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Opinión y Propuesta

Estimado Lector, para comenzar este artículo, haremos un recuento de varias cosas que han ocurrido en nuestro país o que lo hacen cotidianamente, y que debieran hacernos reflexionar.

Hace unos días, en las noticias matutinas, se dio cuenta del arresto de un joven en una ciudad norteña de nuestro país. Los hechos ocurrieron así:

Un joven, alto y fornido pero menor de edad, 17 años, muy próximo a cumplir la mayoría, asaltó en plena calle a una persona. Los policías se percataron del hecho y acudieron en su ayuda, alcanzando al asaltante y sometiéndolo. Hasta aquí todo parecería una historia con final feliz. Pero las cosas comenzaron a tornarse raras cuando los policías decidieron subir al infractor para llevárselo al MP. Comenzaron los forcejeos y a mayor resistencia del ladrón, mayor tenacidad de los policías por subirlo a la patrulla, de modo tal que pronto se encontraron en medio de una situación cuasi cómica. Unos empujando al ladrón hacia dentro de la patrulla y éste empujando hacia afuera. Comenzaron los gritos y llegamos al momento más sui géneris de los hechos: Los transeúntes comenzaron a grabar los hechos y a increpar a los policías por lo que estaban haciendo. Incluso se escucha la voz de una señora, quién indignada les dice a los oficiales que «Hay modos para subirlo (A la patrulla)», ¡cómo si no estuviera observando que el joven se resistía! Pero en el colmo, también se alcanza a escuchar cómo otro peatón que también grababa, le pide a gritos su nombre al ladrón, el cual con medio cuerpo dentro de la patrulla, se lo da, ya que como se ha dicho, los civiles estaban grabando los hechos…

¿Qué podemos observar aquí? Además, claro de las incongruencias; podemos ver falta de valores de parte del infractor, confusión en cuanto a la situación de parte de los transeúntes y desde luego, falta de capacitación de parte de los policías. Veamos:

La falta de valores del asaltante viene desde la familia y se refuerza en la escuela. Ambas instituciones han fallado en inculcarle a muchos mexicanos una escala de valores a la cual sujetarse en su actuar cotidiano. Es por ello que para muchos (Afortunadamente no la mayoría); es relativamente sencillo violar las leyes, ya que ni siquiera hay consciencia de la gravedad de los hechos cometidos. ¿La solución? Educación en valores desde casa y reforzada en la escuela, desde la educación básica por supuesto.

La confusión de los transeúntes, no porque ignoraran del asalto, sino porque algunos de ellos sabiéndolo, le exigían a los policías un trato respetuoso que claramente el ladrón no le dio a su víctima. ¿Por qué la autoridad debe respetar a quien no prodiga el mismo trato a sus semejantes y es capturado en flagrancia? Podría hablarse de los derechos humanos del asaltante, pero ¿qué hay de los de la víctima?

La falta de capacitación de los policías, ya que, de acuerdo con la legislación, no es posible subir a un menor de edad a la patrulla sin la compañía de su tutor, lo cual es una sutileza fuera de lugar de parte de la ley, ya que reconociendo que el chico es menor de edad, lo cierto es que es perfectamente consciente de sus actos y debiera serlo también para afrontar las consecuencias.

Así, los policías quedan desamparados por todos lados. Con un ladrón que pide a gritos respeto a sus derechos. Unos civiles que le dan la razón y una legislación que les pide cumplir unos protocolos poco reales.

Continuando con nuestra reflexión, pasemos ahora a otro hecho muy curioso ocurrido a las afueras del metro Garibaldi en la ciudad de México. En dicho lugar hay una serie de puestecitos fijos, que integran un pequeño mercado especializado en productos para mascotas. Han estado ahí desde hace 20 años y hace unos días, decidieron cerrar el Paseo de la Reforma, la avenida más importante de la capital de la República. La razón de ello, fue que «Les habían quitado la administración de los baños» de su pequeño mercado.

Al lugar se presentaron policías capitalinos que se limitaron a desviar el tráfico; mientras los manifestantes gritaban consignas y sus exigencias.

Pero veamos nuevamente qué pasó aquí. Por la información que dio la nota periodística, inferimos que alguien perdió su negocio. Es decir que la persona que venía administrando, es decir cobrando por usar los baños del mercadito, había perdido esa facultad. Igualmente inferimos que quien lo despojó de ello fue la alcaldía, Cuauhtémoc en este caso. ¿Por qué? Pues porque es un mercado público que depende de dicha instancia de gobierno. Y probablemente le asignó la administración a alguien diferente.

Y entonces, en vez de analizar un poco si la autoridad había actuado acorde a leyes y reglamentos, los locatarios decidieron que no estaban de acuerdo con la decisión y lo único que se les ocurrió fue cerrar la vialidad más importante de la ciudad más importante del país, dónde nos quedamos cortos si decimos que por ahí pasan no menos de mil personas por hora… Pero digamos que el dato es cierto, ¿se imagina, amable Lector, que veinte locatarios cierren de buenas a primeras una avenida por la que deben circular mil personas?

¿Nos damos cuenta de la desproporción de la afectación provocada en comparación al tamaño del problema y su naturaleza?

¿Nos damos cuenta de lo absurdo de la situación? Mil personas atrapadas en el tráfico, que sin deberla ni tenerla, tuvieron que pagarla. Y mientras, en el colmo, la policía desviando el tráfico y sin mover un dedo para retirar el minúsculo bloqueo.

¿Qué vemos aquí? Nuevamente confusión de la gente al dirigir su molestia (Válida o no), en la afectación a otros que además son inocentes y tampoco pueden hacer nada para ayudar a los quejosos.

También vemos una autoridad que ni de lejos se siente presionada por la manifestación, ya que está se realizó a por lo menos diez cuadras de la sede de la alcaldía. Así que, por muy fuerte que hayan gritado, en la alcaldía Cuauhtémoc, no los oyeron…

Y finalmente, y una vez más, una policía que sirve de adorno y que, en vez de hacer respetar el derecho de libre tránsito de la mayoría, se limita a cortar las vialidades para garantizar que los quejosos hagan su manifestación y a contemplar el caos vial que éste genera. Una policía sin un marco jurídico que les permita hacer su trabajo y sin capacitación ni protocolos adecuados para ello.

Ahora recordemos un último dato. Hace unos días, Morena y sus aliados, ya sean los de rigor o los obligados a serlo, aprobaron la extensión de la presencia de las Fuerzas Armadas (FFAA), en tareas de seguridad pública.

Por un lado, tenemos al Gobierno de la 4T, que, en una contradicción, decide prorrogar incluso más allá de su actual mandato, la presencia de las FFAA en labores de seguridad pública. Y, por otro lado, vemos una Oposición rabiosa que acusa al actual Gobierno Federal de ser el culpable de todos los males de México.

Observando la actitud de la sociedad hacia las autoridades. De suyo desfavorable, muchas veces no sin razón.

Observando la actitud de la sociedad hacia un mal entendido respeto a los derechos de todos, incluso de los infractores de las leyes.

Y considerando los siguientes hechos:

Hay regiones enteras del país, donde si no hubiera presencia del ejército, simplemente no sería posible garantizar un mínimo de seguridad para los habitantes de dichas zonas.

Las policías de todo el país, quizá con la única excepción de las policías federales, son pequeñas, mal capacitadas, mal armadas y francamente incapaces de hacer valer la ley en sus ámbitos de acción.

Es que podríamos decir que sí, efectivamente es necesario que las FFAA sigan ejerciendo funciones de seguridad pública. Sin embargo, lo cierto es que no puede ser para siempre.

Pero lo será si está estrategia no se acompaña de una, muy eficaz y eficiente, encaminada a la capacitación integral y redignificación de los cuerpos policiacos de todo el país.

No es un asunto menor.

Y para ser francos, ningún Gobierno estatal ni municipal, tiene la capacidad por sí solo de llevar a cabo esta tarea. Tendría que ser un esfuerzo común y sostenido entre el Gobierno Federal, los estatales y los municipales, cada uno llevando a cabo las acciones que les corresponderían. Al Gobierno Federal le tocaría parte del financiamiento y la capacitación. A los estatales, otra parte del financiamiento y el establecimiento y seguimiento de controles de desempeño y de confianza. Y a los municipales, participar en dichos programas y coadyuvar con las autoridades de los demás niveles.

Este esfuerzo necesariamente tendría que ser reforzado con la actuación coordinada de las autoridades educativas de todos los niveles, incluso las Universidades públicas y privadas, para revalorar y reapreciar la figura de los policías, además de acompañarla de un esfuerzo presupuestal importante que le dé a los policías del país, el acceso a una vida digna y a sus familias la seguridad de los apoyos necesarios en el desafortunado caso de la pérdida de la vida del policía.

Un esquema así se llevaría sus años construirlo y operarlo y tendría que estar exento de los vaivenes políticos, propios de una democracia tan disfuncional como la nuestra. Tendría que ser una verdadera política de Estado, que, por su complejidad, alcance y envergadura, debería comenzarse justo ya, aunque el actual Gobierno sepa que no lo verá concluido bajo su gestión.

Por ello, la sociedad debiera pujar hacia un sistema integral de seguridad pública, pero también trabajar en la readopción de valores y su vivencia. Y también, debiera ejercer presión sobre sus legisladores para que éstos no se pierdan en discusiones estériles e insultos; y efectivamente definan un rumbo para el país en éste y todos los ámbitos y creen las herramientas legales para que los Gobiernos de todos los niveles, cooperen efectivamente para lograrlo.

Ojalá que sí.

Además, opino que es necesario e importante, generar políticas públicas educativas, en relación al cuidado, protección y preservación del ambiente.

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