boca. Me topé con la misma calidez de su gente y su encanto ancestral. Mejor todavía, con cambios significativos que ya han generado beneficios en las miles de familias que viven del turismo en la región, pues sepamos que sólo en Semana Santa deja una derrama económica de 2 mil millones de pesos.

Esto es lo que sucede cuando hay gobernabilidad y cuando el que gobierna está verdaderamente comprometido en cambiarle la calidad de vida no sólo a los habitantes de esa zona, sino de todo Chiapas.

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